Mario Rivadulla
Lunes 29,06,09
Los dramáticos acontecimientos que han tenido lugar en Honduras era algo que se veía venir. Parodiando al laureado Nóbel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, era crónica de una crisis anunciada. Absurdo imaginar por un solo instante que la tensa situación creada en el país centroamericano por el enfrentamiento del Presidente Manuel Zelaya con la Suprema Corte de Justicia, el Congreso, las Fuerzas Armadas y su propio Partido iban a tener un final feliz. Evidente que con tantos frentes abiertos a la vez y al parecer, si damos crédito a la cifra que menciona Julio Martínez Pozo en su artículo dominical de El Nacional, con apenas el 12 porciento de apoyo popular, era de fácil conclusión que el depuesto mandatario no disponía de mucho asidero para llevar adelante su proyectada consulta popular para reformar la Constitución a fin de aprobar la reelección. Y más aún, de dudar que pudiera completar pacíficamente su mandato manteniendo una posición tan obstinada de uno contra todos.
Lamentablemente ha ocurrido lo peor: la gorilada. El abusado y archivado expediente de la asonada militar, de la cual la sustitución del Presidente Zelaya por un Congreso que le es adverso no es más que una simple y demasiado transparente máscara de aparente legalidad que no engaña a nadie. Ha tenido sin embargo una virtud y es que ha logrado el consenso prácticamente automático de rechazo por los países que integran la OEA, incluyendo los Estados Unidos, cuyo Presidente Barak Obama se ha apresurado a condenar el golpe y a negarle todo reconocimiento por parte de su gobierno.
Obvio que los conjurados en la trama cometieron un gravísimo error. Mirado desde una óptica muy objetiva tenían suficientes elementos a su favor para en vez de acudir a un método históricamente desfasado, haber optado por uno de estos dos caminos: o sumar puntos a su favor mientras transcurrían los pocos meses de mandato que le restan a Zelaya, o inclusive, sentar un precedente dirigiéndose a la propia OEA para solicitar su intervención mediadora a fin de lograr que el mandatario rectificara su belicoso comportamiento y se sometiera a las normas institucionales que estaría quebrantando.
Escogieron sin embargo el camino peor. Y tendrán que pagar las consecuencias: la condena y el aislamiento que ejercerán una presión irresistible sobre los autores de esta repudiada aventura que, con independencia de los errores e ilegalidades en que haya podido incurrir el depuesto mandatario hondureño, es preciso rechazar. Esto así , porque como previsoramente ha advertido el Presidente Leonel Fernández, es preciso desmontar la trama a fin de evitar pueda convertirse en referente para intentonas similares en una América nuestra donde el ejercicio democrático ha ganado incuestionable terreno, sin espacio para intentonas golpistas ni aventuras guerrilleras.
En Nicaragua, con asistencia también del mandatario dominicano, se debatirán las acciones a tomar para restituir en la Presidencia a quien fue escogido libremente por el pueblo hondureño en las urnas y debe finalizar su mandato constitucional. Será conveniente, sin embargo, que aprovechando esta traumática experiencia y por vía de consejo de sus colegas, Jefes de Estado de los países de la región que apoyan su regreso a la presidencia, Zelaya asuma una actitud más prudente y menos confrontativa en lo que le resta de mandato. Porque así como todos apoyan su vuelta al poder, no debe intentar nuevamente ejercer éste en contra de todos.
2009-06-30 16:26:30