En muchos hogares se encuentran padres altamente preocupados por el rendimiento académico de su hijo, que al finalizar el año escolar se ve precisado a presentar algunas o todas las asignaturas en verano, sin saber si tendrá que repetir el año escolar. Lo que es peor aún, estos adolescentes, siendo en la mayoría de los casos conductual y moralmente excelentes, procedentes de buenos hogares, se encuentran frente a la triste realidad de ser rechazados por los colegios, ya que no los quieren, ni los aceptan. Es aquí donde los padres deben ser cuidadosos en el manejo de esta problemática.
Por suerte todos los padres ya pasaron por la experiencia de ser adolescentes. Debemos pues, recordar esta etapa de nuestra vida, sin perder de vista que al recordarla influirá probablemente, sobre nuestra objetividad, expectativas y desempeño como padres, y teniendo en cuenta que disponemos de muy pocos elementos que nos ayuden a situar en una perspectiva provechosa nuestras propias vivencias de adolescentes. Sin embargo, revisar nuestros momentos difíciles de esa etapa, puede ser útil para nuestros hijos, cuando atraviesan por la vergüenza reprimida y muy sufrida de ser un estudiante que ha fracasado en su año escolar.
Debemos evitar hacernos los héroes al contar nuestras hazañas de muchachos. Si nuestros hijos creen que nunca fracasamos, que nunca nos sentimos confundidos, ni deprimidos, en nuestra vida de adolescentes, ¿cómo pueden llegar a creer que poseemos la capacidad necesaria para comprenderlos y ayudarlos cuando están en crisis? Sencillamente nuestras experiencias de héroes no sirven para ayudarlos a ellos.
Al evocar nuestros propios fracasos y errores, aumentamos nuestra credibilidad como personas, así ellos ven que no es pecado fracasar o sentirse rechazado, que esto es propio de un adolescente. Le demostramos además que a pesar de los contratiempos de la adolescencia podemos terminar siendo adultos felices, equilibrados y de éxito.
Podemos sugerir algunas medidas importantes para ayudar al adolescente en estos momentos difíciles:
1. Si lo comprendemos y nos unimos a su momento difícil, lo alentamos a seguir adelante, podemos lograr que se supere con mayor facilidad.
2. Fomentemos su fe en el, en su futuro y sobretodo en Dios. De esta manera estamos ayudándolo a reafirmar su seguridad y por tanto alcanzar el éxito.
3. Hagámosle sentir que aunque su colegio no lo quiere, no lo acepta, lo rechaza, nosotros como padres sí lo queremos, sí lo aceptamos tal cual es y lo acogemos con amor.
4. Acudamos a una ayuda profesional que pueda diagnosticar las causas de su bajo rendimiento y que nos aporte las sugerencias para superar tal situación.
5. Cuidemos mucho el elegir un colegio que reúna las condiciones necesarias para salvar a nuestro hijo, en vez de encasillarlo, o rechazarlo, estas son:
– Que sus directores y profesores sean capaces de comprender al estudiante y verlo desde una perspectiva educativa y formativa más amplia, como persona, de manera individualizada, respetando sus habilidades particulares, sus principios y valores.
– Un colegio que sea capaz de buscar soluciones a las bajas calificaciones del estudiante, no expulsándolo, que lo ayude a elevar su nivel académico, a sentirse útil, importante, no fracasado.
– Que trabaje con un número de estudiantes por clase considerable, no excesivo.
– Que le ofrezca un programa serio de asistencia psicológica, asesorías en hábitos de estudios y recuperación pedagógica.
– Que promueva el desarrollo integral del educando en sus dimensiones psicológica, afectiva, intelectual, moral y religiosa.
Si elige usted un centro escolar que no reúna estas condiciones, no nos parece que pueda resultar una experiencia saludable el inscribir a su hijo, pues la frustración puede ser mayor llegando a constituir un grave problema para el adolescente y el hogar.
Por último, me gustaría hacer un llamado a los padres para que valoren la importancia de preservar la buena relación padres-hijos, la cual no debe dañarse por un problema de rendimiento académico. Es aquí dónde una escuela con una visión, una misión y unos valores bien diseñados, conciente de lo que es educar, capaz de jugar un papel determinante en el apoyo psicopedagógico de estos adolescentes, evita que se afecten los hogares.
Deseo que esta reflexión sirva de orientación a todos aquellos hogares que creyendo que uno de sus hijos es un fracasado, desconocen el potencial dormido, pero extraordinario, que tienen en el hogar, pudiendo llegar a ser una de las figuras más determinante en el futuro de la sociedad dominicana.
Víctor Martínez Escoto.
Consultor Psicopedagógico.
Director del Centro de Enseñanza El Buen Pastor
2009-07-16 15:24:32