Por Teófilo Lappot Robles
En la antigüedad romana los llamados idus se celebraban el día 15 de los meses de marzo, mayo, julio y octubre. Para los demás meses se reservaba el día 13.
Los más famosos idus pasaron a ser los de marzo. Su principalía se originó porque el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo ocurrió un hecho sangriento que transformó totalmente lo que hasta entonces eran horas de buena suerte, fiesta, alegría y buena vibra.
Antes de ese día los idus eran sinónimo de una especie de sarao que cubría el día y la noche, enmarcado en la fase de plenilunio, mejor conocida como etapa de luna llena.
El centro de jolgorios y amenidades era el dios mitológico Marte, hijo de Júpiter y símbolo romano de sexualidad, pasión, bella, pero también de guerra y violencia en sus diversas escalas.
El magnicidio ocurrido en la persona de uno de los más famosos gobernantes de la Antigua Roma motivó que la expresión los idus de marzo se convirtiera en equivalente a traición y desgracia. Así ha pasado a la historia, especialmente en el campo de la política.
Ese trágico hecho puso fin a la República Romana y dio origen a un régimen imperial. Como secuela de ese crimen se produjo una guerra civil.
Las masas populares tenían sus esperanzas de redención compendiadas en el gobernante caído, quien a pesar de ser un aristócrata estaba enfrentado a grupos de su propio origen social que se mantenían recalcitrantes en sus posiciones de cerrar toda posibilidad de mejoría al pueblo llano.
Los que durante más de dos mil años han abordado el tema de los idus de marzo y la desaparición de Cayo Julio César coinciden en que si él le hubiera puesto atención a la advertencia que se le hizo otra fuera la página de ese período de la historia de occidente.
La premonición le fue hecha cuando iba rumbo al Senado, lugar donde se produjo su muerte el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo.
Cuenta la leyenda que camino al escenario donde dejó su último hálito de vida, a los 54 años de edad, a Cayo Julio César un sacerdote y vaticinador romano de nombre Espurina le avisó que se cuidara de los idus de marzo, pues su vida corría peligro.
El hombre fuerte de todos los dominios romanos no creyó aquel presagio de muerte, especialmente porque tal vez pensó que los que consideraba sus amigos, y hasta algunos parientes, impedirían cualquier acto de agresión en su contra.
La antiquísima tradición recoge que al parecer con un poco de sorna alejó de su presencia a Espurina, quien con sus artes adivinatorias estaba previniéndolo de una muerte atroz.
El asesinato a mansalva de ese resonante personaje, acontecimiento vinculado con los idus de marzo, tuvo como origen el hecho de que él venció un año menos 3 días antes, en la segunda guerra civil de la República de Roma, al grupo de conservadores que dominaban el Senado, al frente de cuyas tropas estaba el destacado hombre de armas Pompeyo Magno. Además porque estaba desarrollando políticas que chocaban con los intereses particulares de muchos de ellos.
Al reflexionar sobre el hecho histórico objeto de esta crónica, ocurrido hace ahora 2066 años, uno piensa que el poderoso mandatario, que hasta el momento de su asesinato estaba invicto en todos los enfrentamientos que había librado con sus enemigos, llevaba ese día en su mente la alta carga de confianza en sí mismo, soberbia y arrogancia que en la mitología griega se conocía como hibris.
La realidad fue que la hibris del dictador facilitó que un grupo de 60 senadores se pusieran de acuerdo para asesinarlo en los idus de marzo.
Entre esos legisladores estaba el poeta y filósofo Marco Junio Bruto, de quien se ha escrito que era hijo no declarado de la víctima de aquel día histórico.
En el cuerpo de Cayo Julio César se contaron 23 perforaciones. Dicen que la primera herida se la produjo el senador Publio Servilio Casca, quien dos años después, al igual que Bruto, se suicidó en la ciudad de Filipos, cuando ambos se sintieron acorralados por las tropas de Marco Antonio y Octavio.
El historiador romano Suetonio, en su serie de biografías titulada Vidas de los doce césares, refiere una exclamación de asombro de Cayo Julio César al ver a Bruto entre el enjambre de atacantes que se cebaban en su contra.
Dieciséis siglos después, el dramaturgo inglés William Shakespeare popularizó en occidente el vocablo idus con el significado premonitorio de conspiración y muerte.
Shakespeare, en el drama titulado La tragedia de Julio César, escrito en el año 1599, recreó del texto de Suetonio lo que ha sido considerado el supuesto último quejido del malogrado dictador al reconocer a Bruto: “¿Tú también, hijo mío?”
A partir de la muerte de Julio César en el podio del Senado de Roma se han escrito miles de relatos, crónicas y ensayos en diversos lugares del mundo sobre el fin trágico de personajes que previamente habían sido advertidos sobre los inminentes peligros que corrían si iban a determinados lugares y no tomaban extremas medidas de seguridad.
El escritor argentino Jorge Luis Borges le escribió un soneto, que forma parte de su libro Los Conjurados, al personaje cuyo asesinato cambió el significado de los idus de marzo: “Aquí lo que dejaron los puñales. Aquí esa pobre cosa, un hombre muerto que se llamaba César. Le han abierto cráteres en la carne los metales….”
La historia de la República Dominicana no ha sido ajena a la connotación que a partir del año 44 antes de Cristo ha tenido la frase los idus de marzo.
Escojo dos casos para vincular a nuestro país con esa antiquísima creencia acerca de premoniciones y muertes.
El fin de las vidas, en forma violenta, de los tiranos Ulises Heureaux, alias Lilís, y Rafael Trujillo, alias Chapita, pueden enmarcarse en nuestro ámbito en larga lista de personajes atrapados en los idus de marzo, aunque sus muertes ocurrieran en meses diferentes al que era el primer mes del año del calendario romano. Y aunque ninguno de los dos cayera abatido un día 13 o 15, que eran los escogidos para la festividad de los idus.
El 21 de julio de 1899 el tirano Ulises Heureaux salió de la capital dominicana en el vapor Independencia para realizar el que sería su último viaje con vida.
Su objetivo era apaciguar los pueblos del Cibao cuyos comerciantes y otros sectores estaban muy disgustados por el desastre político, social y económico en que se encontraba el país.
El lunes 24 de julio de dicho año llegó temprano al litoral de la pequeña ciudad de Sánchez, en la península de Samaná.
Allí recibió en clave telegráfica una advertencia de su cúmbila Lolo Pichardo Bethancourt sobre los idus de marzo y un consejo para que se protegiera bien en Moca.
Las crónicas de antaño recogen que de la multitud que observaba al férreo gobernante en su caminata por las onduladas calles del pueblo que antes fue llamado Las Cañitas surgió un extraño personaje que le imploró que se cuidara, pues había tenido “un sueño revelador” en el que vio imágenes con emanación de sangre.
La decisión de Lilís fue despachar el grueso de su escolta hacia su ciudad natal, Puerto Plata, y dirigirse él en ferrocarril, con sólo dos asistentes, hacia la ciudad de La Vega.
Las premoniciones de que la desgracia de los idus de marzo rondaba en torno a Lilís se esparcieron en La Vega. El 25 de julio del citado año el delegado político del gobierno allí (lo que luego se denominó gobernador provincial) Zoilo García, en conocimiento del ambiente hostil que le esperaba en Moca a Lilís, ordenó que más de 20 hombres lo escoltaran, lo cual rechazó el tirano.
Según tradiciones mocanas una señora de nombre Evangelista López, mejor conocida como La Cigua, muy vinculada al mandatario visitante, le envió un papel con un niño informándole sobre la conspiración en curso contra su vida. Tampoco le hizo caso.
Dicho lo anterior, a pesar de que poco antes le había dicho a su amigo mocano Manuel Morillo: “compadre aquí andan unos políticos que hay que desabotonar.” Al menos así según lo escribió el historiador Emilio Rodríguez Demorizi en su ensayo La muerte de Lilís (p148).
Horas después cayó abatido. Era el día de Santa Ana. Había mucho movimiento en la ciudad de Moca. El fiscal actuante, Ezequiel Hernández, no mencionó en su informe la referida carta de La Cigua entre las pertenencias encontradas en los bolsillos de la chaqueta y el pantalón de quien murió como vivió.
Las situaciones anteriores permiten pensar que los idus de marzo estuvieron presentes el 26 de julio de 1899 en Moca. Aunque los atacantes criollos tuvieran motivaciones diferentes a las de los senadores romanos.
Tal vez por ello es pertinente resaltar lo dicho por la historiadora Mu-kien A. Sang Ben, en su obra Ulises Heureaux. Biografía: “Ulises Heureaux murió solo y arruinado. Su vida había cumplido un ciclo completo…”(p215)
Del tirano Rafael Trujillo se dice que en los últimos meses de su vida, buscando sin saberlo vincular su destino con los idus de marzo, tenía en situación difícil a sus escoltas: ordenaba que lo llevaran por rutas improvisadas y dejaba que desconocidos se le acercaran. En él la hibris de los griegos llegaba a su máxima expresión.
Sobre algunos movimientos inusuales de alias Chapita en los meses del 1961 que vivió, los cuales pueden considerarse como imprudencias en cascadas en materia de seguridad, escribió el periodista Manuel de Jesús Javier, en su obra titulada Mis 20 años en el palacio nacional (p334). El destacado redactor seibano consignó, entre otras cosas, que Trujillo “hablaba luego de muerte y espíritu.”
Como una expresión premonitora de lo que poco después le ocurriría, en su último viaje a Puerto Plata repitió en varias ocasiones lo que quería que escribieran en su epitafio.
Cucho Álvarez, antiguo horacista que devino en influyente funcionario al servicio de Trujillo, narra en su libro de memorias titulado La Era de Trujillo que dos semanas ante del ajusticiamiento de ese fatídico personaje les dijo a él y a Paíno Pichardo, en la cubierta del yate Angelita, surto en el puerto de Barahona, lo siguiente: “-Los dejo y pronto!…yo sé lo que les digo.”(p154).
Al matón por antonomasia Johnny Abbes García el sátrapa supuestamente le dijo días antes de que los idus de marzo, en su versión de muerte, lo cubrieran con su propia sangre: “Yo sé cuidarme…no necesito a nadie que me escolte.”