Mario Rivadulla
Martes 15,09,09
Al dirigir la palabra a cientos de agentes policiales en la sede del Comando de la Dirección Regional Cibao Central, el jefe de la institución, mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, anunció que a partir del próximo mes de Octubre el gobierno dispondrá un aumento sustancial en los ingresos que perciben los 15 mil miembros que la integran. Ya de antes, se había avanzado que los uniformados iban a ser incorporados a los beneficios de la tarjeta Solidaridad así como a recibir alimentos, medicamentos, el bono gas y el bono luz. Sin dudas una buena medida de alivio a los reducidísimos emolumentos que reciben. Pero, ¿representará esa disposición una mejoría suficiente para llevar tranquilidad y respiro a sus humildes hogares?
Alguien dijo en cierta ocasión que cada sociedad disfruta de la seguridad que está en disposición de pagar. La frase bien pudiera aplicarse a nuestro caso. Aún sin disponer de información que permita establecer comparaciones, nos atrevemos a afirmar que los policías nuestros figuran entre los peor pagados del mundo. Prestos a criticarles desde el clásico y ya a estas alturas casi inofensivo picoteo hasta condenarlos duramente y reclamar la más fuerte sanción cuando aparecen vinculados a hechos delictivos que están supuestos a combatir, nos mostramos en cambio indiferentes a sus condiciones de vida.
En todo este tiempo no nos hemos puesto a reflexionar sobre las críticas condiciones en que se desenvuelve la existencia de un agente policial. Ese que con los descuentos que le hacen, percibe menos de cinco mil pesos mensuales. Ese que cuando sale a cumplir su misión, deja el hogar sumido en miseria extrema, con apenas unos pesos para la precaria comida del día, que no puede permitirse el lujo de comprar medicamentos en caso de enfermedad y a quien el dinero no le alcanza por más que lo estire para pagar el alquiler, la luz, los uniformes, zapatos y libros de sus hijos. Ese que, dejando atrás ese cuadro de angustias, cada día sale a la calle a correr el albur que puede poner fin a su vida a manos de un delincuente posiblemente mejor armado que él o de un agresivo distribuidor de drogas decidido a vender caro el control de su punto de ventas. ¿Y así pretendemos que nos brinden seguridad personal y protección a nuestros bienes? Habría que preguntarse cuántos de quienes censuramos a ese policía por la menor indelicadeza, estaríamos en disposición de hacer su trabajo a cambio de la mísera remuneración que reciben.
Cierto que en el cumplimiento del deber la ética también juega un papel importante. Pero?resulta acaso ético el comportamiento de la sociedad hacia el agente policial cuando observa con tanta despreocupación la pobre calidad de vida a que lo tenemos condenado? Bien que le exijamos que honre el uniforme. Pero mejor si esa exigencia es a cambio de un trato digno, una remuneración justa y suficiente para garantizarle un mínimo de existencia decente y la oportunidad de progresar dentro del cuerpo policial en base a sus méritos y sin necesidad de buscar una muleta política.
En días recientes, estuvo en Teledebate uno de los oficiales policiales de mayor pundonor que hayan prestigiado el cuerpo: el general retirado José de Jesús Morillo López. El mencionó una cifra salarial para el raso: quince mil pesos mensuales. Nos parece razonable. Y de paso, agregamos nosotros, que vaya acompañada de los beneficios que dispone el Código Laboral para la empleomanía privada. Es lo menos. Dejarlo librado a su suerte actual, sumido en su mundo de miseria, lo hace vulnerable y es una invitación a delinquir por razones de sobrevivencia.
Si queremos una policía honesta y eficiente, tenemos que pagarla. Si no lo hacemos así, no habrá verdadera fuerza moral para reclamarle el cumplimiento de su deber.
TELEDEBATE. Telefuturo. Canal 23. ?teledebae(a)hotmail.com?.
2009-09-16 14:25:32