El fallecimiento de la ex primera Dama de la República, Doña Rosa Gómez de Mejía, es una noticia que entristece. Se apaga la voz de una mujer que estuvo atenta a los más vulnerables. Su voz en defensa de la igualdad en derechos del hombre y la mujer, su sueño por una sociedad que respete a las personas en dignidad y derecho, sin discriminar entre edades, colores, ni por niveles socioeconómicos. Quiso un país con educación y salud para la colectividad nacional.
Su formación cristiana y de familia la hicieron fuerte para librarse de las tentaciones que deben enfrentar con frecuencia las personas que tienen las oportunidades de desempeñar de las funciones de mayor influencia o de poder en la sociedad.
Sus aportes en atención a los más vulnerables, no los utilizó como elementos para publicitar su figura. Los días de la gloria del poder no alteraron su vida. Su conocimiento de la fragilidad humana fundamentado en su formación cristiana en la en familia en que nació le permitieron ser referente en una sociedad tan desigual como la dominicana.
La fotografía que deja Doña Rosa a la sociedad de su persona, es la del servicio sin discriminación, la sencillez y la mesura. La solidaridad y la cooperación viva como la misión humana a que obliga la gracia de la vida que da Dios a la humanidad. Enseñó que la vida tiene sentido cuando se comprende que el tiempo de vivir es para disfrutar la gracia de la vida con la conducta de servir a los demás. Doña Rosa fue una practicante de esa calidad humana.
Diariodominicano.com expresa sus más sentidas condolencias a su apreciada familia en las personas de su esposo, el ex presidente de la República Hipólito Mejía Domínguez, sus hijos Ramón, Felipe, Carolina y Lissa. Dios les de fortaleza ante el acontecimiento que nos entristece. Recordar que Doña Rosa terminó su vida en esta tierra con la esperanza de la resurrección. En paz descanse Doña Rosa.