Editorial

A los próceres de la Restauración

La Restauración de la República es un referente que los dominicanos y dominicanas deben tomar como lección para apreciar en su dimensión de lo que es capaz un pueblo cuando se une en torno a un objetivo con un sentido patriótico.

Dominicanos sin la formación militar de los hombres del Ejército de la Anexión, ni las armas de alto calibre que poseía, así como sus recursos de contingencia en puntos estratégicos del área, fueron capaces de iniciar la Guerra de la Restauración el 16 de agosto de 1863, y culminar con la victoria que le anunció al mundo el rescate de la soberanía nacional.

La Guerra de la Restauración es una lección de patriotismo. Un referente que enseña que nada se puede imponer a un pueblo si es capaz de unirse en torno a un objetivo.

No importa el abuso de poder. No importa la represión desbordada. La sangre de los mártires que cayeron en Moca, junto al coronel José Contreras y Cayetano Germosén, el 2 de mayo de 1861, así como los mártires de El Cercado, junto al prócer Francisco del Rosario Sánchez, el 4 de julio de 1861, y el poeta Eugenio Perdomo, en Santiago de los Caballeros, lejos de intimidar a los dominicanos y dominicanas, les sirvió de estímulo para luchar hasta lograr la Restauración de la República.

Los restauradores nos enseñaron que se puede acabar con la vida de muchos hombres, pero nunca con el ideal de un pueblo. Es una lección permanente para comprender la importancia de la unidad de un pueblo en torno a los asuntos que son de interés para la patria.

El mejor homenaje que se puede rendir a los próceres de la Restauración, con ocasión del 148 aniversario de la efeméride, es la unidad de todas las fuerzas del país para hacer realidad la agenda de la Nación, que permita separar los intereses particulares de los intereses de la República.

Honremos en este día a los próceres de la Restauración en los nombres de José Contreras, Cayetano Germosén, Francisco del Rosario Sánchez, el poeta Eugenio Perdomo, Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Pedro Antonio Pimentel, Ulises Francisco Espaillat, Benito Monción y Santiago Rodríguez.

Su legado es una lección permanente.

2011-08-16 20:57:47