Editorial

A Pleno Sol Carnada al tiburón

Por Manuel Hernández Villeta

La educación dominicana dará un gran salto adelante, si se deja atrás el negocio, y se retorna a la etapa del maestro,como ente generador de conciencia de la sociedad.

Recuerdo una imagen del maestro tradicional dominicano, sentado en un parque, con los zápatos doblados, el pantalón deslucido en las rodillas, camisa sin colores vivos, ejemplo de la pobreza y la sobriedad, pero que era el camino a seguir.

Ese maestro, entre ropas desgastadas por el tiempo, levantaba el pecho lleno de orgullo porque a su paso lo reverenciaban los menores, los pobres lo idolatraban, y los ricos, se quitaban el sombrero en su presencia.

El maestro era parte del corazón del pueblo, lo más puro, lo más querido.

Hoy el maestro es una mujer o un hombre ?el detalle me lo impone la división de género- que sólo busca ganar un sueldo mensual, pero sin vocación para ser conductor de las nuevas generaciones.

¿En qué momento el maestro perdió el espíritu de conductor de masas, para pasar a ser un borócrata?.

La modernidad, las exigencias económicas y sociales de los nuevos tiempos, y las eternas estrecheses económicas.

Son pocos los educadores de la nueva generación que usted les hace una encuesta y señalan que se sienten orgullosos de su trabajo, y que no lo cambiarían por nada en el mundo.

Si en el ayer los androjos que vestía le daban fuerza moral al maestro, hoy, le llena de vergüenza saber que tiene un salario por debajo del de su vecino, y que no se puede comprar un carro.

El mal de la educación dominicana no es que todavía carece del cuatro por ciento del presupuesto nacional, sino quelos educadores perdieron la esperanza en el futuro y se aferraban al Dios Mercurio.

Un cuatro por ciento es una propuesta para los comerciantes y empresarios del área educativa.

Un cuatro por ciento que se irá en la edición anual de los libros de texto de la educación básica pública, El desayuo escolar y las pruebas nacionales.

En vez del cuatro por ciento, hay que trabajar para optimizar la educación, y destinar y ubicar los recursos y facilidades de que se dispone.

Si llega el cuatro por ciento, bienvenido, pero todos los males actuales van a seguir y sólo unos pocos se van a beneficiar de un pedazo de ese pastel.

Tenemos que abogar para que la educación sirva a los mejores intereses nacionales, que ayude a elevar el nivel de conciencia y conocimiento de la mayoría, y que sobre todo, deje a un lado ser mercancía de venta al mejor postor.

Los colegios privados no pasan de ser un comercio vendedor de servicios, y son manejados como si fuera una carretilla de menudear plátanos; los beneficios es lo que importa.

El caos y el despropósito se adueñan del sector público, con maestros inseguros de su trabajo, y sueños hechos acerrín de dar un salto social.

Si no hay estos cambos ahora en la educación, el cuatro por ciento será carnada para el tiburón.

Manuel Hernández Villeta es periodista dominicano

2011-10-05 03:09:09