Por Héctor Tineo Nolasco
Diariodominicano.com
SANTO DOMINGO, DN, el 27 de febrero de 1844, con el trabucazo de Matías Ramón Mella, fue proclamada la República Dominicana. Culminó la lucha en procura de ese objetivo que iniciaron un grupo de jóvenes liderados por Juan Pablo Duarte, el 16 de julio de 1838, con la fundación de la Sociedad Secreta La Trinitaria.
El historiador José Gabriel García apunta en su obra “Historia de Santo Domingo”, que el acontecimiento se produjo en un momento en que ya existía en Santo Domingo un sentimiento dominicano.
Indica que Juan Pablo Duarte aprovechó el disgusto que se expresaba en el pueblo haitiano en contra el Presidente Pedro Boyer, quien había ocupado el Santo Domingo Español, hoy República Dominicana, en 1822
Por ello, Duarte decidió apoyar el Movimiento de la Reforma desatado en Haití, para derrocar a Boyer, quien fue sustituido por Charles Herard.
Duarte y los demás dirigentes de los trinitarios estimaban que la caída de Boyer, facilitaría la lucha por la Independencia dominicana.
El líder de La Trinitaria había estudiado en Estados Unidos y España. Sus conocimientos los aprovechó para organizar la entidad política patriótica.
José Gabriel García destaca, al referirse al proceso de lucha por la Independencia Nacional, que Duarte aprovechó los errores de Boyer, para avanzar en su proyecto. “Se dio a trabajar con toda la energía de su inquebrantable voluntad. Amistades, relaciones, conciudadanía, todo lo aprovechó en bien de su empresa. Escitó á los indolentes, animó a los tibios, templó á los fogosos, convenció á los errados, y pronto tuvo el placer de notar que la patria tenía campeones decididos y que no era un sueño su esperanza de redimirla (sic)”.
Con Duarte, fueron fundadores de La Trinitaria, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Felix María Ruíz, Benito González, Juan Nepomuceno Ravelo, Felipe Alfau, José María Serra y Jacinto de la Concha.
Asumieron el compromiso de luchar en la clandestinidad y propagar las doctrinas separatistas y mantener siempre encendido el fuego del patriotismo.
El juramento que concibió Duarte para los trinitarios fue el siguiente:
“En nombre de la Santísima, Augustísima Trinidad de Dios omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del Gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules, atravesados con una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja: y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.
Los Trinitarios nombraron a Juan Pablo Duarte, General en Jefe de los Ejércitos de la República y Director General de la Revolución.
El 16 de julio de 1838, comenzó una lucha que a pesar de las dificultades y la represión del Gobierno haitiano no se detendría hasta proclamar la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, con el trabucazo del prócer Matías Ramón Mella.
La organización política fue bautizada con el nombre de La Trinitaria, porque se fundó con nueve miembros que debían formar una base triple de tres miembros cada una.
El trinitario José María Serra registra en sus apuntes, que el grupo tenía un toque de comunicación que significaba “confianza, sospecha, afirmación, y negación, de modo que al llamar trinitario á otro que estaba en su cama, ya éste sabía por el número y manera de los toques, si debía o no responder, si corría ó no peligro”. (sic)
Con el decurso del tiempo la Trinitaria fue creciendo hasta convertirse en la fuerza política que permitió crear el Estado dominicano. Es una muestra de la capacidad de organización y dirección de Juan Pablo Duarte, quien cifraba su fe en un régimen democrático y defensor de la patria:
“Por desesperada que sea la causa de la patria siempre será la causa del honor”.
Se impusieron a la represión del Gobierno de Haití
Los trinitarios enfrentaron múltiples dificultades y la represión del Gobierno de Haití. Contrario a lo que pensaron de que la caída del presidente Boyer, facilitaría la lucha por la Independencia, el nuevo presidente Charles Herard, fue enterado del plan y desató una campaña de represión y puso precio a la cabeza de Juan Pablo Duarte.
Para evitar ser asesinado, Duarte salió al exilio el 10 de julio de 1843, junto a Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, pero desde Curazao se mantuvo en lucha.
Desde Curazao pidió a su familia que ofrendara para la patria los bienes que dejó su padre Juan José Duarte.
Aunque Duarte estaba en el exilio, la lucha continuó. El 16 de enero de 1844, circuló en la ciudad Santo Domingo el documento La Manifestación de los pueblos de la parte este de la isla Española o de Santo Domingo, en el cual motivaron su propósito de separarse de Haití.
Los firmantes llamaron a los pueblos del Este a unirse y a sacrificar ante las aras de la patria el odio y las personalidades; “que el sentimiento del interés público sea el móvil que nos decida por la justa causa de la libertad y de la separación; con ella, no disminuimos la felicidad de la República de Occidente, y hacemos la nuestra”.
En el Manifiesto expresaron que su causa es justa y prometieron dividir la nueva República en cuatro provincias: Santo Domingo, Santiago o Cibao, Azua desde el límite de Ocoa, y Seibo, se compondrá el Gobierno de un cierto número de miembros de cada una de ellas para que así participen proporcionalmente de su soberanía.
También, anunciaron la creación de un Gobierno provisional con una junta de 11 miembros que estaría en funciones hasta que se forme la constitución del Estado.
Haití mantenía ocupado el territorio donde se fundó el Estado dominicano desde el día 8 de febrero de 1822.
Al expresar su desagrado por las violaciones de los derechos humanos que cometía el Gobierno de Haití, los próceres trinitarios expresaron:
“La atención decente y el respeto que se debe a la opinión de todos los hombres y al de las naciones civilizadas; exige que cuando un pueblo que ha sido unido a otro, quisiere reasumir sus derechos, reivindicarlos, y disolver sus lazos políticos, declare con franqueza y buena fe, las causas que le mueven a su separación, para que no se crea que es la ambición o el espíritu de novedad que pueda moverle.
Los próceres resaltaron:
“Nosotros creemos haber demostrado con una constancia heroica que los males de un Gobierno deben sufrirse mientras sean soportables, más bien que hacerse justicia aboliendo las formas; pero cuando una serie de injusticias, violaciones y vejámenes, continuando al mismo fin, denotan el designio de reducirlo todo al despotismo y a la más absoluta tiranía, toca al sagrado derecho de los pueblos y a su deber, sacudir el yugo de semejante Gobierno y proveer a nuevas garantías, asegurando su estabilidad y prosperidad futuras…”.
Manifestaron que los pueblos de la parte de la isla antes Española o de Santo Domingo, actuaron impulsados por 22 años de opresión del Gobierno haitiano y oyendo de todas partes los clamores de la patria, tomaron la firme resolución de separarse para siempre de la República de Haitiana, y constituirse en Estado libre y soberano.
Sostuvieron que el pueblo dominicano por una de las fatalidades de la suerte, está sufriendo la opresión más ignominiosa.
La difusión del Manifiesto del 16 de enero provocó nuevas reacciones en el Gobierno haitiano y aumentó los actos de represión, pero no pudo impedir la decisión de los pueblos del Este.
Entre los firmantes del Manifiesto del 16 de enero figuran Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Tomás Bobadilla, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo y Felipe Alfau.
En el momento que fue puesto en circulación el Manifiesto, Juan Pablo Duarte seguía exiliado en Curazao.
Los firmantes del Manifiesto del 16 de enero de 1844, concluyeron con el siguiente llamado:
“!A la unión, dominicanos!, ya que se nos presenta el momento oportuno de Neiba a Samaná, de Azua a Montecristi, las opiniones están de acuerdo y no hay dominicano que no exclame con entusiasmo: SEPARACIÓN, DIOS, PATRIA Y LIBERTAD”. (sic)
El 24 de febrero de 1844, fue celebrada una reunión en la residencia de Francisco del Rosario Sánchez y se acordó dar la batalla definitiva el 27 de febrero de 1844 en la Puerta del Conde, por la importancia estratégica de ese punto y además, porque los trinitarios contaban con el respaldo del jefe militar haitiano apostado allí, el teniente Martín Girón.
Mella en la Puerta de la Misericordia
El historiador José Gabriel García destaca que al llegar la noche los trinitarios se decidieron a marchar hacia la Puerta del Conde. Inicialmente hubo vacilaciones y tardanzas, pero luego Matías Ramón Mella, con su arenga de fervor patriótico, conminó a todos a marchar, disparando en la Puerta de la Misericordia su famoso trabucazo.
De inmediato, los trinitarios liderados por Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, adoptaron una serie de medidas para asegurar el control de la situación e imponerse a la resistencia haitiana.
En esa circunstancia, nació la Junta Central Gubernativa Provisional, con lo que comenzó la primera estructura del Gobierno dominicano, integrada además de Francisco del Rosario y Matías Ramón Mella, por Manuel Jiménez, Tomás Bobadilla, José Joaquín Puello y Remigio del Castillo.
Las primeras acciones se concentraron en tomar el control de los arsenales haitianos y la Tesorería de Hacienda. Los trinitarios permitieron que salieran de Santo Domingo, los funcionarios del Gobierno de ocupación de Haití.
Con el trabucazo de Mella, el 27 de febrero de 1844, nació la República Dominicana, concebida por Juan Pablo Duarte, como un Estado donde tiene que imperar “plena vigencia de los derechos individuales postulados en la Declaración de los Derechos del Hombre, un Gobierno Republicano, división tripartita de los poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Además, Garantía de la propiedad privada individual y colectiva, así como la igualdad racial.