SANTO DOMINGO, el 18 de febrero de 1880, fue inaugurada en la ciudad Santo Domingo, la Escuela Normal fundada por el educador Eugenio María de Hostos.
En el centro educativo se formaron los primeros maestros normales de la República Dominicana.
La escuela celebró su primera investidura el 28 de septiembre de 1884. Ese día el educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, sostuvo que desarrollar en los niños la razón, nutriéndola de realidad y de verdad, es desenvolver en ellos el principio mismo de la moral y la virtud.
Expresó su opinión en el discurso central en la primera investidura de maestros normales de la República Dominicana, que celebró la Escuela Normal que había fundado en la ciudad Santo Domingo.
Dijo que la moral no se funda más que en el reconocimiento del deber por la razón; y la virtud no es más ni menos que el cumplimiento de un deber en cada uno de los conflictos que sobrevienen de continuo entre la razón y los instintos.
A su juicio, lo que tenemos de racionales vence entonces a lo que tenemos de animales, y eso es virtud, porque eso es cumplir con el deber que tenemos de ser siempre racionales, porque eso es la fuerza (virtus), la esencia constituyente, la naturaleza de los seres de razón.
Al pronunciar el discurso central del acto, el maestro Hostos también hizo alusión a los ataques de que fue objeto por el proyecto que desarrolló en la ciudad de Santo Domingo:
«Han sido tantas, durante estos cuatro años de prueba, las perversidades intentadas contra el director de la Escuela Normal, que acaso se justificaría la mal refrenada indignación que ahora desbocara sobre ellas.
«Pero no: no sea de venganza la hora en que triunfa por su misma virtud una doctrina. Sea de moderación y gratitud».
Eugenio María de Hostos expresó: «Sólo es digno de haber hecho el bien, o de haber contribuido a un bien, aquel que se ha despojado de sí mismo hasta el punto de no tener conciencia de su personalidad sino en la exacta proporción en que ella funcione como representante de un beneficio deseado o realizado».
Llamó la atención que era indispensable formar un ejército de maestros que, en toda la República, militara contra la ignorancia, contra la superstición, contra el cretinismo, contra la barbarie.