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Por Pura Blanco Tineo
Al anochecer, todo parecía estar en tinieblas. Era el 1 de noviembre, 1964. En la víspera del Día de todos los muertos.
Un año de tensiones políticas, tras el golpe de Estado a Juan Bosch y a la puerta de una guerra civil.
El acostumbrado silencio y recogimiento para irse a la cama, se vio interrumpido. Se sentía un murmullo y un entra y sale al dormitorio principal.
Los muchachos, fisgoneando cerca de la puerta. De repente, sale doña María – ¿qué buscan esos muchachos, aquí? Se produjo un tropel, y no sabían para que lado correr.
Pero, la curiosidad pudo más que el susto. Lolin, la cabecilla de la travesura, secreteó -Vengan por aquí.
Todos intentaban ver por la rendija de la tabla de palma. Solo se escuchaba ?Puja, puja, puja… Apretujados por localizar el objetivo en el estrecho callejón y en medio de la oscuridad se escuchó – ¡Buaa, buaa!… De nuevo ocurrió la estampida.
Se abre la puerta y la mujer sale con un paño blanco colgando, y en las palmas de las manos, la robusta criatura gritaba y movía las manitos hacia arriba como si quisiera alcanzar la luna. Aunque no era plenilunio, y sólo era visible un hilito de la luna, se iluminó el cielo Higüeyano.
-Mundo mira niño, niño mira mundo- anunció la Comadrona, con voz potente.
Publicado: 19 de octubre, 2020
Autora: Pura Blanco Tineo
2020-10-19 23:41:51