Por el Doctor: Isaías Ramos
Los que viven para satisfacer su ego viven una vida materialista, viven de la mentira, del engaño, de la maldad, de la apariencia, de la lujuria y el placer, olvidando todos los principios y valores. Se vive en involución sin Dios y sin ley, por lo que, viene como resultado la fosa de la muerte que es el abismo donde no llega la luz. Y esa es la terrible realidad que ya no podemos ignorar.
Estamos siendo conducidos por una élite política y económica que no quiere asumir un compromiso con Dios y que son indiferentes ante el dolor, la injusticia y la desigualdad. Estamos en el borde de ese abismo donde ya se ha creado una generación de jóvenes rebeldes ante Dios e indiferentes ante la iniquidad y la inequidad. Y fruto de éstas circunstancias ya contamos con casi un millón de jóvenes en las calles que ni estudian ni trabajan. Con la agravante de que los que han logrado formaciones técnicas y profesionales tampoco cuentan con un futuro promisorio, ya que, muchos no alcanzan a tener oportunidades de desarrollarse en el área que se han formado y aquellos que han tenido acceso a un trabajo, los sueldos que se les pagan no se corresponden para tener un nivel de vida digno.
Éstas son razones suficientes para producir un despertar en nuestra conciencia de tipo moral, social, espiritual y patriótica. Sería como el renacer del sol de justicia donde podamos reconocer nuestras propias iniquidades y aprender a pensar, a razonar y discernir el bien del mal. Estas élites se han empeñado en promover las alianzas público-privadas, además de los fideicomisos como soluciones virtuosas, buenas y válidas, sin embargo, no son más que mecanismos perversos donde su fin es saquear a los pueblos, asegurándoles grandes ganancias a esos grupos privilegiados en detrimento de la sociedad y a favor de la concentración de capital, comprometiendo los recursos de las futuras generaciones.
Según la Universidad de Manchester las alianzas público- privadas son estructuras de extracción financiera que incrementan los recursos de las grandes capitales, donde el estado garantiza a esas empresas en contra del bienestar general de pueblo. El objetivo no es el de la eficiencia de los servicios sino la eficiencia en recaudar recursos para su provecho. Con esta modalidad están entregando nuestra soberanía al capital financiero que no tiene rostro y que no tiene alma. Ese es el sistema que heredarán nuestros jóvenes donde la esclavitud moderna los llevará a vivir sin presente, sin futuro y sin esperanza
Roger figueroaPeriodista Prensa