SANTO DOMINGO, el 26 de enero de 1813, nació en la ciudad de Santo Domingo, Juan Pablo Duarte Díez. Hijo del ciudadano español Juan José Duarte Rodríguez y Manuela Díez Jiménez, de El Seibo. Juan Pablo Duarte fue bautizado el día 4 de febrero de 1813 en la Iglesia Santa Bárbara, por el cura rector de ese templo. Fueron sus padrinos el regidor Luis Méndez y su esposa Vicenta Cuevas.
Juan Pablo Duarte de joven concibió la idea de crear el Estado dominicano. En 1819, a la edad de seis años, inició sus estudios en la escuela de Manuel Aybar, después de haber aprendido las primeras lecciones de su madre Manuela Díez y la señora María Montilla.
La colonia española de Santo Domingo, atravesaba por una situación muy difícil. El 1 de diciembre de 1821 se produjo la proclamación de la Independencia del licenciado José Núñez, cuyo proyecto fracasó por falta de apoyo externo e interno. Y el 9 de febrero de 1822, en su niñez, vio como la división de los habitantes de Santo Domingo, posibilitó la ocupación haitiana, la cual se prolongó hasta el 27 de febrero de 1844, cuando fue proclamada la República Dominicana.
Ante la nueva situación que vivió el Santo Domingo, la familia de Juan Pablo Duarte lo envió a estudiar al exterior. En el año 1828, salió en viaje de estudios, lo que le permitió ir a Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España, donde se radicó en Barcelona. Retornó a Santo Domingo, en 1832. Al poco tiempo enseñó los conocimientos adquiridos a los jóvenes de su generación. Luego le propuso a sus amigos la creación de una entidad política para fundar la República Dominicana, como una nación libre y soberana.
Las actividades con el ideal independentista las inició en 1833. A partir del día 18 de enero de ese año desarrolló un proceso de relaciones con los jóvenes y las familias de la ciudad de Santo Domingo. Duarte residía con su familia en la calle El Comercio, hoy Isabel La Católica, en la zona colonial. Logró involucrar a jóvenes de la ciudad en su proyecto para crear la República Dominicana. El 16 de julio de 1838, con su liderazgo, fundaron en la ciudad de Santo Domingo, la Sociedad Secreta La Trinitaria.
El historiador José Gabriel García anota en su obra “Historia de Santo Domingo”, que el acontecimiento se produjo en un momento que ya existía en Santo Domingo un sentimiento dominicano.
Anota que Duarte aprovechó el disgusto que se expresaba en el pueblo haitiano en contra el Presidente Pedro Boyer, quien había ocupado el Santo Domingo Español, hoy República Dominicana, en 1822.
Duarte había estudiado en Estados Unidos y Europa. Sus conocimientos los aprovechó para organizar la entidad política que constituyó La Trinitaria.
José Gabriel García destaca, al referirse al proceso de lucha por la Independencia Nacional, que Duarte, aprovechó los errores de Boyer, para avanzar en su proyecto “Se dió a trabajar con toda la energía de su inquebrantable voluntad. Amistades, relaciones, conciudadanía, todo lo aprovechó en bien de su empresa. Escitó á los indolentes, animó a los tibios, templó á los fogosos, convenció á los errados, y pronto tuvo el placer de notar que la patria tenía campeones decididos y que no era un sueño su esperanza de redimirla”. (sic)
El entusiasmo de Duarte estimuló a los jóvenes de su generación, lo que le permitió fundar el 16 de julio de 1838, la Sociedad Secreta La Trinitaria, en una reunión que celebraron en la residencia de la señora Josefa Pérez.
Además de Duarte, fueron fundadores de La Trinitaria, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Felix María Ruíz, Benito González, Juan Nepomuceno Ravelo, Felipe Alfau, José María Serra y Jacinto de la Concha.
Asumieron el compromiso de luchar en la clandestinidad y propagar las doctrinas separatistas y mantener siempre encendido el fuego del patriotismo.
El juramento que concibió para los trinitarios fue el siguiente:
“En nombre de la Santísima, Augustisima Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del Gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules, atravesados con una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja: y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.
Los Trinitarios nombraron a Duarte, General en Jefe de los Ejércitos de la República y Director General de la Revolución.
El 16 de julio de 1838, comenzó una lucha que a pesar de las dificultades y la represión del Gobierno haitiano, no se detendría hasta proclamar la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, con el trabucazo del prócer Matías Ramón Mella.
La organización política fue bautizada con el nombre de La Trinitaria, porque se fundó con nueve miembros que debían formar una base triple de tres miembros cada una.
Con el decurso del tiempo la Trinitaria fue creciendo hasta convertirse en la fuerza política que permitió crear el Estado dominicano.
La entidad es una muestra de la capacidad de organización y dirección de Duarte, quien cifraba su fe en un régimen democrático y defensor de la patria: “Por desesperada que sea la causa de la patria siempre será la causa del honor”.
Con La Trinitaria, nació el 16 de julio de 1838 la organización política que condujo al pueblo dominicano a la fundación de la República, el 27 de febrero de 1844.
En el año 1843, Juan Pablo Duarte tuvo que salir al exilio, pero desde Curazao se mantuvo entregado a la causa patriótica.
Su padre Juan José Duarte, murió cuando él se encontraba exiliado en Curazao, pero el hecho en lugar de desanimarlo, lo estimuló a seguir adelante para retornar a honrar los restos de su progenitor.
Desde Curazao ordenó a su familia vender los bienes que recibió en heredad para ponerlo a la disposición de la causa de la independencia. El objetivo se logró el 27 de febrero de 1844, con la proclamación de la República Dominicana.
Duarte regresó luego de proclamada la República, pero no buscó reconocimiento como premio por su obra. Sin embargo, al poco tiempo fue traicionado por los conservadores que tomaron el control político de la naciente República.
El 22 de agosto de 1844, la Junta Central Gubernativa, controlada por el general Pedro Santana, lo declaró junto a otros próceres traidores a la patria. Y el 10 de septiembre de 1844, Duarte fue deportado del país junto a su hermano Vicente Celestino Duarte, su sobrino hijo de Vicente, Enrique Duarte; Juan Isidro Pérez, y los hermanos Félix y Montblanc Richiez.
El 10 de septiembre de 1844 se dio la información de que el grupo fue expulsado del territorio nacional con destino a Hamburgo, Alemania. El mismo día Vicente Celestino Duarte y su hijo Enrique Duarte, fueron deportados a Estados Unidos. Llegaron a Nueva York el 7 de octubre de 1844.
A partir de ese momento vivió días difíciles en el exilio, pero no dejó de pensar en la patria. Cuando el país fue anexado a España en el año 1861, desde Venezuela donde estaba exiliado, se puso a las órdenes de los restauradores.
Cuando estalló la guerra de la Restauración, Juan Pablo Duarte vino al país enfrentando dificultades y se puso al servicio del Gobierno provisional que encabezó el general José Antonio –Pepillo- Salcedo.
No obstante, las luchas intestinas lo obligaron a renunciar a sus funciones de comisionado del Gobierno de la Restauración en Venezuela. A partir de ese momento siguió en el exilio hasta la hora de su muerte en Caracas, el 16 de julio de 1876.
Duarte concebía una República Dominicana democrática que fuera normada por la justicia y la equidad.
Dejó al país como legado su pensamiento patriótico y su ejemplo de hombre honesto y perseverante. A continuación parte de su ideario:
“Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.
“Procuraré conservarme bueno, conservaré mi corazón y mi cabeza”.
“Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante”.
“Hay palabras que por las ideas que revelan llaman nuestra atención y atraen nuestras simpatías hacia los seres que las pronuncian”.
“Los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas”.
“El crimen no prescribe ni queda jamás impune”.
“El buen dominicano tiene hambre y sed de justicia ha largo tiempo, y si el mundo se la negase, Dios que es la Suma Bondad, sabrá hacérsela cumplida y no muy dilatado; y entonces !ay! de los que tuvieron oídos para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron… !la Eternidad de nuestra idea! porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que no hubieran querido oír ni ver jamás”.
“En lo que están de acuerdo nuestros libertos es en lo del amo que quieren imponerle al pueblo”.
“Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.
“Trabajemos, trabajemos sin descansar, no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos”.
“¿Tienes amigos? prepáralos, porque los días se acercan; procura que no se descarríen, pues va a sonar la hora de anularse para siempre, la hora tremenda del juicio de Dios, y el Providencial no será vengativo, pero sí justiciero”.
“Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin Honor”.
“Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en estas ideas: destruir la Nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar la nación entera”.
“No somos más que unos ambiciosos que independizamos nuestro pueblo por ambición y no tuvimos talento para hacer nuestra la riqueza ajena; mientras que ellos (los orcopolitas), son los hombres honrados y virtuosos pues han tenido la habilidad de hacerlo todo, hasta llamar al extranjero; muestra inequívoca de lo muy amados que serán por la justicia con que han procedido y procederán para con Dios y la Patria y la Libertad del Dominicano”.
“Toda ley no declarada irrevocable es derogable y también reformable en el todo o en parte de ella”.
“Toda ley no derogada clara y terminantemente se considerará vigente”.
“La ley no puede tener, ni podrá tener jamás, efecto retroactivo”.
“Ninguno podrá ser juzgado sino con arreglo a la ley vigente y anterior a su delito; ni podrá aplicársele en ningún caso otra pena que la establecida por las leyes y en la forma que ellas prescriban”.
“¡Aprovechemos el tiempo!”
Lo que la ley no prohíbe, ninguna persona, sea o no sea autoridad, tiene derecho a prohibirlo.
“La ley, salvo las instrucciones del derecho, debe ser conservadora y protectora de la vida, libertad, honor y propiedades del individuo”.
“Todo poder dominicano está y deberá estar siempre limitado por la ley y ésta por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca”.
“Ningún poder en la tierra es ilimitado, ni el de la ley tampoco”.