Todos tenemos tras de sí,
historias de gozos y dolor;
instantes de amar mucho,
y también de querer odiar;
momentos de heroicidad,
y de lavarnos las manos;
alientos de mil sacrificios,
y aires que nos desaíran;
sin pensar en lo que soy,
y he de ser, ¡siempre amor!
Sólo hay que mirar la Cruz,
y verse en ella, y por ella,
interrogarse y proclamar,
el padecer más compasivo,
el sentir más esperanzado,
el vínculo más deseado,
para entrar en comunión,
para vivir en comunidad,
con la victoria del perdón,
y nada de venganza, ¡nada!
Despojémonos de violencias,
vaciémonos de voz sin alma,
activemos el silencio a diario,
hagamos el corazón sin más.
Que sus latidos nos conduzcan,
que ellos son la verdadera luz,
nos animan y reaniman el ser,
a tomar el pulso de la vida,
a desvivirnos por los demás,
y para los demás, ¡en armonía!
Para poder levantar los ojos,
se requiere grosor de humilde,
tiempo para poder crecer,
en el abrazo y en la piedad;
y espacio, para volar y vivir.
Porque uno tiene que ser
uno mismo, para volver
a quien dio la vida por todos,
para como esclavo, ¡servirnos!
y como torturado, ¡redimirnos!
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
2019-04-13 13:55:48