Juan Llado | 7 de octubre de 2019
Nuestra política exterior es un tema de escaso debate público. Ser vecino del país más poderoso del mundo ha impuesto una bruma de silencio que nos arrastra a figurar a su lado en las grandes confrontaciones geopolíticas. Sin embargo, los tiempos cambian y la creciente globalización de la economía mundial presenta retos nuevos que ameritan revisar el paradigma vigente de nuestro horizonte diplomático. En particular, las recién establecidas relaciones con China nos plantean atractivas oportunidades de comercio y cooperación que no debemos desaprovechar. Esta realidad debe llevarnos a equilibrar cuidadosamente los vínculos con esos dos grandes países.
Con el gigante del norte tenemos unos nexos muy trascendentes. A pesar de la estrecha relación con España, Haiti y Puerto Rico, las coordinadas geográficas y económicas actuales determinan que Estados Unidos (EU) sea nuestro mayor y mejor socio. EU figura preponderantemente en el imaginario dominicano como la tierra de las oportunidades y la meta principal de la migración. De los 328 millones de estadounidenses, 2.1 millones son connacionales que envían más de un 70% de las remesas que recibimos. El pasado año EU fue fuente del 40% de los extranjeros que llegaron por vía aérea, de la gran mayoría de los más de 950,000 dominicanos no residentes que nos visitaron y de casi la totalidad de los 1.4 millones de cruceristas.
Nuestra vinculación económica con EEUU es muy superior a todas las demás. Ningún país supera el volumen del comercio bilateral: es el destino de aproximadamente la mitad de nuestras exportaciones y la mitad de nuestras importaciones. Mas importante aún, con EEUU tenemos un tratado de libre comercio (DR-CAFTA) desde el 2004. Del total de nuestras exportaciones, el 60% las generan las zonas francas y su casi totalidad está destinada a ese país (del cual las mismas compran el 70% del valor que le venden). Los 165,000 empleos del sector zonas francas son casi totalmente dependientes del mercado estadounidense.
La vinculación con China, por su lado, no se compara ni por historia, ni geografía ni economía. Este es el país más populoso del mundo (con unos 1,404 millones de habitantes), el cuarto en tamaño y actualmente la segunda economía mundial. A pesar de que solo un 14% de nuestras importaciones proviene de China, ese país es nuestro tercer socio comercial después de EU y Haiti. Pero el porcentaje de las exportaciones es minúsculo, superado en valor diez veces por las importaciones. Los 18 acuerdos ya firmados con China para ensanchar la relación bilateral tardaran en ser usados ampliamente. Si bien se trabaja en un acuerdo sanitario para viabilizar el incremento de las exportaciones hacia ese país, la distancia y los costos del flete conspiran en contra de un rápido crecimiento del intercambio comercial.
Si por religión, idioma y cultura juzgamos, China está mucho más distante de nosotros que EU. Su colonia local tiene aproximadamente 50,000 residentes, pero la cantidad de estadounidenses se remonta a 100,000. Si de turistas se trata en el 2018 llegaron al país solo 3,859 chinos (más los 402 de Taiwán), mientras los estadounidenses ascendieron a 2,237,519. No se ha cuantificado el monto de las inversiones de cada país en nuestro sector turístico, pero es seguro que las estadounidenses la superan por mucho (p. ej. Apple Resorts). De China solo tenemos el Club Med de Punta Cana y el que abrirá en noviembre en Miches, ya que el Fosun Tourism Group de Shanghai es el propietario de la cadena de resorts Club Med. China también tiene inversiones en las zonas francas, mientras las mayores inversiones estadounidenses están en los sectores azucarero y energético.
La enorme disparidad en los lazos de nuestro país con las dos grandes potencias mundiales podría sugerir que nuestro interés nacional prioritario debe enfocarse en EU. Pero el análisis no estaría completo sin examinar la agenda bilateral con cada país. Es en la confrontación de los intereses de cada uno con los nuestros que podemos atisbar las oportunidades de aprovechamiento de la relación, tanto en lo comercial como en términos de la posible cooperación. Somos un David frente a dos Goliats de intereses y posibilidades muy diversas y diferentes.
En lo relativo a los intereses de EU, el mantenimiento de la democracia representativa y la gobernabilidad democrática solía figurar en primer lugar. Pero el fin de la Guerra Fría y las décadas de nuestra estabilidad política ya han dado paso a una agenda más centrada en lo económico que en lo político. Así el comercio bilateral y las inversiones son hoy día el interés preeminente, seguido del control y persecución del narcotráfico y del lavado de activos. El combate a la corrupción es también importante para EU en la medida que esta le roba mercado e impide inversiones (debido a la ley estadounidense que castiga las prácticas corruptas en sus empresas).
Para la RD el tema migratorio es de capital importancia, al tener un 20% de la población dominicana viviendo allá. (En una década EU ha concedido 370,485 visas de inmigrantes y 988,613 de no inmigrantes.) Pero la prioridad de la agenda dominicana debe centrarse en el comercio y la inversión. El DR-CAFTA garantiza la libre entrada de nuestros productos al mercado estadounidense y las barreras fitosanitarias no constituyen ya un gran problema. Sin embargo, nuestro aparato productivo no es elástico y, en consecuencia, las exportaciones están prácticamente estancadas. De ahí que la inversión en la diversificación de la economía sea más importante, especialmente si acrecienta la capacidad industrial y manufacturera. La inversión energética, especialmente la del suministro de gas natural, figura entre las más deseables (especialmente si incluye el desarrollo del puerto de Manzanillo).
En materia de los intereses chinos figura prioritariamente el comercio y la inversión. (Un tratado de libre comercio con China no se vislumbra en el futuro cercano debido al agudo desbalance comercial.) De especial interés serán aquellas oportunidades de inversión china dirigidas a penetrar, con productos competitivos, el mercado estadounidense. En cambio, mientras los productos chinos sigan siendo competitivos en cuanto a precios y calidad, es de esperar que sus exportaciones hacia nuestro país continúen en aumento (especialmente en el rubro automotriz). Nuestro tabaco, ron y cigarros podrán fluir hacia el mercado chino y no sorprendería si el sector turístico se convierte en un gran receptor de inversiones chinas. Su creciente penetración del mercado turístico mundial así lo sugiere.
Lo que atañe a nuestro interés, por otro lado, debe verse con un prisma especial. En el 2017 surgieron reportes de prensa que dieron cuenta de que los chinos estaban dispuestos a invertir unos US$30 billones en Haiti, homologando lo que han hecho para recuperar la economía de Ruanda y similar a su intervención en Etiopia. El gobierno haitiano declinó la oferta, pero sin duda eso hubiese sido de enorme interés e impacto para nosotros. Revivir ese dormido proyecto sería una meta prioritaria de nuestra relación con China, preferiblemente si se pudiese orquestar un proyecto tripartito. Pero las posibilidades que ofrece el proyecto chino de «La Ruta de la Seda», al cual se ha sumado ya una docena de países de America Latina, permite vislumbrar una agenda más ambiciosa.
China hoy deslumbra por su liderazgo respecto a la inteligencia artificial y el 5G y, a pesar de la advertencia estadounidense contra los efectos «corrosivos» de las inversiones chinas en nuestro continente, la RD debe intentar convertirse en el epicentro continental de ese desarrollo si China quisiera establecer un hub tecnológico aquí. Con ello no estaríamos desafiando la hegemonía estadounidense, sino optimizando las opciones de cooperación en un mundo crecientemente globalizado. No hay nada incompatible en que EU continúe siendo nuestro principal aliado y que nosotros aprovechemos la relación con China. Pero siempre deberemos estar dispuestos a darle preferencia a cualquier iniciativa estadounidense que supere lo que los chinos ofrezcan.
2019-10-07 23:37:52