Cultura, Portada

Últimas Rebeliones De Negros En Santo Domingo I

Por Teófilo Lappot Robles

Una somera mirada a las instituciones oficiales de la colonia española de Santo Domingo lleva a la rápida conclusión de que aquella etapa de horror estaba ensamblada sobre la esclavitud, como fuente de su sostenimiento.

Esa situación era, con algunas variantes, una extensión de la trata atlántica que antes de la llegada de Colón a estas tierras funcionaba en sitios como el llamado río de los Esclavos que atraviesa el territorio de Benin, lugar del occidente africano donde luego se estableció el Reino de Dahomey y fue cuna del vudú; así como en los ríos que vierten sus aguas en el Golfo de Guinea, sin olvidar otras áreas como Mozambique y la isla de Madagascar, en el océano Índico.

La esclavitud de los aborígenes primero y de los negros después fue un hecho amargo que no puede borrarse de nuestro anteayer.

Ese pasado esclavista que padecieron aquí miles de seres humanos martillea en las páginas amarillas de la historia nacional, en cuyo interior siempre aparece a modo de recordatorio la frase lapidaria de Henri Grégoire, el líder revolucionario francés y obispo de Blois, la hermosa ciudad que se yergue en las orillas del río Loira: “El negrero es más criminal que el asesino, pues, ya que la esclavitud no es sino una agonía cruelmente prolongada…”1  

La esclavitud fue implantada aquí por hombres curtidos en la maldad que vinieron de “El verde mar de las Tinieblas”, que era el calificativo que al océano Atlántico le dieron los pueblos árabes cuando cayó el imperio romano de Occidente, al principio de la Edad Media.

Algunos, pretendiendo tapar el sol con un dedo, persisten todavía en decir que se trata de “una leyenda negra” contra España las informaciones verídicas que figuran en los registros históricos sobre lo que hicieron los colonialistas-esclavistas contra las etnias nativas y los negros, tanto en Santo Domingo como en otros lugares de esta zona del mundo.

La verdad sin matices es que las autoridades coloniales españolas en Santo Domingo procuraban por todos los medios mantener en pie la esclavitud, razón por la cual perseguían con saña a los subyugados que se rebelaban.

Los particulares que eran amos gestionaban con sus propios recursos la restitución  a su heredad de aquellos negros esclavos que se les escapaban y se convertían en  cimarrones.

Los archivos coloniales, especialmente aquellos formados a partir de la mitad del siglo XVI, (cuando al completarse la aniquilación de los indígenas en Santo Domingo tomó más impulso el papel de los esclavos negros) contienen cientos de casos que demuestran que hubo sujetos que se especializaron en la persecución de cautivos sublevados, a los cuales devolvían a la sevicia de sus dueños, por lo cual recibían una paga.

Lo que era una negación de la condición humana de los esclavos negros en Santo Domingo se mantuvo, con muy leves variaciones, durante más de 3 siglos y 4 décadas. Fue un largo período que arrancó en el 1502 y finalizó en términos prácticos en el 1844.

Muchos pensaban que cuando Juan Sánchez Ramírez y cientos de otros criollos salieron de Higüey para derrotar el 7 de noviembre de 1808 a los franceses, en el cerro seibano de Palo Hincado, florecería la libertad, y que los negros esclavos serían manumitidos, pero lo que se produjo fue la creación de una neocolonia española. La esclavitud quedó intacta.

A la muerte del referido caudillo cotuisano sus sucesores en el gobierno neocolonial,  Manuel Caballero y José Núñez de Cáceres, se negaron a darles la libertad a los esclavos negros.

Esa decisión provocó un gran disgusto que desembocó en una noche de plena agitación, el 15 de agosto de 1812, en los poblados conocidos como Mendoza y Mojarra, situados en una amplia franja del lado este del río Ozama, a su paso por la Ciudad Colonial.

Los dirigentes de los negros esclavos de Mendoza, Mojarra y Monte Grande, señores Pedro de Seda, José Leocadio y Pedro Henríquez,  justificaron su protesta en que su libertad inmediata fue establecida en la entonces recién promulgada Constitución de Cádiz (conocida también como La Pepa), votada por las Cortes Generales y Extraordinarias de España en el referido año 1812.

Esa rebelión quedó abortada por la traición de unos tales Domingo, Dionisio y José María Osorio.

Los jefes de la llamada España Boba ordenaron que fueran ahorcados varios de los rebeldes que fueron capturados. Otros sufrieron rigurosa prisión y maltratos físicos. Uno de los casos penosos fue el de la esclava María de Jesús, a la cual le dieron 50 azotes.

El otro levantamiento del 1812 se produjo 3 meses después de las acciones antes mencionadas. Ocurrió en la ciudad de Santiago de los Caballeros.

La información sobre ese hecho es mínima, pero existe un auto fechado el 20 de noviembre del indicado año, firmado por el entonces Alcalde Mayor de la ciudad más importe del Cibao, Gregorio Morel de Portes, en el cual reporta a sus superiores que estaba:

“Procediendo criminalmente contra varios de los esclavos sobre revolución y levantamiento que preparaban por su libertad.”2 

Para resaltar aquí el largo período de lucha de aquellos infelices seres humanos, tratados por los opresores peor que a bestias de carga, es oportuno decir que ha quedado comprobado que el primer acto de rebeldía de los negros esclavizados en Santo Domingo se hizo el 26 de diciembre de 1521, entre los muchos tablones de caña de azúcar que poseía el virrey Diego Colón en la zona comprendida entre los ríos Haina, Nigua y Nizao; en el área en que comienzan a descender hacia el mar Caribe.

Además, es pertinente señalar que los llamados esclavos ladinos o cristianizados, al poco tiempo de llegar a La Española, (traídos desde España en el 1502 por Nicolás de Ovando) se les escaparon a los amos, refugiándose en los bosques. Esa valiente y arriesgada decisión era en sí también una expresión de rebeldía.

Sobre los referidos “ladinos” recoge alguna información, citando a otros autores, el doctor en Historia de América Esteban Mira Caballos. En su libro titulado La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando 1501-1502 dice:

“… viajaban varios miembros de distintas minorías étnicas, tanto esclavos negros como indios americanos.” Más adelante, citando a Manuel Giménez de Fernández, agrega que Ovando, aunque después cambió de opinión por la necesidad de mano de obra, solicitó a la Metrópoli que “no consintiesen el paso de esclavos porque la mayoría de los que habían arribado se habían escapado a los montes, uniéndose a los indios cimarrones.”3 

Contrario a las omisiones y tergiversaciones hay pruebas a borbotones de que en Santo Domingo siempre hubo insubordinación de esclavos negros contra los amos. Es como decir en lenguaje jurídico que nunca dejaron perimir por dejadez el reclamo de sus derechos.

Uno de los casos más conocidos de dichas sublevaciones lo protagonizó el carismático combatiente Sebastián Lemba Calembo, quien desafiando al Capitán General de la colonia, el almirante Luis Colón de Toledo, y al oidor de la Audiencia, Alonso López de Cerrato, se mantuvo en lucha desde su centro de operaciones en Higüey, (donde formó un gran palenque) hasta San Juan de la Maguana, Puerto Plata, El Seibo, Azua, Neiba y otros lugares.

Bibliografía:

1-La trata de esclavos. Editorial Planeta, 1998.P585.Hugh Thomas.

2-Auto del alcalde ordinario de Santiago de los Caballeros.20-noviembre de 1812. Gregorio Morel de Portes.

3-La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando 1501-1502.ADH.Editora Búho, 2014.Pp173 y 174. Esteban Mira Caballos.