Por Dionicio Hernández Leonardo
Hoy, 5 de noviembre de 2021, escribo por ti, José -Dorín- Cabrera, porque hoy no pudiste hacerlo, tu salud no te lo permitió esta vez. No sé si debí hacerlo, pero me acostumbraste a leerte cada aniversario de tu adorada Larissa Alexandra Cabrera Almonte, contando tus encuentros oníricos con ella, con su esencia y presencia cuasi real en tu existencia, porque, aunque ella ya no está, nunca se ha ido de tus recuerdos; ella vive en ti y tú en ella, en una consustanciación que sólo tú lo puedes explicar.
Hoy, escribo por ti, Dorín, porque hoy busqué en todos los diarios impresos y los digitales y no encontré tu relato de tus últimos encuentros en el jardín de flores azules y amarillas que construiste debajo de tu almohada para ella, tu Larissa. Me quedé con la sed de saber qué pasó entre ustedes este último año, saber si tu almohada aún sueña y camina sobre las huellas de aquel otoño de 1994 que te arrancó un pedazo de tu ser.
Hoy, escribo por ti, Dorín, porque hoy busqué en todos los diarios impresos y los digitales y no encontré tu relato de tus últimos encuentros en el jardín de flores azules y amarillas que construiste debajo de tu almohada para ella, tu Larissa. Me quedé con la sed de saber qué pasó entre ustedes este último año, saber si tu almohada aún sueña y camina sobre las huellas de aquel otoño de 1994 que te arrancó un pedazo de tu ser.
Hoy escribo por ti, Dorín, para decirte que ella, tu Larissa, te está cuidando. Lo sé porque lo escuché de tus labios el año pasado al leerme la carta que ella te envió en el último correo que llegó a tu fértil mente en una madrugada mientras esperaba noticias de ella sentado en una esquina de un manantial de recuerdos y nostálgicos ayeres. Recuerdo tus lágrimas al leerme el último párrafo de su carta, te cito: «papi, te aseguro que te protejo y te cuido como no te imaginas».
Ella, tu Larissa, que cada día camina descalza por tu mente, desde el año pasado, sabía que hoy no recibiría tu carta. Sabía que hoy iba estar hospitalizado. Por eso, dejó por escrito, con letras de futuros, sobre hojas de fe y esperanza, que ella estaría contigo hoy en la clínica, cuidándote y peinando tus canas de bohío. Pero, ella volverá a su jardín, en el Cielo azul que te mostró una madrugada de otoño; y tú, mi amigo, volverás a casa a terminar el libro de historia que estás escribiendo, a abrazar a los tuyos y a tus amigos, a seguir exprimiendo tu gran cerebro, que aún le quedan muchos conocimientos para compartirlos con tus clientes, amigos y la familia.
En homenaje a mi amigo José-Dorín-Cabrera, fino escritor y publicista dominicano, quien está en un delicado estado de salud.
Dorín, cada año, nos conmueve con su carta a su hija Larissa Alexandra Cabrera
Almonte, quien falleció el 5 de noviembre de 1995.