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Por: David Paredes
Santo Domingo, R. D., 28 de octubre, 2021.- Los resultados de las últimas tres ediciones del informe del programa internacional para la Evaluación de Estudiantes, o mejor conocido como “Informe PISA”, nos deja muy mal parados como país, evidenciando que en términos educativos hace años la República Dominicana va corriendo en vía contraria y hacia el precipicio.
El Informe PISA es un estudio que se lleva a cabo a nivel mundial cada tres años, por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemáticas, ciencias y lectura.
Reviviendo los últimos bochornosos resultados del PISA 2016, diremos que la República Dominicana quedó en el último lugar en el renglón de ciencias y matemáticas, y a cuatro lugares del último en habilidades lectoras, entre todos los países del mundo.
En los más recientes resultados del 2019 se repitió el mismo ignominioso desenlace que en la versión anterior, con el agravante de que en habilidades lectoras descendimos dos peldaños, colocándonos sólo a dos puestos del último lugar.
Los dos países con mejores sistemas educativos, punteros en la cima entre todas las naciones, son la República Popular de China y Singapur.
Más allá de lo que significa para nosotros como nación el dudoso mérito de ser los últimos en términos educativos en el mundo, hay un elemento adicional que oscurece más el panorama: el hecho irrefutable de que la planeación formativa que por décadas le hemos dado a nuestros estudiantes, sólo ayuda a seguir multiplicando la pobreza. Pero, ¿por qué?
Aquí expongo las cuatro razones por la que la estructura educativa dominicana es una fábrica de producir pobres:
1-) Curriculum equivocado
Mientras el sistema educativo de Singapur apuesta a la reducción de horas de clases a nivel de primaria y secundaria (sólo imparten cinco y seis hora diarias, respectivamente) República Dominicana, contrapuestamente, trabaja para la implementación de “tandas extendidas”. ¡Error!
En Singapur, el mejor sistema educativo del mundo, lo importante no es la cantidad de tiempo que los alumnos permanecen en el colegio, sino la calidad de la metodología. Por eso se enfocan en métodos que invitan a la reflexión de los estudiantes, que los haga pensantes críticos, fundamentados en el análisis, la inventiva y la creatividad, buscando respuestas a preguntas que los mismos estudiantes se formulan y, para lograrlo, han sacado de su esquema el principal elemento que impide formar estudiantes de ese calibre: la memorización.
Mientras que nosotros, en pleno 2021, aún consideramos que si el alumno memoriza largas estrofas, párrafos, fechas, datos e informaciones, está más cualificado. En resumen, nuestro sistema educacional está confeccionado para aprender a ser memoristas, y no para pensar.
El curriculum educativo ideal a nivel de primaria y secundaria para un país como el nuestro sería aquel cuyos pilares se enfocan en ciencias exactas (matemáticas y sus relativos), comunicación, marketing e idiomas, sobre todo, en los universalmente más aceptados: español, inglés y francés (el bilingüismo 100% debe ser obligatorio). También, que incluya finanzas y tecnología de la información e informática.
Siendo nosotros una economía de servicios y pensando en la transición actual de la economía global, son esas las materias a las que prioritariamente deberíamos anclarnos, mediante una oferta multidisciplinaria que se ajuste a nuestras necesidades educativas como nación y también a las necesidades de los estudiantes. Es absurdo que niños y adolescentes con diferentes aptitudes, reciban las mismas materias.
Mike Thiruman, secretario general del Sindicato de Maestros de Singapur, explica el alineamiento que debe existir entre los curriculum educativos y las economías de los países:
“Como país nos hicimos preguntas claves: ¿Cuál es la trayectoria actual de la economía? ¿A dónde queríamos ir en 10, 15 o 30 años? ¿Podemos planear hacia ello? En 30 o 15 años, si quisiéramos desarrollar una industria en particular, ¿tendríamos la mano de obra para hacerlo? Es que, definitivamente, hay una relación muy cercana entre el sistema educativo de Singapur con los resultados económicos que como país quisimos alcanzar”, concluyó Thiruman.
Esas mismas son las preguntas que la República Dominicana debería hacerse en torno a nuestra actual oferta educativa.
2-) Formamos empleados, no empleadores
Hay quienes argumentan que la ONU ha instruido a los diferentes Estados para que dispongan de una educación direccionada a preparar a profesionales y técnicos que sirvan como dependientes toda su vida, extirpándoles cualquier pensamiento de iniciativa empresarial.
No podríamos sustentar con pruebas aquellas afirmaciones pero cada año en nuestro país, 54 mil nuevos profesionales egresan de las universidades, una inmensa mayoría de ellos aspiran a incorporarse al mercado laboral, en una nación cuyas tasas de desempleo aumentan paulatinamente (6.1% en 2018, 6.4% en 2019, 7.1% en 2020 y 8.0% en 2021); sobre todo, a consecuencia de los embates de la economía global y los efectos financieros adversos tras el Covid-19.
Entonces ¿qué sería lo ideal? Y otra vez la respuesta a esta pregunta nos remite a Singapur: cerca del 70% de sus estudiantes acceden a la formación técnica o vocacional, en vez de la universitaria. Esto permite preparar buenos trabajadores en los distintos campos y áreas del sector servicios, que necesite esa nación oriental.
Nuestra media isla adolece de técnicos en el área de la construcción, desarrollo de software y programación, así como de la electrónica y robótica, especialistas del sector aeronáutico (en franco crecimiento en RD), de la biotecnología y de la ingeniería mecánica.
Pero, de igual modo, necesita profesionales capaces de crear empleos, no de salir a buscarlos. Este es un urgente reto que debe encarar el Estado, su sistema educativo y los mercados de capitales dominicanos (bancos y demás instituciones financieras, para la flexibilización de créditos al emprendurismo).
3-) El tema dinero en las aulas: ¡ausente!
El afamado autor de varios Best Sellers, Robert Kiyosaki, en reiteradas ocasiones ha dicho lo siguiente: “El sistema educativo tradicional no incluye ningún tipo de formación financiera, lo que es un gran error. Las futuras autoridades de un país se forman en las instituciones educativas y, al no haber educación de finanzas personales, se fomenta el crimen y la corrupción”.
No existe razón alguna por la que en las escuelas y colegios de la República Dominicana no se imparta una materia sobre finanzas personales para niños y adolescentes. El dinero es parte integral de la vida adulta y no podemos darnos el lujo de seguir formando secularmente ciudadanos, que en términos del manejo de su dinero, sean verdaderos analfabetos.
Eso quizás explica la inmensa cantidad de personas que hoy atraviesan la bancarrota, a pesar de sus buenos méritos profesionales.
4-) Los profesores deben volver a ser enseñados
Los profesores deben ser empleados bien pagados, con buenos beneficios marginales y envidiables planes de pensión. Pero, de igual modo, ellos deben equipararse, e incluso, superar la calidad del sistema que los rige.
Hasta el 2017, la evaluación a los docentes no se efectuaba desde hacía 9 años, y ese mismo año la que se realizó reveló lo siguiente: que de los 60,100 profesores en ejercicio que fueron examinados, sólo el 2.9% sacó buenas notas por desempeño.
Eso explica muchas cosas, porque si los formadores tienen lagunas ¿qué se puede esperar de los formados?
¿Cómo el Estado dominicano debería encarar esta realidad?
Sería importante para nuestras aspiraciones como nación, enfocar nuestra metodología educativa en consonancia con el tipo de economía que nos rige y visualizando hacia donde migrará ésta, en corto y mediano plazo. Una vez más: el bilingüismo total es desde donde deberíamos partir, apostar al reforzamiento significativo de las ciencias matemáticas, las tecnologías y las ciencias económicas, con la inclusión a todos los niveles de las finanzas personales como una materia de altísima importancia para nuestros estudiantes.
Pero lo más importante, hacer un esfuerzo sincero, no sólo en papeles, de reformar nuestra metodología educacional, porque el estudiante que no es formado con un pensamiento crítico, reflexivo, creativo e inventivo, no tendrá cabida en el mundo profesional de esta economía global a partir del 2030, con el inicio definitivo de la cuarta revolución industrial.
David Paredes
Periodista