SANTO DOMINGO, el 21 de octubre de 1850, nació en la ciudad de Santo Domingo, Salomé Ureña Díaz, hija del poeta y abogado Nicolás Ureña de Mendoza y la señora Gregoria Díaz de León.
Salomé Ureña se destacó como educadora y poetisa. De su matrimonio con el médico Francisco Henríquez y Carvajal, nació una generación de intelectuales, incluido el humanista Pedro Henríquez Ureña.
Su formación literaria se inició en su hogar bajo la orientación de su padre y su madre. “Empezó desde muy joven a leer metódicamente los clásicos castellanos”.
Con el trato asiduo de Fray Luis de León y otros poetas del siglo de oro, alternó el de los versificadores más castizos del siglo pasado, especialmente de Moratín y Juan Nicasio Gallego.
En opinión del doctor Joaquín Balaguer: “La afición a las letras, dominante en ella desde la niñez, no le impidió cultivar en otros aspectos su inteligencia y adquirir una sólida cultura científica que le permitió encabezar como maestra, a partir de 1881, el movimiento a favor de la emancipación intelectual de la mujer dominicana.
Las primeras poesías de Salomé Ureña fueron publicadas en periódicos y revistas de la República Dominicana y luego en medios extranjeros.
Salomé Ureña contrajo matrimonio en el año 1880 con el médico Francisco Henríquez y Carvajal. El 3 de noviembre del año 1881, influida por el pensamiento del educador Eugenio María de Hostos, fundó el Instituto de Señoritas.
El 12 de abril de 1887 encabezó la ceremonia de graduación de las seis primeras formadas en la entidad educativa: Leonor M. Feltz, Mercedes Laura Aguiar, Luisa Ozema Pellerano, Ana Josefa Puello, Altagracia Henríquez Perdomo y Catalina Pou.
En diciembre de 1888 celebró la Segunda investidura de maestros. Se invistieron Eva Pellerano, Mercedes Echenique Peláez, Encarnación Suazo, Altagracia Peguero Acevedo, Carmen Julia Henríquez Perdomo y Altagracia Henríquez Bello.
Por problemas de salud Salomé Ureña cerró el Instituto de Señoritas en el año 1993. “En abril de 1894, poco después del nacimiento de su hija Camila, la educadora enfermó de neumonía y su vida se vio en peligro.
En junio de 1896, para cambiar de clima se estableció en Puerto Plata por un tiempo. Al poco tiempo regresó a Santo Domingo y volvió a Puerto Plata, el 2 de enero de 1897. El día 8 cayó en cama y no pudo recuperarse de una tuberculosis.
Salomé Ureña murió en su hogar de la ciudad de Santo Domingo, el 6 de marzo de 1897. Sus restos fueron sepultados en la Iglesia Las Mercedes.
A juicio de Joaquín Balaguer: Salomé Ureña fue quien primeramente tuvo en Santo Domingo el sentimiento de la gran poesía, de la única verdaderamente grande, porque lejos de recluirse en la intimidad de quien la escribe, para recoger sólo el eco de sus propias angustias, se levanta para dominar el espectáculo entero de la vida y tiende a hacerse intérprete de zonas más amplias y a la vez más fecundas de la sensibilidad humana.