Por Teófilo Lappot Robles
El Batallón de Higüey fue un célebre grupo de aguerridos combatientes de las gloriosas luchas armadas que tuvo que librar el pueblo dominicano, desde antes de tener conciencia en sí del concepto de la nacionalidad, hasta concluir con la derrota de los anexionistas españoles y criollos.
Ese histórico cuerpo armado, como tal, no participó en las luchas internas, con marcado acento fratricida, llevadas a cabo posterior a la salida del territorio dominicano, el 15 de julio de 1865, de los susodichos anexionistas.
No hay constancia documental de que el Batallón de Higüey tuviera presencia institucional en los cruentos enfrentamientos entre rojos y azules, bolos y coludos, conservadores y liberales de diversos pelajes, así como entre individualidades dominantes en los años que siguieron al nacimiento de la Segunda República.
Lo que sí merece resaltarse siempre son sus laureles de victoria, así como los hechos intrépidos de no pocos de sus más sobresalientes miembros.
Por ejemplo, los ecos de antaño todavía recogen los vivas que (referidos en un parte de guerra por el mismo victorioso general José Joaquín Puello) recibió “el sargento primero Florencio Soler, abanderado del Batallón de Higüey” cuando se apoyó en el asta de la bandera dominicana y de un solo machetazo dividió en dos el cuerpo de un oficial invasor haitiano, provocando el pavor entre los extranjeros.
Ese hecho singular se produjo el 17 de septiembre de 1845, en el fragor de la Batalla de La Estrelleta, llevada a cabo en los cerros que protegen la zona que va desde Las Matas de Farfán hasta Bánica y lugares contiguos, en un momento crucial de la fiera lucha que allí se desarrollaba entre patriotas dominicanos e intrusos del país fronterizo.
Sobre el Batallón de Higüey escribió el consumado historiador Vetilio Alfau Durán, entre otras muchas cosas, lo siguiente: “… en los días de la Reconquista de la Independencia y de la Restauración de la República, se distinguieron como bravos en los campos de batalla por sus heroicas acometidas al machete, dando origen a la fama de que disfrutó en época gloriosa el legendario Batallón de Higüey.”1
Pienso que hay que situar más atrás en el tiempo el embrión de donde surgió rugiente la que sería desde finales del siglo XVII una formidable formación armada, integrada por una incansable infantería de línea y una modesta artillería de batalla que la historia, aunque con gran mengua informativa, conoce como el Batallón de Higüey.
A falta de informaciones precisas, y de conformidad con el argumentario de los hechos pasados con sustancia histórica del país, hay que convenir que el legendario Batallón de Higüey (formado desde el principio por higüeyanos y moradores de otros pueblos cercanos) comenzó su germinación al participar de manera decisiva en la batalla de Limonade, el 21 de enero de 1691.
Ese encuentro bélico fue su bautismo de fuego, aunque todavía no se había creado el nombre que luego le dio fama a la marcialidad de los combatientes del levante dominicano.
Los principales contendientes de la batalla de Limonade, (entonces un descampado cercano a la ciudad de Cabo Haitiano) escogidos por los jefes coloniales españoles Francisco de Segura y Pedro Miniel, fueron los lanceros higüeyanos y seybanos que formaron el referido cuerpo de combate. Creo que esa acción de armas es la reminiscencia más lejana de lo que luego sería el mencionado Batallón de Higüey.
Lo cierto es que por el papel que tuvieron desde los cerros de Duclée en la mañana del referido 21 de enero de 1691, que dio como resultado la muerte del gobernador francés Tarín de Cuzzy y de decenas de oficiales y soldados franceses, los lanceros que llegaron allí desde Higüey dijeron y repitieron que su triunfo había sido por las invocaciones de protección que habían hecho a la virgen de Altagracia.
Esa vinculación surge principalmente por relatos orales, que en este caso más bien forman parte de vivencias del folclore, y si se quiere también de la religiosidad popular en torno a la virgen de Altagracia en la historia dominicana, desde que su trono se estableció en Higüey con la leyenda de los hermanos extremeños Alonso y AntonioTrejo, conocidos moradores de allí.
Isidoro Rodríguez Lorenzo, que fue Arzobispo de Santo Domingo desde el 14 de diciembre de 1767 hasta el 12 de septiembre de 1788, al acercarse el centenario de aquel hecho marcial en la zona de Guarico (que en los tiempos precolombinos era el principal poblado del Cacicazgo Marién, y asiento de la autoridad del cacique Guacanagarix) le dio un gran impulso a la idea de que se instaurara cada 21 de enero como la principal fiesta altagraciana del país.
El referido prelado ató con la virgen de Altagracia la acción militar que puede considerarse como el más remoto antecedente de la presencia en la historia criolla del Batallón de Higüey.
Así lo escribió: “El triunfo de La Limonade se le atribuye a la intercesión de la Altagracia, a quien se le hizo el voto de celebrarle una gran fiesta, si los criollos regresaban sanos y salvos…”2
Fray Cipriano de Utrera, al referirse al papel desempeñado por higüeyanos y seibanos en la referida batalla, (entonces denominados “criollos españoles”) dijo que el uso que dieron a las armas, especialmente “al espantable y terrible machete en combinación con las demás armas” fue el factor clave para la derrota de los franceses.”
El Batallón de Higüey intervino en los combates de la Reconquista, encabezada por Juan Sánchez Ramírez, la cual culminó con la derrota de las tropas de ocupación francesas, cuando el general Ferrand fue abatido, el 7 de noviembre de 1808, en la batalla de Palo Hincado, en las afueras de la ciudad de El Seybo. El sustituto de Ferrand, el general Joseph-David Barquier, junto a sus subalternos, militares y civiles, abandonaron el país el 9 de julio de 1809, poniendo fin a la llamada Era de Francia en Santo Domingo.
Consta en el recuento histórico de ese proceso llamado de la Reconquista que, como parte del activismo que fue creando las condiciones para la consolidación de la referida unidad armada, le fue concedida a Sánchez Ramírez una presencia domiciliaria en Higüey.
“El 4 de junio de 1806, el Comandante militar de Higüey, José Aniceto Guerrero, hizo en Higüey una escritura de poder para causas universales en favor de don Juan Sánchez Ramírez.”Así de claro está en la cronología de los principales hechos que figuran en el abultado legajo del proceso que culminó con la derrota de los franceses.
En el altozano de Palo Hincado y sus colindancias brilló ese cuerpo armado, tal y como lo hace constar el mismo caudillo cotuisano Sánchez Ramírez, en su Diario de la Reconquista, haciendo mención de higüeyanos de gran prestancia como Manuel Carbajal y otros.
Fray Cipriano de Utrera, en sus prolíficas notas sobre la lucha armada que causó la derrota de los franceses, haciendo obvia referencia al proceso formativo del Batallón de Higüey, menciona que José Villavicencio era para el 1805 el presidente de lo que entonces se denominaba Consejo de Notables de esa comarca del este dominicano.
Señala el famoso franciscano capuchino, además, que habiendo sido designado Villavicencio como comandante militar en su pueblo natal, en representación de la autoridad francesa, el 28 de julio del 1807, al año siguiente se inclinó en favor de la lucha llamada de la Reconquista, accionando en el cuerpo armado que ya era conocido con el nombre con el cual pasó a la historia.3
Es pertinente decir, porque así ha quedado en la historia oral, que la mayoría de los integrantes del Batallón de Higüey lucharon por zafar al pueblo dominicano del yugo francés, pero no sabían de los propósitos de Juan Sánchez Ramírez de convertir esa lucha en un regalo para España, manteniendo en calidad de colonia al país.
Semanas antes de la debacle de los franceses se le dio acogida en la ciudad más oriental del país al activo conspirador Antonio Rendón Sarmiento, a quien aquellos perseguían a muerte.
Bajo la protección de Manuel Carbajal fue escondido el citado Rendón Sarmiento en el fundo campestre de Valentín Villavicencio. Para su mayor seguridad el 9 de octubre de 1808 lo trasladaron al Macao, donde parlamentó con Sánchez Ramírez, ultimando allí las tácticas que cuajaron poco después con el triunfo aplastante de los criollos.
Una de las más resonantes hazañas bélicas, poco antes de la victoria del proceso de la Reconquista, la hizo el Batallón de Higüey, con su comandante Manuel Carbajal al frente, cuando apresó en la villa blasonada de Salvaleón de Higüey al coronel Manuel de Peralta, natural de Granada, en el sur de España, pero al servicio de los ocupantes franceses. El granadino había llegado a esa población dominicana con su numerosa escolta, cumpliendo un mandato militar del gobernador Ferrand, tratando de neutralizar a los higüeyanos.
A ese cuerpo armado dedicado a la guerra era que se refería Juan Sánchez Ramírez cuando anotó en su Diario, en víspera de la Batalla de Palo Hincado, lo siguiente:
“…por la tarde llegué a Higüey, empleando allí toda la noche en reunir paisanos, formar compañías y dar las disposiciones convenientes…”4
La historia registra que entre los miembros más destacados del Batallón de Higüey estuvieron, en diferentes etapas de la existencia del mismo, Remigio del Castillo, Tomás Guerrero, los parientes Juan, Rufino, José, Damián, Ramón y Cleto Villavicencio; Manuel y Miguel Durán, Felimón Lappot, Federico Robles, Juan de la Rosa Arache, Bartolo y Manuel Sánchez, Andrés de Jesús, Eduardo Pión, Rafael Garrido, Baltazar Belén, Bartolo Sánchez, Gregorio de Peña, León Concepción, Beltrán Verón; los hermanos Anastacio y Rumaldo Cedeño, Juan Liberato Arache, Pío Monegro, León Güílamo, Tomás Guerrero, Florencio Soler, Nicolás de Soto, Modesto Cedeño, José Aniceto Guerrero, Bernardo Montás, Vicente Palacio, Juan Bautista Padua, Miguel Suberví, Antonio de Aza, Fausto Castillo, Celedonio y Abad Cedano, Alejandro Chevalier, Jacinto Gatón, Felipe Donastorg; los parientes Juan, Esteban, Nicolás y Cornelio Rijo, Dionisio Troncoso y muchos otros.
Bibliografía: ´
1-Por la verdad histórica. Editora Búho, 2015.P357 (póstuma).Vetilio Alfau Durán.
2-Papeles del arzobispo Isidro Rodríguez Lorenzo.(14-12-1767;12-9-1788.)
3-Papeles de Higüey, 1807 y 1808, citados por fray Cipriano de Utrera.AGN.
4-Diario de la Reconquista. Editora Montalvo, 1957.P46. Juan Sánchez Ramírez.