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El día que falleció el Arzobispo monseñor Fernando Arturo De Meriño

Al comentar su calidad de orador, el doctor Joaquín Balaguer, en su obra «Historia de la Literatura Dominicana», Décima Edición 1997, opina: «Meriño ha sido entre todos los grandes oradores de la República, el más majestuoso, el más deslumbrador, el más importante, el más digno, en una palabra, de la tribuna antigua».

Por Héctor Tineo Nolasco
Diariodominicano.com
SANTO DOMINGO, el 20 de agosto 1906, fallece en ciudad Santo Domingo, el Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Fernando Arturo de Meriño, quien se había destacado como orador, político y religioso.

Al comentar su calidad de orador, el doctor Joaquín Balaguer, en su obra «Historia de la Literatura Dominicana», Décima Edición 1997, opina: «Meriño ha sido entre todos los grandes oradores de la República, el más majestuoso, el más deslumbrador, el más importante, el más digno, en una palabra, de la tribuna antigua».

Nació el 9 de enero de 1833, en la comunidad de Antoncí, Yamasá. Comenzó sus estudios bajo la dirección del sacerdote peruano Gaspar Hernández.

En el seminario sus profesores predilectos fueron el doctor Elías Rodríguez y Alejandro Angulo Guridi. Fue ordenado sacerdote en 1856.

En Neiba y San Cristóbal se desempeñó como cura. En el año 1858 fue promovido a las funciones de Vicario Apostólico de la Catedral de Santo Domingo.

En el año 1861 se opuso al plan de la Anexión de la República a España y el 27 de febrero de ese año increpó, desde el púlpito de la Catedral al Presidente Pedro Santana.

Cuando se inició el Gobierno de la Anexión, fue deportado a Venezuela donde residió hasta el año 1865.

Al ser restaurada la República, Monseñor Fernando Arturo de Meriño, fue nombrado Presidente del Congreso Nacional. En ese cargo se encontraba cuando fue juramentado el Presidente Buenaventura Báez, el 8 de diciembre de 1865.

En el discurso que pronunció ante el nuevo jefe del Estado, lanzó fuertes críticas contra la corrupción y los actos contrarios a la democracia. Fue en ese discurso que pronunció la célebre frase:

«… valiéndome de la expresión de un ilustre orador americano, ‘tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del Senado».

De Meriño advirtió al Presidente Buenaventura Báez: «Gobernar un país, vos lo sabéis, ciudadano Presidente, es servir sus intereses con rectitud y fidelidad; hacer que la ley impere igualmente sobre todos los ciudadanos, no disimulando jamás la impunidad del crimen, ni consintiendo el ultraje de la virtud, infundir un respeto profundo a la propiedad, afianzando el amor al trabajo con todas las garantías posibles…».

Sostuvo que la moralidad es la base inalterable del bien público y sin ella la prosperidad de la nación es una quimera.

Una versión histórica da cuenta de que el discurso molestó al Presidente Báez, quien lo llevó de nuevo al destierro.

En 1866, la Convención Nacional lo propuso como Arzobispo de Santo Domingo, y en el año 1867 fue designado Rector del Seminario.

Cuando Buenaventura Báez fue juramentado por tercera vez Presidente de la República, Monseñor De Meriño, fijó residencia en Venezuela, y llegó a ser Vicario de Barcelona.

El 23 de julio de 1880 fue electo Presidente de la República. Ganó con el apoyo del líder del Partido Azul, el Presidente Provisional, Gregorio Luperón, quien de esa manera dio un paso para mantener a la organización en el poder y garantizar la continuidad de su obra.

Luperón asumió el Gobierno Provisional, con asiento en Puerto Plata, el 6 de octubre de 1879, luego de encabezar un movimiento armado que derrocó al Presidente Cesáreo Guillermo. Su gestión se caracterizó por un proceso de reorganización del Estado y patrocinó una reforma constitucional liberal que fue promulgada el 28 de mayo de 1888.

La Carta Magna estableció el período presidencial en dos años para dar oportunidad a otros dirigentes del Partido Azul, que aspiraban a la Presidencia.

Para apoyar al sacerdote Fernando Arturo de Meriño, Gregorio Luperón hizo una consulta previa a los principales dirigentes del Partido Azul, quienes dieron su voto favorable en las votaciones del 23 de julio de 1880.

Monseñor Fernando Arturo de Meriño tomó posesión de la Presidencia de la República, el 1 de septiembre de 1880.

El religioso y político continuó la obra gubernamental que había iniciado el Presidente Gregorio Luperón, durante el Gobierno provisional (1879-1880)

En su administración impulsó la educación nacional, se fundaron en varias provincias escuelas superiores, y en la ciudad de Santo Domingo, se abrieron nuevas cátedras de derecho civil, constitucional e internacional, de medicina, farmacia y agrimensura.

Al comentar la gestión de Meriño, el historiador Frank Moya Pons, anota que en el Gobierno del religioso y político, el Partido Azul actuaba como un verdadero equipo y sus hombres más prominentes trabajaban de mutuo acuerdo poniendo lo mejor de sus conocimientos al servicio de la consolidación de la paz y en la obra de reconstrucción nacional. «Las Fuerzas Armadas quedaron bajo la influencia del lugar teniente de Luperón, el general Ulises Heureaux, quien fue nombrado Ministro de lo Interior, con influencia en el Ministro de Guerra y Marina, Francisco Gregorio Billini, al trasladarse la sede del Gobierno de Puerto Plata a Santo Domingo.

Los demás líderes ejercían las diversas gobernaciones y comandancias de armas, además de los ministerios y otros puestos de confianza.

El Presidente De Meriño afrontó momentos muy difíciles, porque se vio obligado a suspender la administración liberal y dar paso a un Gobierno autoritario, como reacción a las conspiraciones que enfrentaron a los baecistas del Partido Rojo y al Presidente del Partido Azul.

El 30 de mayo de 1881, el Presidente De Meriño, dispuso por decreto que todo aquel que fuera apresado con las armas en las manos contra el Gobierno sería castigado con la pena de muerte. La medida se conoce en la historia dominicana como el «Decreto de San Fernando», porque fue emitido el día de ese santo.

Luego de la disposición enfrentó un movimiento armado que encabezó en la comunidad El Algodonal, en San Cristóbal, el general Braulio Alvarez. Asimismo, aplastó una expedición armada que organizó en Puerto Rico, el ex Presidente Cesáreo Guillermo, quien recibió el apoyo del Gobierno colonial.

Guillermo, desembarcó con sus hombres por la zona de Higüey. Su movimiento fue aplastado por las tropas del Gobierno comandadas por el general Ulises Heureaux.

El Presidente De Meriño se puso al frente de las tropas del Ejército en Azua, para evitar que se levantaran allí los partidarios del ex Presidente Buenaventura Báez.

Las invasiones contaban con el apoyo de España, en represalia porque el Gobierno dominicano apoyaba a los independentistas de Cuba y Puerto Rico, las últimas colonias españolas en el Caribe.

Las fuerzas militares gubernamentales aplastaron los movimientos armados durante una lucha de dos meses. Una versión histórica da cuenta que De Meriño y el general Lilís Heureaux, fusilaron a los enemigos que cayeron en sus manos.

El 1 de julio de 1882, cuando terminó su gestión, asumió el poder el general Ulises ?Lilís- Heureaux, uno de los líderes militares del Partido Azul.

De Meriño, inició un proceso que lo obligaría a dedicarse de lleno a sus labores eclesiásticas. En el mismo año 1882, pasó a ocupar la Rectoría del Instituto Profesional, convertido meses antes en centro universitario.

El 16 de julio de 1885, fue consagrado por el Cardenal Parocchi, como Arzobispo de Santo Domingo, al recibir la orden episcopal en Roma. El acontecimiento fue motivo de regocijo en República Dominicana.

La decisión de la Iglesia Católica se produjo cuando en el país se llevaba a cabo un movimiento de peticiones para que se escogiera a un dominicano Arzobispo de Santo Domingo.

Entre las personalidades que pidieron que Monseñor De Meriño, fuera consagrado Arzobispo de Santo Domingo, figuran el obispo Rocco Cocchía, los generales Gregorio Luperón y Ulises Heureaux; así como el educador Eugenio María de Hostos.

El nombre de Monseñor Fernando Arturo De Meriño encabezó la terna que envió a Roma, el Congreso dominicano, y el presidente de la República, Alejandro Woss y Gil, costeó los gastos de bulas y consagración.

Fue Arzobispo de Santo Domingo desde 1885 hasta la hora de su muerte el 20 de agosto de 1906.

El sacerdote Antonio Lluberes, en su obra Breve Historia de la Iglesia Dominicana 1493-1997, anota que como Arzobispo Monseñor Meriño «Se empeñó en implementar una serie de medidas para reconstruir la iglesia dominicana, y sin embargo, su proyecto se vio oscurecido por razones tanto internas como externas», como fueron sus relaciones con el dictador Ulises Heureaux, la difusión del pensamiento liberal, en particular el pensamiento de Eugenio de María de Hostos

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