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Francisco de Miranda: personaje universal

Jottin Cury

Jottin Cury

            En la intersección de las avenidas Lincoln y Bolívar, justamente en un pequeño parque cercano a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), se encuentra discretamente colocado un pequeño busto en honor a Francisco de Miranda. Ese modesto monumento, apenas visible, pasa inadvertido para la inmensa mayoría de vehículos que diariamente se mueven en esa concurrida arteria del centro capitalino. En cambio, en un triángulo conformado en la bifurcación de la misma avenida Bolívar, próximo a la Máximo Gómez, se encuentra una estatua imponente, colocada en una plaza reservada al más insigne Libertador de Hispanoamérica: Simón Bolívar.

            En efecto, recurriendo a la memoria, la cual suele ser traicionera, recordé haber visto grandiosos monumentos en diferentes partes del mundo en honor al Libertador de Iberoamérica. Recuerdo, a modo de ejemplo, las majestuosas esculturas erigidas en diversas ciudades como Nueva York, París, Madrid, Panamá y otras tantas en las que se observa al insigne héroe de la independencia sudamericana montado sobre caballo. Por el contrario, la figura de Miranda es menos conocida fuera del ámbito suramericano, en el que su memoria ha sido igualmente honrada al asignársele su nombre a importantes ciudades, plazas, avenidas y calles.

            Ahora bien, tomando en consideración los monumentos erigidos a estos dos grandes colosos de la emancipación hispanoamericana, surge la siguiente interrogante: ¿fue la figura de Miranda de menor relieve histórico que la del propio Bolívar? Decantarse por una respuesta afirmativa sería desconocer la trayectoria del Generalísimo Miranda, quien tuvo el honor de vestir distintos uniformes militares, luchar en diferentes guerras y destacarse en tres continentes. Su proyección fue legendaria en Europa, América y África durante los siglos XVIII y XIX. Alcanzó los rangos de Mariscal en Francia, Capitán y Coronel en España, Coronel en los Estados Unidos de América y Rusia, incluyendo, por supuesto, el grado de Jefe Supremo en Venezuela. A esta última causa se sumó debido a la petición formulada por Bolívar, quien en un momento determinado profesó gran admiración por Miranda.

            Pocas vidas han sido tan intensas y fructíferas como la de Francisco de Miranda, pues desde muy joven se alistó en el servicio militar, destacándose en el sitio de Melilla, la invasión española de Argel, la Guerra de Independencia Estadounidense y las escenificadas durante la Revolución Francesa, culminando su brillante carrera en las batallas que procuraban la Independencia de Venezuela. Su arrojo, audacia y valentía le granjearon fama en las cortes europeas, revistiéndolo de un aura épica que suscitó la admiración de importantes personalidades de la época. No pocas mujeres de alto coturno sucumbieron ante los encantos de este gladiador foráneo que se ganó, a fuerza de méritos en el campo de batalla, un prestigio incomparable que trascendía fronteras y se derramaba por varios continentes.

            Además, su nivel cultural era elevado, toda vez que hablaba y escribía fluentemente varios idiomas y estudió lógica, física y metafísica en la Universidad de Caracas.  Miranda poseía profundos conocimientos del latín, geografía, religión y otras áreas del saber, razón por la cual era un soldado refinado y culto, cualidades que raras veces se conjugan con el oficio de las armas. Su proyección fue universal, alcanzando una dimensión mítica. Tanto es así, que el propio Bolívar salió a buscarlo a Inglaterra para que se encargara de dirigir el proceso revolucionario de lo que entonces se denominó la Gran Colombia. ¿Qué pasó después? Simplemente los malos entendidos entre Bolívar y Miranda terminaron con el apresamiento de este último, el cual fue entregado a las tropas españolas para morir finalmente en el fuerte de las Cuatro Torres del penal de La Carraca, cerca de Cádiz.

            Son diversas las versiones que se han exteriorizado sobre las causas que impulsaron a Bolívar para ordenar el apresamiento de Miranda y entregarlo a las tropas de Domingo de Monteverde. Algunos han justificado ese acontecimiento, mientras que otros, por el contrario, lo tipifican como un acto de traición que oscurece la trayectoria del Gran Libertador. Gabriel Andrade afirma que este evento fue producto del capricho narcisista de Bolívar por no recibir refuerzos oportunamente en Puerto Cabello, lo cual le obligó a replegarse a Caracas. El referido escritor y sociólogo venezolano afirma: ”Cualquier persona medianamente culta en Venezuela sabe que ambos personajes se terminaron odiando, y que Bolívar traicionó a Miranda”.  

En idéntico sentido se han pronunciado numerosos historiadores y escritores como es el caso del español Juan Jesús Armas Marcelo, quien en su novela histórica titulada “La noche que Bolívar traicionó Miranda”, narra con singular maestría episodios importantes de la vida de ambos personajes que marcaron la historia del siglo XIX. El profesor universitario español, Jon Aizpurúa, al redactar el prólogo del libro “Francisco de Miranda, héroe de la Independencia ¿y masón?”, de Ovidio Aguilar Meza, al referirse a Miranda expresa: “(…) acusado de traicionar la causa independentista por haber acordado la capitulación del ejército venezolano, acabó su existencia teñida por los colores de la tragedia. A no dudarlo, un acto indigno el que perpetraron el entonces coronel Simón Bolívar y un pequeño grupo de exaltados patriotas en la madrugada del 30 de julio de 1812 (…)”.   

Ciertamente el héroe de la batalla francesa de Valmy, cuyo nombre se encuentra grabado en el Arco del Triunfo de Napoleón en Paris y su retrato forma parte de la Galería de los Personajes en el palacio de Versalles, fue apresado por motivos pocos convincentes, fundamentalmente por no haber resistido hasta el final en la batalla de Puerto Cabello. De conformidad con Andrade, dos años después, en 1814, Bolívar ordenó la evacuación de la ciudad de Caracas cuando se aproximaban las hordas de Boves, haciendo justamente lo mismo por lo que condenó a Miranda apenas dos años antes.  Pero al margen de estos controvertidos aspectos históricos, la tendencia más socorrida es minimizar o silenciar este episodio, realmente nebuloso, a fin de no empañar la imagen de uno de los más grandes personajes de la historia hispanoamericana. Se trata de un asunto complejo que se presta a las más diversas interpretaciones, sobre todo si se toma en consideración que fue el propio Bolívar quien le pidió a Miranda dirigir la naciente república.  

Pero al margen de los móviles y circunstancias que impulsaron a Bolívar para apresar y entregar a Miranda a los españoles, lo cierto es que el legado histórico de este último se agiganta en la medida que se observa su trayectoria y sus múltiples esfuerzos para alcanzar la emancipación de Hispanoamérica. Sin duda el venezolano más universal de su tiempo, este precursor de la libertad americana fue el primero en esbozar un proyecto de independencia para el continente que le vio nacer, constituyéndose su propósito esencial la liberación de estas tierras de los dominios españoles. Dentro de los innumerables episodios que caracterizaron su agitada vida, se puede citar su apresamiento y juicio en Paris, donde estuvo al borde de ser guillotinado, salvándose de esta situación gracias a la absolución del tribunal. El propio Napoleón lo calificó como “un Quijote que no está loco, que tiene fuego sagrado en el alma”. En Francia fue expulsado por Fouché, quien era ministro de policía, por supuestas “maniobras e intrigas contrarias a los intereses del gobierno francés y sus aliados (…)”.

Miranda se caracterizó por una disciplina personal extraordinaria, puesto que se dedicó a la lectura y estudio de diversas áreas del conocimiento, llegando a conformar una importante biblioteca. Fue un vivo ejemplo de superación personal que anotaba en su diario todos los acontecimientos dignos de ser resaltados, hasta el punto de que es considerado como “el mejor memoralista de su tiempo”. Fue el primero en concebir al continente americano como una unidad posible para alcanzar mayor fortaleza y bienestar para sus habitantes. No solamente fue un hombre de acción en el campo de batalla, sino también de ideas concretas para motorizar la liberación de Iberoamérica. Más todavía, a diferencia del genio Militar de Bolívar, Francisco de Miranda tenía además un proyecto político definido que no pudo concretar por el destino adverso que le tocó.

Lejos está mi ánimo de hacer comparaciones, siempre odiosas e improcedentes, entre ambos personajes, puesto que mi propósito es poner en contexto la brillante trayectoria de Miranda, a mi juicio uno de los venezolanos más ilustres de todos los tiempos. Pero, así como algunos historiadores sostienen, al referirse a las diferencias entre Alejandro Magno y Julio César, que ambos fueron importantes estrategas militares, existía un aspecto importante que los distinguía: la concepción teórica del modelo de sociedad a la que aspiraban. En ese punto Julio César tuvo una idea más clara que Alejandro Magno. Algo similar pudo haber ocurrido entre Bolívar y Miranda. Corresponde a los historiadores dilucidar este aspecto, así como desentrañar otros tantos misterios que todavía permanecen sumergidos en las insondables tinieblas del tiempo.