Por Héctor Tineo N
SANTO DOMINGO, el 1 de agosto de 1795, el Gobierno de la República Francesa ratificó el Tratado de Basilea. Había sido suscrito por España y Francia el 22 de julio de 1795, para terminar la guerra que libraban en Europa.
En su virtud, Francia le devolvió a España las áreas que había tomado durante la guerra en la Península Ibérica, y España le dio a cambio su colonia situada en la parte oriental de la isla de Santo Domingo, donde el 27 de febrero de 1844, fue fundada la República Dominicana.
La información sobre la firma del Tratado de Basilea se conoció en Santo Domingo el 18 de octubre de 1795, en el momento que los españoles luchaban contra las fuerzas francesas que representaba Toussaint Luverture, quien trataba de tomar el Santo Domingo español.
Cuando se conoció la noticia en Santo Domingo, los españoles habían logrado sacar a los franceses de Bánica y Las Caobas, al aprovechar una derrota que sufrió Toussaint Luverture frente a tropas inglesas en el Santo Domingo francés, hoy la República de Haití.
Toussaint tomó el Santo Domingo Español en nombre de Francia, en 1801, pues no se pudo ejecutar antes debido a dificultades para aplicarlo.
El Tratado de Basilea establecía que a cambio de la restitución de los territorios conquistados por los franceses en el Norte de la Península Ibérica, «el Rey de España, por sí y sus sucesores, cede y abandona en toda propiedad a la República Francesa toda la parte española de la isla de Santo Domingo en las Antillas».
Las plazas, puertos y establecimientos de Santo Domingo, debían ser entregados a los franceses con los cañones, municiones de guerra y efectos necesarios para su defensa, de que dispusieran en la época en que se tuvo noticia de las negociaciones.
El Tratado precisa que «los habitantes de la parte española de Santo Domingo, que por sus intereses u otros motivos prefieran transferirse con sus bienes a las posesiones de Su Majestad Católica, podrán hacerlo en el espacio de un año contado desde la fecha de este Tratado».
El historiador José Gabriel García, en el primer tomo de la cuarta edición de su obra «Compendio de la Historia de Santo Domingo», resalta que el Tratado también ordenó a los generales y comandantes de Francia y España, «Ponerse de acuerdo sobre las medidas que hubieran de tomarse para la ejecución de estas estipulaciones, en las que entraba también la restitución, respectivamente á los individuos de ambas naciones, de los efectos, rentas y bienes de cualquier género que se hubieran destruido, tomado ó confiscado á causa de la guerra que cesaba, y el compromiso de administrar pronta justicia en lo que miraba á todos los créditos particulares que dichos individuos pudieran tener en los estados de las dos potencias contratantes». (sic)
José Gabriel García, califica el traspaso de inmoral en perjuicio «de un pueblo inocente y desvalido, que en mala hora hubieron de aconsejar los fríos cálculos del egoísmo y del interés, á un soberano débil e irreflexivo, que dominando por el engreído favorito á quien había hecho árbitro absoluto de los destinos de España no vió que el trono conseguía con la injusta combinación mantener la integridad territorial de Cataluña y las provincias vazcongada, dos de sus más sólidos pedestales, sin pararse
a meditar que empañaba el brillo de esa gloria condenando á la incertidumbre de un oscuro porvenir á un gran número de súbditos fieles y amorosos, los cuales en vista de sus patrióticos antecedentes, más bien que la despojó de sus esperanzas é ilusiones, eran acreedores á la digna recompensa de una gratitud y de un reconocimiento imperecederos». (sic)
Luego de la entrada en vigencia del Tratado Basilea, familias de origen español se trasladaron a Cuba y a Puerto Rico.