Mi Voz, Portada

La tercera dosis y la voz de la ciencia

Leonel Fernández

Santo Domingo, RD .- El anuncio hecho por autoridades del gobierno de que se requeriría una tercera dosis de vacunación para frenar la propagación del virus del Covid-19 en el país, causó sorpresa, asombro y desconcierto. 

Se entendía que íbamos por buen camino en el proceso de vacunación nacional. Bajo el liderazgo del gobierno y la participación de diversos sectores de la vida nacional, se consideraba como un hecho que para fines de este año alcanzaríamos la meta trazada de suministrar dos dosis del fármaco a cerca de 8 millones de personas. 

Pero, de repente, en forma inesperada, ocurrió lo inimaginable. Dos dosis de suministro de vacunas ya no serían suficientes. Ahora se requeriría una tercera. La pregunta que tendríamos que hacernos es, ¿por qué razón? ¿A qué se debe que tengamos que recibir una tercera dosis en el plazo de un mes, utilizando, además, otro tipo de vacuna diferente a las aplicadas con anterioridad?

Hasta ahora, el principal argumento que se ha esgrimido es que serviría para reforzar la inmunidad de nuestros ciudadanos ante la eventualidad del surgimiento de nuevas variantes causadas por las continuas mutaciones que experimenta el coronavirus.   Frente a eso, habría que hacerse otras preguntas. ¿Cómo se sabe que suministrando una tercera dosis de vacuna se puede enfrentar, de manera eficaz, las nuevas variantes del coronavirus? ¿Qué caso específico se conoce, de los países donde esas variantes han hecho aparición, que una nueva dosis de vacuna inmuniza a la población? Si fuera así, ¿cómo se explica, entonces que, en el Reino Unido, en la India, en Sudáfrica o en Brasil, donde las variantes ocasionadas por las continuas mutaciones del coronavirus han causado verdaderos estragos, no se hayan aplicado una tercera, cuarta o hasta quinta dosis?

Simplemente, porque hasta ahora, no han concluido los estudios científicos de laboratorios que evidencien, de manera irrefutable, que el suministro de nuevas dosis de la inoculación resulte  ser la necesaria, segura y efectiva solución a la pandemia.

En la actualidad, en el Reino Unido, un grupo de expertos, identificado como Comité Conjunto sobre Vacunación e Inmunización, realiza estudios a los fines de disponer de la data o información necesaria sobre si la eficacia de la vacunación disminuye luego de seis meses. 

Las empresas farmacéuticas Pfizer y AstraZeneca en estos momentos realizan también estudios e investigaciones para determinar si frente a las variantes se necesitaría una segunda generación de vacunas, adaptada a la nueva realidad de evolución del virus. 

Al no haber nada concluyente aún, ninguna de estas instituciones se ha atrevido a hacer recomendaciones inoportunas que, por el contrario, podrían poner en riesgo la salud de los propios ciudadanos que desean proteger. 

Vacunación dominicana
En la República Dominicana originalmente se contrató la adquisición de 10 millones de unidades de vacunas, en octubre del 2020, con el laboratorio AstraZeneca. Sin embargo, al igual que ha ocurrido con otros países, especialmente en Europa, dicha entidad no logró cumplir a tiempo con nuestro país. 

Tanto es así, que ocho meses después del referido contrato, solo hemos recibido 470 mil dosis.

Pero, además, el gobierno dominicano contrató la adquisición de 9.9 millones de unidades con Pfizer-BioNTech, de las cuales también, hasta ahora, solo han llegado unas 436 mil. 

Si bien es cierto que a nivel global se habló de la creación de un mecanismo multilateral de cooperación y distribución de vacunas, bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), conocido como COVAX, lo cierto es que, en la práctica, dicho programa no pudiera catalogarse precisamente como de exitoso. De un total de 436 mil vacunas que hemos debido recibir por esa vía, hasta la fecha, apenas hemos recibido en dos envíos, 275 mil unidades.

En síntesis, si la República Dominicana hubiese dependido únicamente de estas tres vías previamente enunciadas de suministro de las vacunas, ocho meses después del inicio de su distribución a nivel global, solo habría podido disponer de 1 millón 181 mil, todo lo cual habría sido absolutamente insuficiente para atender las demandas de nuestra población. 

Por esa razón, el gobierno se vio compelido a la búsqueda de la única solución que resultó posible en medio de aquellas difíciles circunstancias: la Sinovac de China. 

En virtud del contrato suscrito con esa nación asiática, la República Dominicana debe recibir 15.8 millones de unidades de vacunas. Hasta el momento, con gran diligencia y eficacia de la farmacéutica china, nuestro país ha recibido 10.7 millones, con lo cual solo le resta cinco millones de unidades. 

Como resultado de la ejecución del Plan Nacional de Vacunación, hasta el momento cinco millones de personas han recibido la primera dosis del compuesto químico; y 2.9 millones con ambas dosis. En otras palabras, 7.9 millones de dosis han sido inyectadas en nuestra población. 

La voz de la ciencia
Si la meta fuese la de vacunar a la totalidad de nuestra población, es decir, ancianos, adultos, adolescentes y niños, esto alcanzaría a 11 millones de habitantes. Si se inyectasen dos dosis, esto significaría el uso de 22 millones de unidades. 

Sin embargo, resulta extraño que, sin haberse decidido la necesidad de una tercera dosis, ya el gobierno dominicano había ordenado la adquisición de 37 millones de unidades. ¿Qué se pensaba hacer con los 15 millones de unidades restantes? ¿Se excedió el gobierno en la adquisición del número de vacunas requeridas?

Aun en el caso de que hubiese una tercera dosis para toda la población, sobrarían unos cuatro millones del fármaco. ¿Qué se pretendía hacer con eso?

No resulta claro. Pero menos claro aún resulta la insistencia del gobierno en acelerar la aplicación de una tercera dosis, en un periodo tan corto, de tan solo un mes, luego de la inoculación inicial, cuando, a nivel internacional, apenas se están iniciando los ensayos clínicos sobre la duración de la inmunidad, la necesidad de aplicar refuerzos y la posibilidad del intercambio de vacunas. 

Al referirse sobre el particular, la OMS y la OPS han afirmado de manera categórica que: “A la fecha no existe evidencia científica sobre si es necesario aplicar una o varias dosis de refuerzo de estas vacunas después de finalizar la pauta vigente de dos dosis para cada una y el tiempo en el que deban aplicarse; sin embargo, hay investigaciones en curso que se continúan monitoreando.”

Ninguna de las dos organizaciones internacionales de la salud niega la posibilidad de que en el futuro resulte necesaria la aplicación de una tercera dosis. Eso es posible, no se está negando. Lo que están tratando de hacer comprender es que proceder en lo inmediato a una tercera dosis de vacunación resulta inoportuno, arriesgado y extemporáneo.

Nos parece atinado acoger ese llamado a la prudencia, a no adelantarnos a los acontecimientos, sino de esperar los resultados de investigaciones en curso para, de esa manera, tener la certeza de la viabilidad y seguridad del plan posible, ya sea de una segunda generación de vacunas, o de la aplicación de una tercera dosis. 

Pero para esto, el gobierno debe prestar mayor atención a los resultados de la ciencia.