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Horacio Ornes cuando era conducido detenido. A su derecha un grupo de sus compañeros en prisión.
Los expedicionarios de 1949 no recibieron apoyo interno
El grupo, comandado por Horacio Ornes, vino en el hidroavión Catalina, que había despegado en la tarde del día 19 de junio de 1949, del lago Izabal, en Guatemala, el cual amarizó en aguas de la Bahía de Luperón, a las 7 de la noche.
Por Héctor Tineo Nolasco
PUERTO PLATA, el 19 de junio de 1949, amarizaron en la Bahía de Luperón, en la provincia Puerto Plata, dominicanos y extranjeros para iniciar una lucha armada contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina.
El grupo, comandado por Horacio Ornes, vino en el hidroavión Catalina, que había despegado en la tarde del día 19 de junio de 1949, del lago Izabal, en Guatemala, el cual amarizó en aguas de la Bahía de Luperón, a las 7 de la noche.
Antes de salir de Guatemala enfrentaron múltiples dificultades y en la ruta sufrieron el impacto de una turbulencia.
Integraron el grupo, además Horacio Ornes, quien lo comandaba; Tulio Hostilio Arvelo Delgado, Hugo Kundhardt, Miguel Feliú Arzeno, Federíco Horacio (Gugú) Henriquez Vásquez, José Félix Córdoba Boniche y José Rolando Martínez Bonilla.
También vinieron en el avión Catalina, Manuel Calderón Salcedo, Alberto Ramírez, Salvador Reyes Valdez, Alfonso Leiton y Alejandro Selva.
El mando del grupo, con el grado de coronel, lo ostentaba Horacio Ornes, quien hizo la precisión en su obra «Desembarco de Luperón», editada en San José, Costa Rica, en el año 1955.
Ornes había participado en la expedición de Cayo Confites y en la revolución de Costa Rica en 1948, donde dirigió la toma de Puerto Limón y fundó la Legión Caribe.
La tripulación del hidroavión Catalina, la formaban el Capitán piloto John M. Chewing; el copiloto Habet Joseph; y el ingeniero mecánico George Raymond Scruggs, todos de Miami, Florida, Estados Unidos.
A las 7 de la noche
En su relato del acontecimiento, Horacio Ornes registró que eran las siete de la noche cuando se encontraron frente a Luperón. Precisa que una vez que Luperón y su bahía fueron identificados y explorados desde el aire, el piloto recibió la orden final de amarizar de acuerdo con los planes.
Sin embargo, «por razones técnicas el Capitan Chewing no pudo cumplir la orden de perder altura sobre el mar, viéndose obligado a planear sobre el mismo poblado. El incumplimiento de esa parte del plan dio por resultado, precisamente, lo que se quería evitar: los habitantes de Luperón se aglomeraron en el muelle», por lo extraño del acontecimiento, ya que nunca habían visto un hidroavión acuatizar en el lugar.
«La gente, además, pensó que se trataba de un accidente y corrieron a prestar auxilios» y ofrecieron espontánea ayuda para atracar el aparato.
Horacio Ornes destaca que dos hombres, en una yola, se acercaron a la «Catalina» y llevaron a tierra un cable tirado por dos hombres, con el cual se pusieron a corta distancia del muelle a donde saltaron con las armas preparadas para disparar. «A pesar de esa cooperación la maniobra tardó más tiempo del calculado originalmente».
Lo primero que hicieron los expedicionarios al bajar a tierra fue comenzar a desarmar a las autoridades presentes, lo que permitió descubrir a los vecinos de Luperón que se trataba de exiliados trujillistas que habían venido a combatir el régimen.
La misma noche del desembarco, Kundhardt mató por error a Ramírez, quien lo hirió de cuidado, en el momento que el primero se dirigía a tomar las Oficinas de Correos y Telégrafos, y disparó contra Ramírez al no identificar su voz, quien disparó su arma al ser herido. La tragedia llenó de consternación a los vecinos y creó una dificultad a los expedicionarios.
Asimismo, no llegaron los expedicionarios que debían venir en otros hidroaviones capitaneados por los generales Juan Rodríguez y Ramírez, y el doctor Fernández Ortega.
Los expedicionarios también se percataron de que no estaba listo el frente interno que lo apoyaría y que se sumaría a la lucha que comenzaría en Luperón.
Al percatarse de que el pequeño grupo de nueve hombres no podrían resistir las fuerzas de la dictadura, intentaron abandonar el país en el hidroavión, pero la nave encayó y fue ocupada por una unidad de la Marina de Guerra que llegó al lugar.
De los hombres de la gesta de Luperón murieron Hugo Kunhardts, Federíco Horacio (Gugú) Henriquez Vásquez, Salvador Reyes Valdez, Manuel Calderón Salcedo, Alejandro Selva, Alfonso Leiton y Alberto Ramírez.
Horacio Ornes, uno de los sobrevientes de la gesta de Luperón, en su libro «Desembarco de Luperón», que dedica al grupo, afirma ellos son héroes y mártires de la lucha por la democracia en República Dominicana.
«Ellos cayeron en Luperón levantando valientemente la Bandera de la Liberación Nacional, en gesto que es paradigma de nobleza, coraje y sacrificio. Sus nombres serán siempre recordados por los dominicanos, que ya han levantado en sus corazones el más grande y sencillo monumento a sus hermosas ofrendas a la libertad de un pueblo oprimido por la bestial tiranía trujillista».
El acontecimiento, ocurrido el 19 de junio de 1949, constituyó el primer intento de exiliados dominicanos y amigos extranjeros de contribuir a la caída de la dictadura de Trujillo.