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Cuando los “gavilleros” azotaban los ingenios y el gobierno pactaba con ellos

Los gavilleros, que luego enfrentaron a tropas de la ocupación estadounidense en las primeras décadas del siglo XX, impusieron el caos y el pillaje, situación que obligó al gobierno dominicano a pactar con ellos, a fin de que no continuaran desvalijando los ingenios azucareros.

El historiador Orlando Inoa hace un detallado relato sobre el sistema de chantaje y atracos implementado por gavilleros antes y durante la ocupación norteamericana del 1916, cuyas autoridades tuvieron que enfrentar con las armas a los delincuentes denominados “revolucionarios”.

En su libro “Trabajadores inmigrantes en República Dominicana”, recientemente publicado, el investigador cuenta que tras el asesinato del presidente Ulises Heureaux en el 1899 se desencadenó una anarquía política en la República Dominicana que se expandió hasta la intervención norteamericana del 1916.

“Desde los primeros años del siglo XX se formaron grupos de asaltantes armados conocidos como gavilleros que atemorizaron a campesinos y terratenientes con extorsión, chantaje y muerte. Estos asaltantes merodeaban por todas partes del país, pero especialmente en la región este”, explica Inoa.

Indica que las explicaciones más usuales sobre la proliferación del bandolerismo en el este coinciden en señalar la expansión de la industria azucarera como el origen de ese problema.

También, dice, se alude como la causa principal del fenómeno el despojo de muchos campesinos en el proceso de concentración de la tierra en mano de corporaciones azucareras.

Expresa que para otros la falta de caminos, la posibilidad de esconderse en el bosque y el llamado “tiempo muerto”, que se extiende por seis meses en los enclaves azucareros, facilitaron la proliferación de bandoleros y asaltantes en la época. “Quizás, agrega, todas estas variantes actuaron simultáneamente para producir el fenómeno social conocido como el gavillerismo”.

De acuerdo al autor, durante esos años de inestabilidad, las revueltas revolucionarias en la República Dominicana se detuvieron en la puerta de los ingenios. Sin embargo, a partir del 1914, las depredaciones de los “revolucionarios” se hicieron frecuentes, especialmente la quema de cañaverales y los robos en las
“Al terminar la zafra en el verano de 1915 y comenzar el “tiempo muerto”, la actividad de los gavilleros creció de manera asombrosa en comparación con años anteriores”, expresa.

Inoa reproduce un reporte del 14 de junio de ese año que el gobernador de San Pedro escribió al procurador fiscal de la provincia informándole que:

“…anteayer en la tarde se presentó en el batey del ingenio Angelina un grupo de gavilleros encabezado por los nombrados Prebisterio Hernández, Manuel Joaquín Aybar, Vicente Evangelista y Belelo Dalmasí, en número de treinticinco hombres, montados a caballo, y después de atropellar, golpeándolo, al cajero de dicho ingenio, señor Eliseo Rodríguez, le exigieron la entrega del dinero que había en la caja fuerte confiada en su custodia, a lo cual dicho señor tuvo que acceder obligado por la fuerza. La suma robada por los salteadores asciende a setecientos y pico de pesos”.

Criticados acuerdos

Inoa divulga diversos hechos delincuenciales protagonizados por gavilleros y afirma que la respuesta del Gobierno fue pactar con ellos, “lo que también fue secundado por los dueños de los ingenios que se vieron con las manos atadas ante la imposibilidad de impedir las actividades delictivas en contra de sus propiedades.

“Eso ocurrió antes de producirse la intervención norteamericana, cuando las compañías azucareras no veían a corto plazo la solución de su problema”, agrega.

No obstante, da cuenta de que Juan Bautista Vicini, vicepresidente de la General Industrial Co., empresa propietaria del ingenio Angelina, protestó por el acuerdo al considerarlo favorable para los gavilleros.

Inoa publica una carta de Vicini, enviada el 6 de noviembre de 1915 al secretario de Interior y Policía, en la que el empresario alegaba que en ese pacto fue convenido que el Gobierno pagaría a los propietarios del ingenio la suma que la gente armada [les] había robado violentamente. “Venimos, pues, por la presente, a suplicar a usted la bondad de someter al Consejo de Gobierno nuestra protesta y nuestro reclamo por el pago de la suma desvalijada”, terminaba diciendo Vicini en la comunicación.

El investigador plantea que la acción del gobierno de pactar con los revolucionarios, aunque sorprendió a muchos, era algo que se veía venir ya que el secretario de Interior y Policía, Enrique Jimenes, tenía particular interés en negociar con ellos y veía con preocupación la vulnerabilidad de los ingenios frente a los gavilleros.

El convenio fue efectuado el 5 de agosto de 1915, según Inoa, entre el secretario Jimenes y los generales Salustiano de Goicochea (Chachá), Vicente Evangelista (Vicentico) y otros generales más, que fungían como jefes del movimiento revolucionario del este.

“Al terminar la zafra en el verano de 1915 y comenzar el tiempo muerto, la actividad de los gavilleros creció de manera asombrosa en comparación con años anteriores”, expresa Inoa en su obra.
Este acuerdo, puntualiza Inoa, contradecía las proclamadas aspiraciones revolucionarias del grupo y complacía solo aspiraciones de tipo personal: contrata para la construcción de dos carreteras para los generales Goicochea y Calcaño, quitar una querella judicial que pesaba contra este último, y poder de decisión en la designación de guarda campestre en los ingenios Angelina, Consuelo y Santa Fe”, precisa.

El autor señala que a finales de 1915 Steward L. Johnson, chargé d’ affair del Gobierno norteamericano en Santo Domingo, publicó una carta en la que responsabilizaba a Horacio Vásquez “si los norteamericanos se veían en la obligación de desembarcar tropas para pacificar el país”.

Al respecto, el historiador acota: “Como reacción a esa carta, Chachá Goicochea atacó la oficina de aduanas de La Romana e inició una serie de ataques a los ingenios azucareros. Ante este hecho, los dueños de los ingenios se negaron a seguir pagando el soborno que a través de Enrique Jiménez servía para pacificar a los guerrilleros”.

Conforme al relato, cuando se produjo la intervención norteamericana en el 1916, debido a que los dueños de ingenios habían pactado con Chachá, “le solicitaron al gobernador militar no enviar topas a San Pedro de Macorís por temor a que esta acción provocara un levantamiento armado. Forzado por la falta de tropas para controlar la región esta decisión fue mantenida hasta que el Gobierno Militar decidió, a principios de 1917, enfrentar la situación de anarquía que reinaba en el Este”.

Inoa señala que con esta acción los líderes gavilleros vieron amenazados tanto su prestigio como su poder, los cuales se derivaban del sistema de chantaje que sin control de ninguna especie implementaban en la zona. “La reacción natural ante esta situación fue declarar la guerra a los norteamericanos”, argumenta.

Estudio de diversas migraciones

Con la publicación de la obra, Inoa concluye 33 años de estudios sobre las migraciones proletarias en la República Dominicana y su conexión con el mundo azucarero.

El historiador revela que para hacer la investigación tomó como modelo el texto de Harry Hoetink, “El pueblo dominicano”: 1850-1900. Apuntes para su sociología histórica”, publicado en formato de libro en Santiago, por la Universidad Católica Madre y Maestra, en el 1971.

Agrega que quiso trazar una historia social de estos trabajadores que vinieron a la República Dominicana a finales del siglo XIX (los haitianos lo hicieron a principios del XX), en búsqueda de oportunidades para mejorar sus vidas, como ocurre siempre con los migrantes.

“Esta fuerza de trabajo fue atraída por las ofertas de colocación en la naciente industria azucarera, oportunidad que aumentaba cada vez más porque después de la crisis que provocó la baja del precio internacional del azúcar en el 1884, que se reflejó en el país en una drástica baja en el salario de ese sector, los dominicanos se negaron a trabajar en la plantación azucarera”.

En la publicación del sello editorial Letra Gráfica, Inoa aporta datos relevantes y aclara mitos sobre las inmigraciones de haitianos, árabes, cocolos y chinos a la República Dominicana, en un texto de 414 páginas, ilustrado con fotografías.

Texto: Emilia Pereyra para Diario Libre
Foto: Dos gavilleros ilustrados en el libro de Inos