Por Teófilo Lappot Robles
Aquí, allí, acullá y más allá los ríos, corrientes de agua en circulación, han sido a través del tiempo escenarios para hechos de raigambre histórica.
Las riberas de importantes ríos han dado origen a civilizaciones completas, han servido de asiento para el desarrollo de no pocas expresiones culturales, y han sido fuente para el nacimiento de pequeñas aldeas que luego se han convertido en grandes ciudades.
Ejemplos limitados de lo anterior: París (Sena); Londres (Támesis); Santo Domingo (Ozama); Washington (Potomac); Higüey (Duey y Quisibaní); Berlín (Spree, Havel); Santiago de los Caballeros (Yaque del Norte); Buenos Aires (Río de la Plata); New York (Hudson); Madrid (Manzanares); Moscú (Moscova); La Habana (Almendares).
Los ríos han tenido un papel de primer orden en la gran aventura que ha sido la humanidad, desde los tiempos prehistóricos hasta el presente. Nunca podrán disociarlos del sedentarismo, del nomadismo y de las migraciones en sentido general.
La arqueología, la antropología, la sociología, las religiones y la cultura en todos sus aspectos se nutren en gran medida de los ríos y sus cuencas hidrográficas.
Varios ríos forman parte importante de la historia nacional. Fueron lugares claves desde las primeras luchas de los indígenas y los conquistadores españoles, en la última década del siglo XV; hasta hace 56 años cuando patriotas dominicanos se enfrentaron en abril de 1965, en la periferia del río Ozama, a los invasores estadounidenses y tropas de gobiernos títeres de América Latina reforzados por traidores criollos.
El río Haina está estampado en las páginas amarillas del pasado dominicano. Su hidrogeografía nace en la loma El Zumbador, de la Cordillera Central, y 86 kilómetros después, nutrido con el agua de sus numerosos tributarios, desemboca en el mar Caribe.
Ese río puede ser considerado como un tesoro ecológico dominicano, por su configuración y por la hermosa historia que lo acompaña.
En su desembocadura, por su frecuente turbidez, el río Haina hace recordar, guardando la distancia, la descripción que Jorge Luis Borges hizo del Mississippi en su obra titulada Historia Universal de la Infamia: “…es río de pecho ancho…Es un río de aguas mulatas…”
A unos tres kilómetros antes de depositar su agua dulce en el mar Caribe en una de sus orillas se edificó en el siglo XVI el ingenio azucarero Engombe, que inicialmente era el complejo arquitectónico llamado Santa Ana.
Santa Ana fue una de las primeras centrales azucareras de América. En sus ruinas todavía quedan yambos coronados de pomarrosa, tal vez descendientes de los que describieron en esa zona viajeros de antaño.
Los indios taínos y los conquistadores-colonizadores españoles libraron varias batallas, tanto en sus riberas como en su estuario.
William Goodson
Del río Haina escribió bastante Cayetano Armando Rodríguez en su Geografía Física, Política e Histórica de la Isla de Santo Domingo, publicada en el 1915. Al referirse a su importancia estratégica para la defensa de la capital dominicana señaló que: “…en tiempos atrás, en la boca del río, hubo una batería formada en una lengua de tierra cuya posición era ventajosa porque dominaba gran porción de terreno en el codo que forma el río.”1
Aunque hay confusión si fue en el río Nizao o en el Haina, ha sido más común ver en las crónicas del pasado que en el 1655 miles de tropas inglesas hicieron tierra por la desembocadura del río Haina, por órdenes del terrible gobernante Oliverio Cromwell.
En su libro titulado La derrota de Penn y Venables en Santo Domingo, 1655 Bernardo Vega hace referencia a esa controversia, indicando que:
“el general Venables se ubicó en el buque del vicealmirante rumbo a Haina…”Añade ese autor que en sus memorias Venables dice que le preguntó a Goodson “si no habían llegado ya al río Haina.”2
Días después del referido desembarco dichas tropas, con el bicéfalo mando del almirante William Penn y el general Robert Venables, fueron derrotadas por lanceros criollos en quienes ya comenzaba a germinar, aunque a la sazón de manera difusa, la idea de la dominicanidad; así como por españoles coloniales avivados por Don Bernardino de Meneses Bracamonte y Zapata, el célebre Conde de Peñalba.
Cuando la República Dominicana fue anexada a España el río Haina fue escenario de varios combates entre los patriotas dominicanos y las tropas de ocupación. Un enfrentamiento memorable ocurrió en el entonces paseo de La Angostura, el 28 de julio de 1864.
Ese día los restauradores, al frente del coronel Eusebio Evangelista, en otra formidable demostración de la determinación de libertad del pueblo dominicano, derrotaron a los españoles, que se desperdigaron por el tupido boscaje que había en aquel tiempo por los alrededores.
En sus notas de memorias Valeriano Weyler Nicolau, uno de los más terribles generales españoles destinados aquí y en Cuba, narra la amarga experiencia que sufrió en el río Haina: “…salí con una columna de 130 hombres, que había de dejar a la orilla del Jaina, por no haber balsas para pasarlos…apenas vadeado el río, nos emprendieron a tiros los insurrectos, y salimos a golpe tendido, oyendo silbar centenares de balas…”
En su ensayo Los Apuros de Weyler en Santo Domingo, el historiador Leonidas García Lluberes recoge con más detalles lo que realmente ocurrió. Citando un trabajo publicado por el escritor E. González Fiol el 18 de febrero de 1922 en la revista La Esfera, de Madrid, España, resume que en el río Haina tuvo el referido capitoste español “el más difícil momento de su accidentada carrera militar.”3
Sobre los combates del 28 de julio de 1864, desarrollados en ambas orillas del río Haina, cerca del mencionado, y ya desaparecido, paseo de La Angostura, también hace referencia Emilio Rodríguez Demorizi en el volumen I de su recopilación titulada Hojas de Servicios del Ejército Dominicano.4
Para que se vea que el río Haina ha dado para muchas cosas, hace casi doscientos años el escritor e investigador escocés Charles Mackenzie al referirse a él escribió lo siguiente: “…cruzamos en un bote ferry, que corre sobre un cable extendido a través del río. El río es profundo y rápido, con tiburones de un inmenso tamaño retozando sin ninguna restricción…”5
Es pertinente señalar que la importancia del río Haina también es de gran impacto económico para el país. Los poderosos puertos de Haina oriental y occidental son sólo un ejemplo de eso.
Ojalá las autoridades gubernamentales, en cumplimiento de la Ley 64-00, de Recursos Naturales y Medio Ambiente, inicien ya el rescate del río Haina, cuyo lecho es un depósito de limo, lodo y muchas inmundicias, que lo han convertido en un reservorio de polución.
Bibliografía:
1-Geografía física, política e histórica de la Isla de Santo Domingo. Impresora J.R. Vda. de García. 1915. Cayetano Armando Rodríguez.
2-La derrota de Penn y Venables en Santo Domingo,1655.Editora Búho, 2013.P39. Bernardo Vega.
3-Los apuros de Weyler en Santo Domingo. Revista Clío No. 98, año 1954.Volumen XXII.P 24.Leonidas García Lluberes.
4-Hojas de Servicios del Ejército Dominicano. Editora del Caribe,1968, volumen I.P.423.Emilio Rodríguez Demorizi.
5-Notas sobre Haití, publicado en el año 1830.Primera edición en español, 2016.AGN.P.214. Charles Mackenzie.