SANTO DOMINGO, el 16 de abril de 1822, abandonó la ciudad de Santo Domingo, con destino a Venezuela, el licenciado José Núñez de Cáceres, quien el 1 de diciembre de 1821 había proclamado el Estado independiente de Haití Español, período que se conoce en la historia dominicana como la «Independencia Efímera».
Viajó en compañía de su familia.
El proyecto de José Núñez de Cáceres fracasó porque no recibió el apoyo de la Gran Colombia que lideraba Simón Bolívar.
Núñez de Cáceres había nacido en la ciudad de Santo Domingo, el 14 de marzo de 1772, hijo del matrimonio de Francisco Núñez de Cáceres y María Aybar.
Cursó sus estudios en la Universidad de los padres dominicos, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde alcanzó el título de licenciado en leyes. Desde muy joven ocupó funciones públicas en el Gobierno de la Colonia de España.
En el año 1808, fue nombrado Relator Interior de la Real Audiencia, con funciones en Puerto Príncipe y Cuba. En el año 1810, fue designado Teniente Gobernador, Asesor General y Auditor de Guerra de Santo Domingo, así como Oidor honorario.
Cuando se ejecutó el Tratado de Basilea, en virtud del cual España le entregó a Francia su colonia de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo, José Núñez de Cáceres se trasladó a Camagüey, Cuba, donde permaneció hasta que España reconquistó su antigua colonia.
El historiador César Herrera, en su obra «Divulgaciones Históricas», resalta que al licenciado José Núñez de Cáceres, le tocó la suerte de afrontar una situación al borde del caos cuando llegó a Santo Domingo para asumir sus funciones de Teniente Gobernador, Asesor General de Gobierno, y Auditor de Guerra de Santo Domingo».
En el año 1815, el licenciado José Núñez de Cáceres, se convirtió en el primer Rector de la restaurada Universidad de Santo Domingo.
El 1 de diciembre de 1821 hizo la primera proclamación de la independencia nacional, motivado por el estado de abandono en que España mantenía su colonia de Santo Domingo.
Cuando Haití ocupó la parte oriental de la Isla de Santo Domingo, el 9 de febrero de 1822, Núñez de Cáceres tuvo que entregarle las llaves de la ciudad al Presidente haitiano Jean Pierre Boyer y viajó a Venezuela, donde se dedicó al ejercicio del periodismo.
En la patria de Bolívar, fundó los periódicos «El Cometa», «El Constitucional Caraqueño», «El Relámpago», y «El Cometa Extraordinario».
Por sus posiciones políticas tuvo que salir de Venezuela en el año 1828 y se estableció en México.
Al llegar a México, José Núñez de Cáceres, se estableció en Puebla, y luego en San Luis de Potosí, hasta fijar su residencia definitiva en la ciudad de Victoria, Estado de Tamaulipas, donde murió el 11 de septiembre de 1846.
El historiador Rufino Martínez, en su «Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano 1821-1930», apunta que en Tamaulipas, Núñez de Cáceres tuvo actuación de ciudadano, primero como abogado, y luego desempeñando el cargo de Fiscal de la Corte Suprema.
Por sus méritos y servicios en Tamaulipas, el Congreso le otorgó el título de «Ciudadano Benemérito del Estado».
«Luego fue favorecido con el cargo honorífico de Senador, al que siguió el de Tesorero de la Hacienda Pública».
El doctor Joaquín Balaguer, en su obra «Historia de la Literatura Dominicana», anota que al morir, el 11 de septiembre de 1846, el Congreso de Tamaulipas ordenó que el nombre de José Núñez Cáceres fuera grabado con letras de oro en el recinto legislativo.
Los restos de José Núñez de Cáceres fueron repatriados en el año 1943. Hoy descansan en el Panteón Nacional, en la calle Las Damas de la ciudad de Santo Domingo.
«José Núñez de Cáceres desarrolló una intensa labor periodística y literaria bajo el régimen de la «España Boba». Frecuentó asiduamente durante los últimos años de la colonia, el campo de la poesía, el de la cátedra, el de la tribuna académica, el de la polémica y el del artículo de combate».
En opinión del doctor Balaguer, «Su actividad intelectual pone de relieve, durante este tiempo, la asombrosa inquietud de este espíritu batallador que bien pronto debía recoger, en la elocuente Proclama de la Independencia en 1821, el pensamiento de la libertad que ya ardía en la conciencia de muchos dominicanos.
«Así como Francisco Morillas había celebrado, algunos años antes, el triunfo de las armas españolas en la Sabana Real de la Limonade, Núñez de Cáceres entona un canto lleno de fervor patriótico a la gesta del brigadier Juan Sánchez Ramírez, en la Batalla de Palo Hincado».
«Débil de entonación y sin verdadera fuerza épica, talvez demasiado ceñido a los fríos moldes de la poesía clásica, ese canto carece de pompa y de vida como composición destinada a recoger en sus estrofas un eco del himno de las victorias militares, pero revela el entusiasmo de su autor por la libertad y desnuda, de cuerpo entero, al prócer de la primera independencia dominicana.
«Núñez Cáceres dejó, como cultivador del verso, diez o doce fábulas notables, no sólo por el fondo moral, desnaturalizado a veces por la alusión personal y la intención satírica, sino también porque en la mayoría de ellas asoma la garra de este temperamento de polemista que manejó con rara habilidad la invectiva y el sarcasmo».
Para avalar su opinión, Balaguer cita como ejemplo la composición » La araña y el águila». A su juicio:
«Basta a la Gloria de Núñez de Cáceres, como escritor, los documentos que redactó en las tres ocasiones solemnes en que le tocó asumir la representación del país para proclamar su derecho a ser libre o para exigir de la Metrópoli el remedio requerido por los males de la colonia: la «Declaratoria de Independencia del Pueblo Dominicano», proclama dirigida al mundo y redactada con la elevación propia de la grandeza de aquel momento histórico; el discurso que pronunció el 9 de febrero de 1822, para entregar a Boyer las llaves de la ciudad de Santo Domingo, dondeincrepa al déspota advirtiéndole que las desemejanzas de costumbres y el idioma establecían entre las dos porciones de la isla un muro infranqueable como los Alpes y los Pirineos»;
«Y la exposición que el 26 de junio de 1813, elevó al Mariscal de Campo Carlos Urrutia, donde pinta, con lenguaje patético, la situación del país, ‘amaestrado por las vicisitudes», y donde declara con arrogancia que el hombre a quien le asiste la verdad permanece imperturbable hasta cuando sobre su cabeza se desploma la máquina del mundo».
El licenciado Núñez de Cáceres, murió el 11 de septiembre de 1846, en la ciudad de Victoria, México