José Joaquín Pérez se había destacado como poeta, periodista, abogado y político. Sus trabajos se publicaron en los diarios y revistas de la época.
Por HTN
Diariodominicano.com
SANTO DOMINGO, el 6 de abril de 1900, falleció en la ciudad de Santo Domingo, el poeta José Joaquín Pérez. Había nacido en la ciudad de Santo Domingo el 27 de Abril de 1845.
José Joaquín Pérez se había destacado como poeta, periodista, abogado y político. Sus trabajos se publicaron en los diarios y revistas de la época.
Estudió en el Seminario de Santo Domingo y completó sus estudios bajo la dirección del presbítero Fernando Arturo de Meriño. La primera poesía que compuso fue un soneto a su maestro Monseñor Fernando Arturo de Meriño, quien había sido deportado por el presidente Pedro Santana.
De joven se dedicó a la poesía y a los 17 años, dio a conocer un soneto de rechazo a la anexión de la República Dominicana a España.
El presidente Báez lo deportó a Venezuela y regresó al país después del triunfo de la Revolución del 23 de noviembre de 1873. En 1877 publicó Fantasía Indígena, colección de composiciones en versos que incluye sus páginas líricas más significativas.
Entre las funciones públicas que ocupó se cuentan Oficial Mayor del Ministerio de lo Interior; Ministro de Relaciones Exteriores; Diputado al Congreso Nacional; Miembro de la Asamblea Constituyente; Ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública y Magistrado de la Suprema Corte de Justicia.
José Joaquín Pérez también colaboró con El Nacional, de la sociedad La República, El Hogar, La Revista Ilustrada, Letras y Ciencias y en los Lunes del Listín. Dirigió los periódicos La Gaceta Oficial, Eco de la Opinión y El Porvenir.
En 1884, como Ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública, intentó poner en práctica varias iniciativas como la creación de escuelas ambulantes en las secciones más pobladas del país, pero no logró su objetivo por la renuncia del presidente Francisco Javier Billini.
José Joaquín Pérez encabezó los primeros exámenes que se realizaron en la escuela normal de Santo Domingo para poner a prueba el modelo de Eugenio María de Hostos y presidió la investidura de los primeros normalistas del país.
Es considerado como el máximo representante del romanticismo poético dominicano y una figura destacada del movimiento indigenista en América Latina.
Lo más notorio de su obra poética es el indigenismo, pues basándose en tradiciones, leyendas e informaciones históricas relacionadas con los primitivos habitantes de La Española, escribió acerca del destino de la raza taína tras la llegada de los colonizadores. Por ello es calificado como «El cantor de la raza indígena»
Entre los poemas de José Joaquín Pérez se destaca su canto al río Ozama, lo que permite a las nuevas generaciones tener una idea de lo que fue en el siglo 19 esa fuente de agua de la Capital.
José Joaquín Pérez se refiere a las aguas cristalinas del Ozama y al canto de los pájaros que caracterizaba su entorno.
En el año 1876, editó «Contornos y relieve». En 1877, José Joaquín Pérez publicó «Fantasías Indígenas», basada en tradiciones de la sociedad aborigen.
Al morir el 6 de abril de 1900, José Joaquín Pérez también dejó escrita la novela «Flor de Palma» y un estudio de la narrativa de Manuel de Jesús Galván y la novela Enriquillo, entre otros trabajos. (Poesía Dominicana)
De José Joaquín Pérez
La vuelta al hogar
Ondas y brisas, bruma, rumores,
suspiros y ecos del ancho mar,
¡adiós! que aromas de puras flores,
¡adiós! que todo cuanto se alcanza,
dicha, esperanza,
y amor me llaman allá en mi hogar.
¡Ya ve el proscrito sus patrios lares!
Ve azules cumbres lejos sombrear
grupos de nieblas crepusculares,
y el ansia siente del paraíso
que darle quiso
Dios en el seno del dulce hogar…!
Si peregrino, si solitario,
otras regiones se fue a cruzar
la ley temiendo de un victimario,
¿el caos qué importa si un sol luciente
brilla en su frente
y hoy sonriendo vuelve al hogar?
¡No más torturas en su alma libre!
¡No más memoria de su pesar!
¡No el odio estéril sus rayos vibre,
que el patriotismo ya sólo espera
por vez primera
calma y consuelo bajo el hogar!
Virgen de América, suspiradora
cautiva indiana, vuelve a gozar;
si atrás hay sangre, luz hay ahora…
Ayer el hierro y hoy es la idea…
¡Tu gloria sea
ver a tus hijos junto al hogar!
¡Cuán bella eres acariciando
todos unidos los que al vagar,
-errantes unos y otros luchando-
sufrieron ruda la tiranía
que hacer quería
huérfanos tristes sin pan ni hogar…!
¡Ya no hay festines patibularios!
¡Ya no hay venganzas con que saciar
su vil conciencia crueles sicarios!
¡Ya no hay vencidos ni vencedores!
¡Sólo hay de flores
castas coronas en el hogar…!
¡Mi dulce Ozama! Tu bardo amante
a tus riberas torna a cantar,
y tras él deja, por ti anhelante,
lejanos climas y humilde historia,
tierna memoria
¡del peregrino vuelta al hogar…!
Bajo tus ceibas y tus palmares,
sobre tu césped y entre el manglar
aún se oye el eco de los cantares
de aquella infancia, fugaz, que en horas
engañadoras
llenó sus sueños de amor y hogar!
Y, ¡ven! le dice cada paloma
tímida y mansa que ve cruzar
desde la cumbre de enhiesta loma,
cuando las alas tiende y su arrullo
mezcla al murmullo
del río que baña su dulce hogar!
Y, ¡ven! le dice ronco el estruendo
que hace en las rocas lejos el mar…
¡El mar!, que un día su adios oyendo
fue de ola en ola su adios llevando,
luego tornado
con hondos ayes del pobre hogar!
Y todo cuanto su ser le diera!
¡Ven! dice el polvo que va a besar
donde mañana como postrera
ráfaga cruce su vida breve,
donde se eleve
su tumba humilde junto al hogar!
Así, -suspiros, brisas, rumores,
lánguidas ondas y ecos del mar-,
adios decidme, que todo: amores,
gloria, esperanza, paz bendecida,
tiene hoy la vida
del pobre bardo vuelto al hogar…!