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Por Raúl Menchaca
LA HABANA, 2 mar (Xinhua) -- Con una voluntad a toda prueba, el cubano Adolfo Rivera tiene prácticamente concluido un avión ultraligero, construido durante siete años en el garaje de su apartamento, en un barrio costero del oeste de La Habana.
Rivera, un hombre de 70 años, fibroso y de pequeña estatura, ha dedicado casi toda su vida a la construcción de planeadores y aviones, una pasión que le acompaña desde la juventud y de la que no ha podido desprenderse.
Nacido en la sureña provincia cubana de Cienfuegos y radicado hace cuatro décadas en La Habana, el constructor aficionado es ingeniero mecánico, especialidad con la que se desempeñó incluso como profesor universitario, pero que en realidad ha sido una herramienta para acercarse a la aeronáutica.
Después de construir en 45 años cinco planeadores y tres aviones con motor, todos monoplaza, Rivera decidió "meterse en algo más grande", por lo que diseñó y construyó con sus propias manos lo que hoy es el AR-9 ULM.
Las enigmáticas siglas señalan el nombre del constructor, el noveno avión fabricado y el modelo ultra ligero.
La aeronave, un biplaza mayormente de madera con tubos de acero en la cabina, tiene seis metros de longitud, poco más de nueve de envergadura y una carga máxima de 400 kilogramos.
El aparato está inspirado en un avión biplaza Cessna 150 y puede alcanzar una velocidad de hasta 145 kilómetros por hora.
"Ya estoy jubilado y esta probablemente sea la última cosa que haga, así que me inspiré en un Cessna, que es un avión que me gusta mucho y vuela muy bien", explicó Rivera a Xinhua.
Tras presentar los planos y los cálculos, el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC) le otorgó los permisos de construcción en febrero de 2012, lo que abrió una etapa en la que trabaja día tras día en el garaje de su casa.
"En todos estos años le dedica más tiempo al avión que a mi", dijo entre risas Teresa Pentón, esposa de Rivera desde hace 50 años, además de confidente y cómplice en los sueños del apasionado emprendedor cubano.
Pero nada ha sido fácil para el ingeniero, que ha tenido que sortear las carencias económicas de Cuba con la ayuda de sus hijos, quienes viven en España y Francia, y le enviaron algunos accesorios, aunque también recibió ayuda del IACC y del Club de Aviación de Cuba, que le facilitaron algunas piezas.
El avión pasó con éxito algunos exámenes iniciales en tierra, que le permitieron recibir la autorización para comenzar los vuelos de prueba en el verano del año que recién concluyó, pero todo se frustró por la llegada a la isla caribeña de la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19).
"Cuando la pandemia pase podremos hacer las pruebas de vuelo y ya verán cómo volamos", afirmó Rivera con seguridad.
Ahora solo le falta forrar la estructura de la nave con una tela adecuada y hacer acopio de un poco más de paciencia en espera de las pruebas exigidas por las autoridades aeronáuticas de la isla.
El presidente de la Federación de Aviación Deportiva de Cuba, Miguel Ángel Armas, comentó a su vez que la aeronave se puede emplear de diferentes maneras, como en vuelos de patrullaje forestal, como avión escuela para instrucción, en la revisión del tendido eléctrico o incluso "se podría usar también en la agricultura".
Para Armas, sin embargo, no hay duda de que se trata de un avión experimental, aunque después que cumpla las pruebas y reciba la aprobación de vuelo del IACC, podría tener todas esas aplicaciones.
El directivo consideró que con los materiales a mano y varios grupos de ejecutores, en Cuba se pueden construir en un año cinco aeronaves similares, "lo que sería un aporte a la economía del país, porque ahora todos los aviones se importan a un costo mucho mayor".
Mientras tanto, Rivera espera ansioso el fin de la pandemia de la COVID-19 para hacer las pruebas indicadas y salir a volar con su ultra ligero, el colofón del sueño de un cubano que lo construyó a mano en un garaje.