Manuel Díaz Aponte
China y Rusia están inmersas en una altruista labor de solidaridad hacia los países pobres del mundo, incluida América Latina, facilitando el acceso a las vacunas Sinovac y Sputnik V, sus dos estandartes inmunológicos para combatir la Covid-19.
Contrario a las potencias occidentales como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, que decidieron concentrar la distribución de las dosis entre sus ciudadanos, los chinos y los rusos extendieron el brazo solidario más allá de sus fronteras.
Podría alegarse que ambas potencias lo que buscan es ampliar su abanico de dominación global, pero, ¿acaso una emergencia de salud, que ha llevado a la tumba a millones de seres humanos alrededor del mundo, puede ser postergada por la actitud mezquina del liderazgo hegemónico mundial?
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Alianza para las Vacunas GAVI, a través del programa COVAX enviaron las primeras 600.000 dosis, fabricadas por AstraZeneca y destinadas a Ghana (África occidental).
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha demandado y exclamado para que la vacuna llegue a todos los países del mundo. Lo propio ha hecho el Papa Francisco.
Esta crisis sanitaria no puede ser combatida exitosamente si los países ricos no deponen su actitud de indiferencia para que la inmunización sea universal.
“Estoy convencido de que la pandemia que estamos viviendo hoy es tanto una manifestación de un mundo interconectado como una mera interrupción en la incesante marcha hacia un planeta así, en el que pueblos y culturas no pueden sino chocar. En ese mundo —de cadenas de suministro globales, transferencias de capital instantáneas, redes terroristas transnacionales, cambio climático, migraciones masivas y cada vez mayor complejidad—aprenderemos a convivir, a cooperar los unos con los otros y a reconocer la dignidad de los demás, o pereceremos”, narra el expresidente de EE.UU., Barack Obama, en su libro “Una Tierra Prometida”.
Vacunación en América Latina
Las primeras dosis contra el coronavirus aplicadas en Latinoamérica provienen de la República Popular de China y de Rusia.
Argentina, México, Brasil, Perú, Cuba, Venezuela, Ecuador y República Dominicana están entre las naciones que empezaron a vacunar a su personal de salud, y ahora, a los distintos segmentos poblacionales.
República Dominicana recibió el primer lote de 110 kilos de dosis de vacuna Covishield, desarrollada en la India por la empresa AstraZeneca. Posteriormente, obtuvo una segunda partida de 30 mil dosis en donación hecha por La India.
También, desde China, recibió 768,000 vacunas Sinovac adquiridas por el Gobierno dominicano para ser aplicadas dentro del Plan Nacional de Vacunación contra el COVID-19.
La alianza estratégica de China y Rusia hacia Latinoamérica ha crecido, y ahora ante la pandemia se ha puesto de manifiesto.
Esa visión solidaria de ambas potencias en nuestra región se ha fortalecido con visitas oficiales del presidente chino Xi Jinping así como del mandatario ruso, Vladimir Putin.
La potencia asiática ha exportado capitales de préstamos directos y créditos comerciales de casi cero en 1998 a más de US$1,6 billones en 2018. Esta cifra equivale el 2% por ciento del PIB mundial.
Reforma Migratoria
De su lado, Estados Unidos está mirando nuevamente hacia Latinoamérica, tras la asunción al poder del presidente Joe Biden, que ha prometido destinar cuatro mil millones de dólares en Centroamérica, concretamente en Honduras, Guatemala y El Salvador para “frenar” la inmigración de indocumentados hacia territorio estadounidense.
La administración de Biden está en proceso de ejecutar un ambicioso plan migratorio que daría opción de ciudadanía a diez millones de indocumentados en la potencia del Norte,