Medellín, Colombia 7 febrero.- «Es el mejor de los colombianos y nos va a defender una vez más», afirma convencido un vendedor de mazorcas a pocos pasos de la finca del expresidente Álvaro Uribe, cuyo regreso a la política sacude la campaña electoral en un país dividido en torno al proceso de paz.
En su bastión de Medellín, la capital del departamento de Antioquia, orgullosa de sus empresarios y terratenientes, la candidatura al Senado de Uribe anima una intensa campaña para las legislativas del próximo 9 de marzo e impone el tema: ¿vale la pena dialogar con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, comunistas)?.
Para este vendedor, que se dice su «vecino», la firmeza de Uribe frente a las FARC permitió que «los colombianos volvieran a salir» a la calle.
Uribe, que gobernó dos periodos (2002-2006 y 2006-2010), desarrolló una política de combate frontal a las FARC, y con apoyo de Estados Unidos confinó a la guerrilla a las zonas rurales más apartadas del país reduciendo sus combatientes a la mitad, entre 7.000 y 8.000 actualmente.
Cuatro años después de haber dejado la presidencia, el regreso de Uribe a la política «fue una noticia importantísima, lo mejor que podía ocurrir», exclama con entusiasmo Gloria Colorado, una abogada de 35 años que participa en un mitin en Medellín, repleto de simpatizantes y de escoltas.
Con una popularidad de más del 60%, el expresidente, que considera que su sucesor Juan Manuel Santos «traicionó» las promesas con las cuales fue elegido, repite insistentemente el mismo mensaje: «El terrorismo ha recuperado espacios».
En una reciente entrevista con la AFP, Uribe expresó su frustración por cómo se desarrolla en Cuba el diálogo de paz con las FARC.
En su opinión, la guerrilla ha adquirido inmerecidamente el estatus de actor político pese a que continúan sus acciones ofensivas, pues el proceso se cumple sin que se haya pactado un cese bilateral del fuego en Colombia.
2014-02-07 15:37:51