Pekin, China 18 noviembre.- China Barack Obama y el mandatario chino Xi Jinping, durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en China.
Al concluir una visita de tres días a Beijing el miércoles, el presidente estadounidense, Barack Obama, calificó el acuerdo sobre el cambio climático entre los dos mayores contaminantes del mundo como un hecho «histórico» y un «hito importante».
Pero la conferencia de prensa conjunta del Sr. Obama con el presidente de China, Xi Jinping, no fue transmitida ni reportada en China y casi no tuvo lugar, porque los funcionarios chinos se escandalizaron cuando se les sugirió que el Sr. Xi debería responder a las preguntas de los medios de comunicación.
Después de semanas de discusiones, al final las dos partes acordaron aceptar una sola pregunta cada una; New York Times tuvo que dirigir su pregunta al Sr. Obama, y al China Daily en inglés se le entregó una pregunta preparada para el Sr. Xi.
El enorme esfuerzo diplomático por parte de funcionarios del Departamento de Estado de EEUU para que este evento sucediese del todo ofrece un pequeño ejemplo de las diferencias fundamentales que acosan a la relación entre China y EEUU.
Las dos partes chocan con sus propias versiones de «excepcionalismo», y los dos líderes tratan de presentar a sus respectivos pueblos muy diferentes versiones de la relación entre ambos.
«Ambas naciones tienen nociones muy marcadas acerca de su estatus especial en el mundo, de su excepcionalidad», dice Stanley Lubman, un destacado experto en el sistema legal de China en la Universidad de California, Berkeley. «Lo que más preocupa a ambas partes es la forma en la que son percibidas por sus públicos internos, por lo tanto el Sr. Obama tiene que contrarrestar la percepción de EEUU como una superpotencia en declive y el Sr. Xi debe tener cuidado de no ser visto como si cediera en lo más mínimo ante EEUU».
Mientras el Sr. Obama estaba volando a Myanmar para la próxima etapa de su gira asiática, los funcionarios estadounidenses declararon que la visita había sido un gran éxito, haciendo hincapié en un nuevo acuerdo de reciprocidad para extender la validez de los visados, un acuerdo sobre el comercio de tecnología y el anuncio acerca del cambio climático.
Pero los medios de comunicación chinos controlados por el Estado apenas mencionaron estos acuerdos y en su lugar se centraron en la cobertura de algo muy diferente.
Según China, los dos presidentes acordaron acelerar y desarrollar un «nuevo tipo de relación entre grandes potencias», basada en el respeto mutuo y la colaboración en pie de igualdad como «grandes potencias».
Esto no es del todo cierto, ya que esa frase se ha convertido en un anatema para los funcionarios de EEUU desde que el Sr. Xi la propuso por primera vez el año pasado y los funcionarios estadounidenses, entre ellos el presidente, efectivamente tienen prohibido su uso en público.
Las transcripciones de las reuniones entre ambas partes muestran que el Sr. Xi o uno de sus funcionarios utilizó la frase una y otra vez en un intento por conseguir que el Sr. Obama o uno de sus funcionarios reconociera su legitimidad. En el contexto político chino, este tipo de combate lingüístico es extremadamente importante.
Esta frase resume la visión del Sr. Xi de lo que muchos interpretan como una versión china de la Doctrina Monroe estadounidense del siglo 19, por medio de la cual EEUU afirmaba su dominación en su «patio trasero».
En respuesta a las objeciones de EEUU acerca de las connotaciones de la primera guerra mundial de dicha frase, China cambió la traducción en inglés a «un nuevo tipo de relaciones entre grandes poderes», pero ni la frase ni su significado ha cambiado en chino. El uso de narrativas y de lenguajes paralelos de los dos países no es algo nuevo.
Su acuerdo sobre el estatus de Taiwán a finales de 1970 es una obra maestra de «ambigüedad estratégica» en la que ambas partes utilizan más o menos las mismas palabras, pero las interpretan de manera muy diferente.
En aquel entonces, EEUU acordó reconocer a Taiwán como parte de China y cambiar las relaciones diplomáticas a Beijing, pero al mismo tiempo mantuvo la nación isleña bajo su cúpula de seguridad y su relación con Taipéi prácticamente sin cambios.
Al revisar la lista de los acuerdos alcanzados por ambas partes durante la última visita de Obama, prácticamente cada uno ofrece una muestra de ideas y entendimientos contradictorios.
La seguridad cibernética es un gran problema para EEUU, que acusa al gobierno y al ejército chino de robar secretos comerciales.
Pero el mismo día en que el Sr. Obama llegó a Beijing se reveló que se sospechaba que «hackers» del gobierno chino iban a lanzar un ataque contra el Servicio Postal de EEUU.
Cuando hablan de terrorismo, el Sr. Obama se refiere a los militantes islámicos en Irak y Siria, mientras que para China tiene que ver con las minorías étnicas en sus regiones occidentales las cuales EEUU considera que sufren graves abusos contra sus derechos humanos a manos de Beijing.
Cuando las dos partes hablan de comercio e inversión, EEUU pretende apuntalar el orden internacional existente liderado por él, mientras que China construye una estructura paralela con sus propios bancos de desarrollo, acuerdos multilaterales y nuevas rutas comerciales.
Incluso el acuerdo sobre el cambio climático que aclamó el Sr. Obama esta semana es, según los chinos, realmente sólo una extensión conservadora de los objetivos que Beijing ya se había fijado.
«Las dos partes, básicamente, evitaron las preguntas más fundamentales y básicas», dice Zhao Chu, un comentarista militar y de relaciones internacionales independiente. «¿Cómo van a dividir las responsabilidades China y EEUU en la región de Asia-Pacífico? ¿Qué papel va a jugar cada uno? Y ¿cuán realmente dispuestos están a cooperar entre sí?».
2014-11-18 12:48:04