Internacional

Sismo deja en incertidumbre a residentes de conjunto habitacional dañado en Ciudad de México

Por Luis Brito

MEXICO, 5 oct (Xinhua) — Carmen Barrera, una profesora y enfermera de 64 años, duerme en una tienda de campaña en un parque desde el 19 de septiembre cuando la Ciudad de México tembló.

El terremoto de magnitud 7,1 en la escala de Richter derrumbó uno de los nueve edificios del conjunto habitacional «Tlalpan» donde vive, orillando al gobierno a evacuar a sus 500 familias por precaución.

La mujer suma justo la mitad de su vida como habitante del multifamiliar de coloridos ladrillos y balcones rojos contiguo al barrio Educación, en el sur de la capital mexicana. En las últimas dos semanas no ha podido más que mirarlo desde afuera, en un pequeño jardín donde residentes levantaron un campamento.

Barrera podría refugiarse con familiares en un albergue gubernamental, pero dice que ella y otros vecinos se mantienen a la intemperie en ese y otros cuatro campamentos alrededor del conjunto para vigilar que ladrones no aprovechen para saquear.

«Sabemos de la inseguridad y nuestras pertenencias están adentro. Todo nuestro patrimonio está adentro, como es el propio edificio», expresa la profesora de una escuela de enfermería de la UNAM y enfermera del Centro Médico Nacional. A ella, el temblor que tiró 38 inmuebles en la ciudad la sorprendió dormida porque cubrió el turno nocturno en su empleo.

Los vecinos han soportado las lluvias y tormentas propias de la temporada en la ciudad enlazando enormes lonas a manera de techo de sus tiendas de campaña. Afuera de ellas, instalaron mesas y sillas para pasar el tiempo.

Junto a la silla plegable que Barrera ocupa hay cajas repletas de plátanos y manzanas verdes que ciudadanos llevaron a su campamento. «Así es como nos estamos cubriendo, con la ayuda de todo el voluntariado que nos ha hecho llegar ropa, víveres, mantas y carpas», explica.

Carlos Zendejas, otro vecino, expone que el mayor problema para los residentes del conjunto que data de 1957 no es dormir en un parque o alojados con su familia. Es, precisa, la incertidumbre de no saber si todavía tienen un hogar propio.

El grueso de los habitantes desconfían que los nueve edificios de cinco niveles que quedaron en pie reúnan condiciones para seguir siendo habitables, un aspecto que el gobierno local continúa verificando para determinar si son reparados, abunda el hombre de 58 años que toda su vida ha residido allí.

«La verdad no regresaría», admite Zendejas, un distribuidor de equipo médico que vive con su esposa y tres hijos. Las paredes y techo de su departamento, en la planta baja del edificio 4B, se dañaron e incluso el piso de parqué de madera se levantó. «Se sintió muy fuerte, exageradamente fuerte. La única reacción fue de salirte», recuerda.

El temblor que se ha cobrado la vida de 228 personas en la Ciudad de México tiró en un instante el edificio 1C, ubicado en el centro del multifamiliar. Sólo la planta baja quedó entera, soportando los escombros del resto de los niveles de entre los cuales rescatistas sacaron a 18 personas vivas y nueve cuerpos sin vida.

Cerca de 5.000 brigadistas y voluntarios inundaron durante las tareas de rescate los corredores y calles aledañas del conjunto, que ahora luce casi desierto salvo por los policías que lo vigilan, vecinos que acampan y funcionarios que brindan servicios a damnificados.

Benny Flores, una residente, observó a 100 metros de distancia el derrumbe porque el sismo la pescó llegando a su edificio al lado. Escuchó un estruendo seguido por una gigante nube de polvo y una lluvia de rocas que causó choques de automóviles en calzada de Tlalpan, una vía rápida que pasa por fuera del multifamiliar.

«Qué esperamos los demás si ese se cayó. Mire arriba y vea las coarteaduras de todos, ¿cree que vamos a estar bien aquí? Si viene un temblor de 5 (grados) se va a caer», advierte la mujer de 56 años, comerciante de productos veterinarios, quien se abrazó y lloró con dos vecinos en la banqueta mientras atestiguaban el derrumbe.

Cuadrillas de limpia comenzaron tareas de fumigación para evitar focos de infección a causa de los alimentos y basura que permanecían en los departamentos desde hace dos semanas, cuando la evacuación también llevó al corte de energía, agua y gas. Trabajadores sacaban la víspera frigoríficos, despensas completas y otros muebles echados a perder.

Igual que otros residentes, Flores aprovechó para entrar a su hogar por 15 minutos antes de la limpia para recuperar documentos y ropa.

«¿Qué plan tengo? Quiero irme de aquí. Ya quedó un sello de muerte, esto no es seguro», expresa la mujer que desde el sismo se refugia en casa de un familiar.

El miembro del Comité Vecinal, Luis Fernando Gómez, detalló que las autoridades les han dicho que las evaluaciones preliminares de Protección Civil apuntan a que tres edificios sufrieron daños menores, cinco más con afectaciones de mayor gravedad y uno posiblemente quedó inservible.

Explica que una primera inspección al edificio colapsado señaló que tenía un daño estructural porque aparentemente se le quitaron muros de carga entre dos departamentos, sin que se conozcan las causas. «Por eso se cayó», comenta.

La desconfianza de los habitantes sobre el estado del resto de edificios es comprensible, apunta el dirigente vecinal, quien destaca que suman cerca de 1.500 personas las que permanecen evacuadas a la espera de noticias.

«No hay para cuando regresar. Es la preocupación de los vecinos», agrega.

El alcalde de la Ciudad de México, Miguel Angel Mancera, dijo este jueves en su conferencia del parte diario del temblor que ya se apuntala uno de los edificios más dañados del conjunto «Tlalpan» y que se trabaja de manera permanente para arreglar los hogares.

«Con especialistas de ingeniería estructural se realizan estudios y proyectos para los edificios del semáforo ‘amarillo’ (con afectaciones), pero ya no perderemos este ritmo», comentó Mancera.

Para varios de los habitantes, sin embargo, una mejor opción sería que se demolieran todos los edificios y se construyeran nuevos mediante un esquema de financiamiento para que ellos mismos los paguen.

Rubén Espinoza, un economista que lleva 49 años viviendo en uno de los edificios que tuvo daños menores, opina: «(…) Soy de la idea de que, si hay recursos, lo mejor es que se demolieran. Sería un buen ejemplo de lo que puede esperar la sociedad de su gobierno». Fin

2017-10-06 22:59:47