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La inspiración de Roberto Clemente para el béisbol latino

Por Alfredo Boada Mola (*)

La Habana (PL), 30 de enero, – El recuerdo del pelotero puertorriqueño Roberto Clemente aún inspira a los amantes del béisbol a poco más de 45 años de su muerte en un accidente aéreo, cuando iba a Nicaragua a socorrer a las víctimas del terremoto con alimentos, ropas y medicinas.

La heroica desaparición física del legendario jardinero boricua el 31 de diciembre de 1972 poco después de arribar a tres mil hits en las Grandes Ligas estadounidenses, aceleró su entrada al Salón de la Fama del Museo de Cooperstown.

Ganador de dos Series Mundiales con los Piratas de Pittsburgh, el fabuloso outfielder latinoamericano y el primera base Lou Gehrig, de los Yankees de Nueva York, son los únicos jugadores exaltados al recinto de los inmortales del béisbol antes de esperar los cinco años reglamentados.

El estadio de béisbol de su natal pueblo de Carolina, en Puerto Rico, honra su nombre, al igual que cientos de lugares del mundo como el principal campo de juego de la ciudad de Masaya, Nicaragua, la segunda arena techada más importante de Puerto Rico y cientos de calles, escuelas y avenidas en esos países y también en Estados Unidos, Venezuela y República Dominicana, entre otros.

Además, el trofeo de las Grandes Ligas que premia los logros dentro del estadio al igual que la labor humanitaria, en forma de una estatuilla de bronce, también constituye una alusión directa a su figura.

Y es que Roberto Clemente se ganó respeto no sólo por su forma de jugar al béisbol con ese brazo fantástico o los 166 triples que bateó porque siempre salía corriendo de la caja de bateo, sino también porque a medida que se estableció como estrella en este popular deporte creció a la vez como ser humano y trabajó duro para ayudar a los más necesitados.

Con sus tres mil hits, 240 jonrones, mil 305 carreras empujadas y promedio de .317, cuatro coronas de bateo en la Liga Nacional, 12 Guantes de Oro, y sus proezas en dos campeonatos en la Serie Mundial de la Gran Carpa, el historial de Clemente aseguró que nadie más usara su legendario número 21 en los Piratas, con el que jugó 18 temporadas, luciendo una nueva forma de jugar el jardín derecho por su fildeo mágico y potente brazo.

Firmado originalmente por los Dodgers de Brooklyn en 1952 y reclutado por los filibusteros en el draft de novatos de 1954, Clemente construyó una carrera de leyenda en un entorno beisbolero poco propicio para los jugadores negros y latinos.

Gustaba de batear lanzamientos afuera hacia la banda derecha. Cuando sonaba un batazo del equipo contrario era un deleite verlo correr en el outfield y sus tiros desde el jardín derecho hacia la tercera base o el plato fueron -al decir de muchos que lo vieron jugar- espectaculares.

Considerado por muchos expertos como el pelotero latinoamericano más completo de todos los tiempos, Clemente registró cifras que cuatro décadas después todavía impresionan.

Asistió a 15 Juegos de Estrellas, resultó el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1966 -el primer latino en lograrlo- y condujo en dos ocasiones a los Piratas de Pittsburgh hacia el título de la Serie Mundial, en 1960 y 1971, en esta última consagrándose como el Jugador Más Valioso de la postemporada.

Su muerte en aquella misión humanitaria para ayudar a las víctimas del terremoto en Nicaragua lo convirtió en uno de los beisbolistas más admirados y un modelo a seguir.

‘La forma en que él murió, así fue que él vivió toda su vida, ayudando al prójimo’, dijo Vera Clemente, la viuda del primer latinoamericano que ingresó al Salón de la Fama de Cooperstown.

2018-01-30 13:39:41