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Cuba busca a Capablanca entre niños ajedrecistas


Por Raúl Menchaca

LA HABANA, 17 may (Xinhua) — A la corta altura de sus siete años, Ernesto Iglesias proclama su afición por el club español Real Madrid y luce con orgullo una camiseta con el número 7 para reafirmar su admiración por Cristiano Ronaldo.

Al niño le gusta el fútbol, pero esa afición por un deporte dinámico y colectivo no le impide hacer lo que más ama: jugar ajedrez.

«El fútbol es mi hobby, pero el ajedrez es mi vida», dijo con una madurez asombrosa mientras se transforma al sentarse ante uno de los 100 tableros colocados en el Salón de los Embajadores del habanero Hotel Habana Libre, donde transcurre el torneo infantil «Buscando a Capablanca».

Esa lid para menores se disputa en el mismo lugar que la edición 53 del Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, que reúne hasta el próximo domingo a jugadores de muy alto nivel en los Grupos Elite y Abierto, quienes se enfrentan en las tardes.

Ernesto, a quien siempre acompaña su madre, es uno de los 160 niños que cada mañana, desde hace una semana, colman el Hotel Habana Libre para participar en el disputado torneo infantil que por segunda ocasión se desarrolla durante el tradicional certamen ajedrecístico, el más antiguo de América.

Niños al fin y al cabo, corren, hacen bulla y discuten mientras se entretienen afuera del salón con un tablero gigante, cuyas piezas casi tienen el tamaño de los jugadores.

Sin embargo, al llamado de uno de los organizadores, que viste una camiseta verde que lleva grabado el cartel de 53 Memorial Capablanca, todos se transforman y adoptan una pose seria y silenciosa para pasar a ubicarse frente a los tableros, donde se enfrentan por el Sistema Suizo a siete rondas.

Los positivos resultados de la experiencia alcanzada en el anterior torneo Capablanca sirvieron a los organizadores para repetir la experiencia con los niños cubanos, a los que se le suman ahora infantes de España, Costa Rica, Panamá y México.

«El hecho de contar con tantos niños es el resultado de lo que se está haciendo en el país, desde la base, para la masificación del ajedrez. Ha influido mucho la introducción del deporte en las escuelas como asignatura», dijo el comisionado nacional del juego ciencia, Carlos Rivero.

Pero no todos pueden llegar hasta el torneo, sino que participan los mejores jugadores en cada categoría y sexo, quienes, como afirmó Rivero, tienen el premio adicional de «intercambiar con Maestros Internacionales y Grandes Maestros y llevarse nuevas experiencias».

Con esa opinión coincide Pedro Díaz, un padre e instructor de ajedrez en la cercana ciudad de Matanzas, que ha llegado a La Habana con su equipo infantil, en el que sobresale su hija Lianet Díaz, una niña de 13 años que ya fue tercera en el campeonato escolar de Cuba.

«Esto es lo mejor que le puede suceder a un ajedrecista, porque aquí están los mejores del país», dijo el profesor sin cambiar la mirada de la mesa donde Lianet enfrentaba a otro de los líderes de la competencia.

Desde la distancia, Díaz observa a su hija con cierta ansiedad, pero está confiado de que realizará un buen papel en esta lid, porque, afirmó que «tiene todo a su favor, talento, dedicación y el apoyo de la familia».

Como buena parte de los niños que compiten, en las tardes y tras finalizar sus partidas, Lianet almuerza a la carrera y se va a seguir los enfrentamientos de los mayores, en especial del Gran Maestro Lázaro Bruzón, el cubano de más alto ELO con 2.564 puntos.

Pero la atracción de los niños, y de los adultos, también la concentra el estadounidense Samuel Shankland, quien acaba de ganar el campeonato nacional de su país, por delante de Fabiano Caruana, Wesley So, Hikaru Nakamura y Alexander Onischuk, y es el único de los asistentes con ELO promedio superior a los 2.700 puntos.

Shankland (2.701) lidera el Grupo Elite donde enfrenta a los rusos Aleksey Dreev (2.653) y Aleksandr Rakhmanov (2.646), al español David Antón Guijarro (2.646) y a los cubanos Bruzón (2.664) y Yusnel Bacallao (2.594).

Los niños observan con curiosa admiración a los jugadores mayores, quizás soñando en que un día ellos también ostenten la categoría de Gran Maestro y jueguen en reconocidos torneos internacionales.

Los padres, por su parte, sueñan con que su hijo sea un émulo de José Raúl Capablanca (La Habana 1888-Nueva York 1942), aquel cubano que aprendió a jugar ajedrez a los cuatro años mientras miraba a su padre y llegó a ser campeón mundial y conocido como «El Mozart del Ajedrez». Fin

2018-05-18 01:41:15