POR VIVIAN SEQUERA
THE ASSOCIATED PRESS
BOGOTA — De vez en cuando, el general de la policía Luis Mendieta fijaba sus ojos en la selva.
Esperaba ver algún movimiento que le indicara que un comando de la fuerza pública venía a rescatarlo porque un jefe de las FARC ya le había advertido que sería «el último en salir» o ser liberado de su cautiverio.
Mendieta esperó casi 12 años.
El rescate «uno lo ve imposible, difícil, pero siempre está ahí, como dicen, un hilito, una esperanza. Tanto que uno siempre piensa, y cuando mirábamos en la selva, (decíamos) en qué momento sale alguien de la selva» para rescatarnos, dijo el oficial en una entrevista el martes por la tarde con la AP en su departamento del norte de la ciudad.
El oficial, el general activo más antiguo de la policía, a la que ingresó en 1974, fue rescatado por un comando del ejército el pasado 13 de junio -justo el día en que cumplió 53 años- junto a otros tres uniformados que también estaban cautivos.
Estaba parado a unos cuatro o seis metros de distancia de un guerrillero cuando escuchó disparos, dijo.
El rebelde junto a Mendieta «sale corriendo, yo me tiro al piso», narró el oficial, de una delgada figura de ojos tranquilos y frecuente sonrisa.
Los mandos militares han mantenido en reserva los detalles del operativo de rescate y para Mendieta el factor clave del éxito fue la sorpresa de la unidad militar en llegar al campamento insurgente. Los guerrilleros «trataron de proteger su vida…no fue uno, sino centenares de disparos», aseguró sentado en el sofá de la sala principal del departamento.
Mendieta cayó en poder de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en noviembre de 1998 tras un ataque guerrillero a un puesto en la localidad de Mitú, en el departamento de Vaupés, a unos 570 kilómetros al sureste de Bogotá.
De los 77 uniformados del puesto, murieron 17 y el resto fue hecho prisionero, entre ellos el entonces teniente coronel de la policía Mendieta, quien era el comandante de la unidad atacada.
Aunque la mayoría de los retenidos en Mitú ya fueron liberados, aún quedan en cautiverio el sargento primero de la policía César Augusto Lasso y el intendente policial Luis Bonilla.
Poco después de su retención, Mendieta recuerda que al campamento donde estaba llegó Jorge Briceño, alias «Mono Jojoy», visto como el jefe militar de las FARC e integrante del «secretariado» , la jefatura de siete miembros de esa guerrilla.
Mono Jojoy «me dijo que yo era el último en salir», por su alto grado como oficial, recordó Mendieta.
Desde fines de los 90, las FARC ya venían reclamando al gobierno realizar un «canje» de rebeldes en prisión por liberar a uniformados retenidos en varios ataques, así como más de una docena de políticos secuestrados.
La puja de poder entre gobierno y rebeldes por ese canje, nunca permitió que todos quedaran libres y sólo se realizaron algunas liberaciones unilaterales por parte de las FARC. Los reclamos de las familias eran insistentes para que el gobierno accediera al intercambio, mientras las autoridades calladamente trabajaban en otros planes que se concretarían exitosamente años después.
Por aquellos primeros tres años de cautiverio, Mendieta -quien desea ahora estudiar y actualizarse incluso en las normas internas de la policía por cambio a través de los años- llevó un diario que alcanzó a tener casi 400 páginas.
Pero largas caminatas, moviéndose de un campamento a otro, provocaron que se le acentuara un problema circulatorio en las piernas y quedó postrado unas cinco semanas a fines del 2002. Llevado en una hamaca por los rebeldes y sin poder cargas sus pertenencias, Mendieta recuerda que un día los propios guerrilleros le botaron desde ropa interior hasta una manta. También su diario. Y ya no escribió más.
Fue al principio de la retención cuando tuvo su primer momento de profunda depresión al soñar con su esposa María Teresa y sus dos hijos, Jenny y José Luis. Después vino la depresión de verse enfermo, sin poder caminar y tenía que arrastrarse para poder llegar hasta las letrinas improvisadas en medio de la maleza.
«Me ayudaron los compañeros (de retención) y me sobrepuse», dijo Mendieta, quien actualmente es sometido a terapia para recuperar su tono muscular en las piernas y reponerse de una hernia en la espalda.
«El hombre es un animal de costumbre y te toca adaptarte a la selva…la motivación diaria es de sonreír, de vivir el día a día, salir en libertad, pase el tiempo que pase, y regresar con los seres queridos», responde al ser consultado sobre cómo se logra superar cada día en medio del cautiverio.
En la selva, sin embargo, «no puede existir un Síndrome de Estocolmo» o que el rehén se identifique con su captor porque Mendieta aseguró que los guerrilleros tienen impedido hablarles a los retenidos.
A pesar de todos los años cautivo, Mendieta dice sentirse un total policía e incluso declina hacer comentarios políticos sobre si el próximo gobierno del presidente electo Juan Manuel Santos, que asume el 7 de agosto, o el saliente de Alvaro Uribe, deben negociar con las FARC un canje o un acuerdo de paz.
Sí comenta lo que otros ex rehenes ya han dicho: el poderío militar y la alta moral que pareció reinar en las FARC a fines de los 90 y comienzos de esta década, cuando asestaron los más duros golpes a la fuerza pública, ya luce como algo del pasado. Carecen de provisiones, «no se volvió a consumir carne de res, sino ‘carne de monte'» o la carne de animales de la selva y el número de los rebeldes que custodian a los rehenes es mucho menor que al principio y se notan «aburridos» o cansados y fastidiados, aseguró.
De los rebeldes «muchos son analfabetas, otros fueron ‘raspachines'» o cultivadores de coca. «Los guerrilleros quieren es salir de la guerrilla, ellos quieren rehacer su vida, volver a sus lugares de origen, estudiar, tener alguna oportunidad», aseguró. Y el oficial mira su regreso a la libertad como un milagro. «Es renacer».
2010-07-14 21:48:53