Opiniones

La nueva izquierda : su aplicabilidad a la realidad dominicana

La nueva izquierda : su aplicabilidad a la realidad dominicana

Por Guillermo Caram

Casi repentinamente, una nueva tipología de gobiernos identificada como “Nueva Izquierda” está cambiando el mapa político de Latinoamérica. Difiere de la vieja izquierda en que no emana ni se inspira en una concepción ideológica determinada, como la marxista; ni fundamenta sus actuaciones ni se aferra en su praxis,  a un dogmatismo metodológico que incluya la violencia en sus diversas manifestaciones,  cuyas principales fueron la guerrilla urbana o rural, como método ordinario de lucha, denostando incluso a la revolución sin sangre, pacífica o en libertad enarbolada por otras ideologías como la socialcristiana durante los 60s.

La Nueva Izquierda surge de movimientos  políticos que se insertan en el sistema democrático electoral; desvinculada de “internacionales” y en consecuencia, de himnos y cánticos universales; como también libres de consignas extrañas a las urgencias de los pueblos de la América morena, como aquella de “proletarios del mundo, uníos” . Y lo de “la religión es el opio de los pueblos” se ha quedado un tanto atrás dando paso a cierta coexistencia por lo menos táctica, coyuntural y circunstancial.

Esta Nueva Izquierda germina por la incapacidad de la democracia convencional de solventar las urgencias y satisfacer necesidades básicas que agobian nuestros pueblos: fuentes de trabajo, alimentación, salud, educación, techo, movilización social y territorial, esparcimiento, recreación y finalidades; y por la ineficiencia de gobiernos aún dentro de los modelos políticos y económicos que profesan, como ha sido el caso de gobiernos liberales que han enriquecido las naciones pero empobrecido su población.

Pero también por la corrupción del  sistema de partidos que sustenta la democracia y sus gobiernos, que ha devenido en partidocracia, la cual se hace cómplice en su autoprotección y la protección de las clases dominantes, mediante una especie de vasos comunicantes que impide la sanción y la prevención de la prevaricación en el ejercicio de funciones públicas.

A ello se suma la marginación del indigenismo y la indigencia.

Estas razones que han sumido nuestros pueblos en  pobreza e indigencia, injusticias y desequilibrios, desigualdades y privilegios, han sustituido las  ideologías dogmatizadas; y se han convertido en la  ignición del “volcán en erupción” al que aludió Fidel Castro en su gira por Centroamérica durante la primera etapa del Sandinismo gobernante.

Y explican por que la Nueva Izquierda se encarna tanto en líderes de la vieja izquierda – Lula en Brasil, Tabaré en Uruguay y Ortega en Nicaragua – como en pertenecientes a partidos otrora combatientes de ella representado en Kirchner de Argentina, militante del peronismo inspirador del reformismo dominicano; pasando por concertaciones de partidos otrora adversarios como en Chile o de movimientos políticos sostenidos por productores cuestionadas que desplazaron los partidos en Bolivia.

Obviamente que ha sido fundamental la primera experiencia de ésta Nueva Izquierda – Chavez y su  revolución bolivariana – y el respaldo que ha significado para su expansión habida cuenta la disponibilidad venezolana de petróleo. Si bien Chavez se ha ido radicalizando, amenazando libertades públicas y anunciando nacionalizaciones, ha sido en la medida de la torpe y tenaz resistencia de sus adversarios que han llegado hasta el golpismo, sin acabar de reconocer el enorme respaldo popular de aquel insurrecto militar que descalabró, en la década de los 90s., el corrompido sistema de partidos en una nación resentida por la aplicación del recetario Fondomonetarista. Pero en sus convicciones primarias no trascendían propósitos mas allá de la rebeldía que inspira las injusticias sociales y la opresión dominatoria de la todavía convaleciente autoctonía de nuestra América.

El avance de la nueva izquierda continúa con el reciente triunfo en Ecuador, después de una competencia digna en México y un amago no desestimable en Perú.  

Este repaso a los nuevos gobiernos en la región permite concluir que estos no llevan consigo la estigma consustancial de la etiqueta ideológica, y todo lo que ello conlleva como lo relativo a las libertades públicas y al sistema económico; a menos que no sean posteriormente acorralados hasta hacerlo comportar como fiera enjaulada,  provocando preocupaciones y sustos en determinados sectores.

Solo que nadie debe llevarse a engaños: ni los que se preocupan ni los que se regocijan de este avance; hasta tanto sean debidamente encaradas las causas – pobreza, indigencia., marginalidad, desigualdades, privilegios, corrupción, sumisión a la dependencia externa, etc – que han hecho surgir esta llamada “Nueva Izquierda”, todavía presentes en toda la realidad latinoamericana, incluyendo la dominicana.

La lección a aprender de éste proceso es que no se puede seguir gobernando a espalda de las prioridades, aspiraciones y necesidades de los gobernados; Que los gobiernos deben ser eficaces y efectivos al encararlas respectivas realidades que confrontan – principalmente al estimular la economía para proveer empleos y satisfacer necesidades y al proveer  servicios públicos – aún dentro de la etiqueta impuesta por la retórica política; y Que no se puede continuar dentro de la complicidad interpartidaria frente a la corrupción que nos arropa en el presente.

El caso dominicano presente una situación marcada por un una dicotomía muy particular.

Por un lado, el gobierno del Presidente Fernández la tiene todas para protagonizar, al menos convencional y selectivamente, un giro nacional hacia la Nueva Izquierda; habida cuenta el amplio respaldo recibido de la población, la etiología liberacionista de su partido y de él mismo y su clara vocación a sumarse a las corrientes de pensamiento predominantes.

Pero por otro, el accionar de su gobierno no solo dista del que pueda inspirar cualquier Nueva Izquierda, sino que, al contrario, puede constituir un elemento precipitadote para que el país se sume a ésta ola, habida cuenta los siguientes elementos:

  • Un modelo de crecimiento sustentado en el consumo de bienes importados y actividades tipo “enclave”, de poca incidencia en la generación de empleos y en la satisfacción de las necesidades básicas de la población.

 

  • Poca inversión pública para satisfacer necesidades sociales y/o requisitos de producción, así como de escasa generación de empleos.

  • Gasto público elevado y concentrado en una burocracia improductiva y obstaculizadora, en subsidios a empresas eléctricas y al consumo de GLP para el transporte privilegiados y distorsionantes  de la economía, al pago de una deuda externa cuestionada; todo ello en perjuicio de los servicios demandados por una población cada vez mas insatisfecha.

 

  • Como consecuencia de todo ello, insatisfacciones y precariedades en la disponibilidad de servicios básicos de educación y salud, energía y transporte.

  • Aumento de la dependencia externa mediante los subsidios a empresas eléctricas, el pago de la deuda y el progresivo endeudamiento para financiar consumo y  gastos corrientes, incluyendo los provenientes de PETROCARIBE y la recurrencia a la peligrosa práctica de utilizar la banca nacional que se consigna en el presupuesto del 2007.

 

  • Sobrecargo del  sistema tributario que inhiben la capacidad de emprendimiento de los agentes económicos y encarecedoras del costo de la vida de la población, hasta fomentar su acorralamiento.

  • Timidez, hipocresía y lentitud en el combate a la corrupción; incluyendo su expresión en los sistemas de decisiones públicas dentro de los poderes del Estado y en el sistema de partidos en beneficio de particulares.

 

  • Relajamiento de las normativas gubernamentales – por tantas rectificaciones, omisiones e incumplimientos – de peligrosa incidencia en la conducta social de una nación con baja propensión disciplinaria.

  • Incoherencias y descoordinación en el accionar gubernamental, incluyendo la falta de sintonía de sus prioridades con las de la ciudadanía; al menos para reflejar la sensación que, además de  disponer de un Jefe de Estado,  se cuenta con un gobierno que conduzca armonizadamente la administración.

 

Independientemente o no de la Nueva Izquierda, y de quienes sean sus protagonistas, la nación requiere con urgencia un accionar menos manoseado,  un modelo de gobierno sincero y efectivo; y la constitución y formación de equipos gobernantes consistentes y coordinados con capacidad de inducir el mejoramiento necesario a las condiciones de vida de nuestra nación.

2007-01-19 19:34:07