Mi Voz

Duarte: Fe y amor por la Independencia y soberanía de la Patria

Juan Pablo Duarte

Eleanor Grimaldi Silié.

Escritora y educadora


Es imposible recoger en breves páginas, la intensa labor revolucionaria del Padre de la Patria y su afán por liberar a los dominicanos, por lo que comento algunos aspectos que considero básicos en los aprestos para la conformación de la Independencia Nacional.

Juan Pablo Duarte nació en la época conocida como “La España Boba”. En una ciudad muy pequeña donde había no más de 15,000 habitantes y pocas viviendas. Su familia de clase media, con un gran arraigo en la sociedad dominicana de la época. Entonces prevalecía   un ambiente de pobreza política e intelectual, lo cual impedía que surgieran proyectos de nación.  

Cultivó su intelecto durante sus viajes a Europa y Estados Unidos, y creyó desde muy joven en la soberanía de la Patria. Y esa inspiración lo llevó a conformar la Trinitaria, organización que siguió el modelo de otras sociedades secretas como la de los carbonarios, porque él sabía que solo a través de una organización de carácter clandestino, podía lograr asumir la difícil tarea de contribuir a independizar la Patria. 

La Carbonaria, era una sociedad secreta revolucionaria que actuó en Italia, Francia y España, a principios del siglo XIX. Fue fundada en Italia cerca de 1810 y tenían una ideología basada en principios libertarios y que se hacía notar por un marcado anticlericalismo. Los carbonarios participaron de algunos procesos revolucionarios, y se reunían tanto las monarquitas como los republicanos. Su nombre de Carbonaria, le viene, porque se congregaron en cabañas de carboneros, de donde tomaron su nombre. 

En una expresión de Duarte a su amigo José María Serra, al decidirse a luchar por la independencia, le dijo: ¡No más vergüenza!, si los españoles tienen su monarquía española y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana, ¿Por qué han de estar los dominicanos sometidos? Dejaba claro que, si los demás países eran libres, porqué los dominicanos no podían aspirar a la libertad. Y también traducía en esta frase, la aspiración de contribuir a conformar una República libre y soberana.

El 16 de julio de 1838, después de algunos preparativos, en la casa de doña Josefa Antonia Pérez de la Paz (Chepita), frente a la iglesia del Carmen, fundó junto a sus amigos la Sociedad Secreta La Trinitaria. Con esta fundación se inician los preparativos del proyecto liberador.

Esta sociedad integrada por grupos de tres en tres, los cuales debían buscar dos cada uno, quedó iniciada por sus primeros miembros: Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Pérez, Felipe Alfau, José María Serra, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz y Benito González.

Firmaron y sellaron su juramento que iniciaba con estas palabras: En el nombre de la Santísima, Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente… y al final dice: Así lo prometo ante Dios y el mundo, Si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”. 

Sus ideas patrias y cristianas estaban evidenciadas en el juramento y en su accionar.

José María Serra para referirse al momento en que se realizó la fundación de La Trinitaria afirmó:  “Comenzaba en este momento a salir la procesión. ¡Felíz augurio! Nuestra sociedad se instalaba entre música, profusión de cohetes, repiques de campanas y esa alegría característica de nuestro pueblo que da vida aún a las mismas cosas inanimadas”. 

Durante reuniones de La Trinitaria surgió la idea de presentar obras teatrales para conquistar un mayor número de personas. Se decidieron a conformar La Filantrópica y La Dramática. Era una manera de realizar actos culturales en la primera, que funcionó en la calle Pedro Alejandrino Pina hoy 19 de marzo. Luego en 1840 fundaron La Dramática, en la cual casi todos participaron representando obras como actores. Igual sus hermanas, sobre todo Rosa Duarte, quien fue una gran colaboradora de su obra independentista. Y a través de sus apuntes, hemos conocido la vida y labores patrióticas de su hermano. También otras mujeres febreristas y valientes, exponían sus vidas ayudando a conseguir municiones y hacer otras labores propias de un momento en que la clandestinidad se imponía.

El 27 de enero de 1843, se promovió una revolución en contra de Boyer, coyuntura que aprovecha Duarte para ofrecer su apoyo a los revolucionarios de Praslin. Aunque él sabía que ese movimiento no garantizaba la libertad a los dominicanos, los apoyó para seguir con su ideal separatista. Boyer fue derrocado y gobernó Charles Hérard.  Este inicia la persecución en contra de los revolucionarios. Se produjo una desbandada de los trinitarios porque éstos fueron perseguidos. Duarte y un grupo se embarcaron hacia Saint Tomas.

En ese año, acababa de fallecer su padre. Su madre doña Manuela, asumió la dirección del hogar que se encontraba bajo la mirilla de la represión por parte del gobierno haitiano. 

Próximo a finalizar el año 1843, Duarte recibió una carta memorable en la que Vicente Celestino, su hermano, y Francisco del Rosario Sánchez le piden auxilios militares “Así sea a costa de una estrella del cielo”. Se le solicita a Duarte que suministre “dinero, fusiles, cartuchos, pólvora, plomo, lanzas y utensilios de guerra”. 

El entusiasmo de sus compañeros tenía un obstáculo y era la realidad de carecer de armas y dinero. (sabemos que en toda acción o empresa de esta naturaleza los recursos son de primera importancia). 

En la carta, que dirige a su familia el 4 de febrero, hay un dato relevante, y es que Duarte le dice a su madre: “una vez independizada la Patria, puedo hacerme cargo del almacén. Y a más, heredero del ilimitado crédito de nuestro padre, nuestros negocios mejorarán y no tendremos que arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de nuestra Patria”.

Ya en enero algunos hombres públicos como Tomás Bobadilla, se incorporan al movimiento de los trinitarios. Y a principios de enero de 1844, se produjo el Manifiesto de Enero, llamado: “Manifestación de los pueblos de la parte Este de la Isla, antes española o de Santo Domingo, sobre las causas de su Separación de la República Haitiana”. En el Manifiesto se establecía: “el deber de los pueblos de sacudir el yugo”. También los afrancesados en Azua publicaron otro manifiesto con la finalidad de acogerse a la protección de Francia.

La intención de los afrancesados o conservadores, encabezados por Buenaventura Báez y sus seguidores, era separarse de Haití, pero colocarse bajo la protección de Francia y además, arrebatar el control del movimiento de independencia a los trinitarios.

En el Manifiesto que redactó Bobadilla quedaba claro la necesidad de separarse de Haití sin condiciones.

La imposibilidad de adquirir recursos suficientes para comprar armas y municiones necesarias en el proceso para apoyar la revolución, fue aprovechado por los conservadores para ejercer el control de la situación política. Y por eso, se hizo más fácil arrebatarles el poder a los trinitarios.

Desde el inicio de la primera República las contradicciones estuvieron presentes.

Los Trinitarios frente a la actitud de los conservadores, apresuraron las gestiones para producir la proclamación de la Independencia. Se reunieron en la Puerta de la Misericordia y allí el 27 de febrero Mella disparó al aire su Trabuco en una acción conocida como: “El trabucazo”. Desde allí pasaron a la Puerta del Conde, a esperar la reacción de los militares haitianos. Y proclamaron el Nacimiento de la República Dominicana enarbolándose por primera vez la Bandera Nacional, ideada por Juan Pablo Duarte. Iniciándose el fin del predominio haitiano. Quedaron a la cabeza del movimiento Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella, Manuel Jiménez, Vicente Celestino Duarte y José Joaquín Puello. 

El 28 de febrero Juan Pablo Duarte recibe en Curazao una respuesta de su madre y hermanos, diciéndole que podía disponer de todo y que iban a fletar un buque para mandarlo a buscar. 

Tan pronto llegó a territorio haitiano la noticia de que se proclamó la Independencia, y de que ondeaba una bandera que no era la haitiana, el gobierno vecino, se puso en acción.

Además, se enteraron de los planes que acordaron los conservadores afrancesados que se reunían con el Cónsul francés Saint Denys con la finalidad de concertar un tratado con Francia en el cual se planteaba “Conceder a perpetuidad la Bahía de Samaná” y la entrega de recursos humanos y materiales en caso de que Haití intentara dirigir fuerzas militares contra el territorio dominicano. 

Este pacto se trataba de un nuevo plan que fue conocido con anterioridad como “Plan Levasseur”. A través de este plan se hacía un “Pacto de Amistad y Alianza” con el Gobierno Francés y otros aspectos de índole político.

Haití consideró este pacto como una amenaza, porque no querían pensar que Francia dirigiera tropas desde la Parte Este contra su Territorio, ni tampoco estaban en disposición de negar la teoría de “Indivisibilidad de la Isla”, que se había enarbolado desde la época de Toussaint. El presidente de Haití, Charles Riviére Hérard, se dispuso a iniciar una escalada para “restablecer el orden”.

Con esta finalidad preparó un ejército de 30,000 hombres armados de una artillería de obuses y piezas de grueso calibre. Y ordenó que desde el día 4 de marzo de 1844 se emprendiera la salida de este ejército hacia la parte Este. Y el día 8 bloqueó los puertos marítimos dominicanos.

A partir de ese momento empiezan las reacciones del Gobierno dominicano ante esta amenaza y la junta de dirigida por Tomás Bobadilla, envió una proclama al presidente haitiano en estos términos: “Estamos resueltos a dar al mundo entero el espectáculo de un pueblo que se sacrificaría en la defensa de sus derechos y que reducirá a cenizas y escombros si sus opresores que se vanaglorian de libres y civilizados, quisieran imponer condiciones aún más duras que la muerte”. Esto significó que los dominicanos estaban dispuestos a morir en defensa de la Patria.

El 11 de marzo de 1844, la Junta de Gobierno llamó a los dominicanos a defender la independencia y a no dar “oídos a los que cobardemente piensan intimidaros”.

El 13 de marzo de ese año, el presidente haitiano, dirigió una proclama al pueblo y al ejército en la que expresó que se presentará a Santo Domingo como “misionero de paz y de verdad” y que, si no escuchan, empleará la fuerza.

Estas frases no tenían credibilidad para los dominicanos. Nadie podía pensar que eso era cierto y menos que actuaba como mensajero de paz y de verdad. 

Contradicciones entre Duarte y Santana. 

El 15 de marzo regresó Duarte del exilio. Su presencia fue importante para el reforzamiento de la lucha. Trajo armas y pertrechos desde Curazao, las cuales puso al servicio de las labores de preparación del ejército.

Ya el 16 de marzo de 1844, los dominicanos recibían la noticia de que el General haitiano Souffront llegaba a Neiba con 10,000 soldados. 

En medio de esta situación Santana se retira con su ejército, argumentando que era una retirada estratégica para “preservar la existencia de su ejército”. A partir de este momento se inician los enfrentamientos de Duarte con Santana, ya que Duarte era partidario de combatir en contra de los haitianos. Este, indignado por esta actitud de Santana, reaccionó solicitando permiso a la Junta de Gobierno encabezada por Bobadilla para atacar al ejército invasor. Pero recibió una respuesta en la que se veía claro que la Junta sentía temor de desautorizar a Santana. Mientras, el grupo de Buenaventura Báez seguía con sus planes de protectorado o anexión a Francia. 

No tenían fe en que los dominicanos podían enfrentar y ganar una batalla en contra del ejército invasor. Sin embargo, Duarte era partidario de defender el honor de la Patria sin contar con ninguna potencia extranjera. Confiaba en el valor de los dominicanos para construir su nacionalidad. Fue un luchador incansable, capaz de desplazarse a grandes distancias, sin importarle los medios en que lo hacía, para apoyar el proyecto y hacerlo realidad.

A partir del 19 de marzo, se escenifican las batallas por la reafirmación de la independencia, las que fueron un proceso decisivo en la liberación de la Patria: Batalla de Azua, Batalla de Santiago, Combate en El Memiso, Estrelleta y Beller, El Número, Las Carreras, Santomé y Cambronal, y la de Sabana Larga que fue la última.

La superioridad en número del ejército haitiano y el tipo de armas que poseían, plantearon un nuevo reto al ejército dominicano. 

A pesar de los inconvenientes que afrontaron los dominicanos al iniciarse el proceso de liberación por los Trinitarios de: falta de recursos humanos y materiales bélicos los dominicanos decididos a combatir contra el invasor, lucharon con palos, piedras, sables, artillería y otros, ingeniándose diferentes formas de combate, que fueron tácticas adecuadas que influyeron en las victorias desde la Batalla del 19 de marzo hasta la de Sabana larga que fue el último combate. 

Es indiscutible el sentimiento patrio, el arrojo y la valentía de hombres y mujeres que se integraron a la guerra. Lo más importante para los dominicanos, fue lograr la libertad de la Patria, al costo de pagar con sus propias vidas. 

Fueron muchos los próceres que se pusieron al servicio de la Patria, para lograr con celo, cuidar nuestra nacionalidad.

Entre los que participaron en las batallas: José Joaquín Puello, Achiles Michell, Juan Bautista Cambiaso, Pedro Santana, Juan Luis Franco Bidó, Román Franco Bidó, Marcos Trinidad López, José Hungría, Felipe Alfau, Ramón Matías Mella, Francisco Soñé, José María Cabral, Fernando Valerio, Antonio Duvergé, José Desiderio Valverde, Juana Saltitopa, Petronila Gaú y otros dominicanos que quedaron en el anonimato y que formaban parte del ejército dominicano.

Traición de Santana.

Motivado por la discusión de Santana y Duarte, Bobadilla acusó a Duarte y a Buenaventura Báez de insubordinación y de no querer acatar las órdenes de Santana. El día 9 de abril de 1844 la Junta encabezada por Bobadilla derrocó a los Trinitarios y Sánchez se convierte en el nuevo presidente de la junta. 

Es indiscutible que Bobadilla con esta acción le echó leña al fuego.

El gobierno de los seguidores de Duarte no duró mucho tiempo ya que el 13 de julio de 1844, Santana depuso la junta revolucionaria. Este, a pesar de que había participado en las batallas por la independencia, demostró que su intención por obtener el poder era su mayor ambición, sin importarle pisotear las luchas por una vida democrática. Introdujo el artículo 210 a la Constitución y gobernó con carácter dictatorial. Los acontecimientos y crímenes en contra de los trinitarios y sus relacionados están recogidos en nuestra historia.

Antes de llegar Santana al poder podemos analizar la actuación de Duarte quien no quería asumir ante la historia “la responsabilidad de convertirse en manzana de discordia de la patria de sus ensueños”. No obstante eso, fue perseguido por Santana. Tal como lo afirma el historiador José Gabriel García. Duarte fue encerrado en unión de sus principales compañeros de glorias y de sacrificios en la Torre del Homenaje, y vio como un grupo de hombres apasionados, valiéndose de ignorantes esbirros, hicieron aparecer al pueblo pidiendo con furor las cabezas de los iniciadores de su independencia, y al ejército las de los más ilustrados de sus generales, augurio fatal de la larga serie de crímenes que en nombre de entidades morales tan respetables debían realizarse en no lejano porvenir. 

El 22 de agosto la Junta encabezada por Santana, dicta la sentencia insólita de que “era de absoluta necesidad que, para la seguridad y tranquilidad del país, se castigara a todos los autores y cómplices de la sedición”, a cuya cabeza había figurado el General Juan Pablo Duarte; y cuyo objeto fue trastornar y derrocar el gobierno supremo establecido en virtud del Manifiesto del 16 de enero, que formó las bases de la revolución. Declarando a los trinitarios “traidores e infieles a su patria”. Y los dejaba depuestos y destituidos ordenando que fueran desterrados y extrañados a perpetuidad del país, sin que pudieran volver a poner el pie en él, bajo la pena de muerte. Y los llamó “espíritus turbulentos, violando el orden y los principios…” y utilizó otros epítetos no menos despectivos contra ellos. Santana, demuestra que la Patria no le interesa, sino dañar una obra que otros habían ideado, y mantenerse en el poder violando la constitución y aniquilando los deseos de libertad y democracia. ¿Podemos imaginar que, al ideólogo de la independencia, y al hombre que redactó el primer proyecto de Constitución dominicana, y a los que le acompañaron, se les llamara: “espíritus turbulentos y violadores del orden y los principios”?

También otros como Tomás Bobadilla, le llamó: “joven inexperto” a quien expuso su salud, su vida, los bienes de su familia, y soportó insultos y otros epítetos que se proferían con la finalidad de invalidar su obra. 

En 1845 la madre de Duarte fue expulsada de su tierra y acompañada de cuatro de sus hijos Rosa, Filomena, Manuel Amáralos y Francisca, abandonando el suelo dominicano para irse a Venezuela.  Allí se reúne Duarte con su familia y fija su residencia en Caracas.

Vivieron sin comodidades, y nunca regresaron al país, a excepción del mayor, Vicente Celestino; y el propio Juan Pablo Duarte, quien regresó en medio del proceso de la guerra restauradora, con la finalidad de ponerse a la orden y frente a la lucha. Pero esto no fue posible, debido a las ambiciones de los políticos dominicanos. Él se alejó a la tierra de Bolívar hasta su muerte. allí algunos de sus familiares se dedicaron a actividades comerciales. 


La pena y la vergüenza se apoderaron de su familia que tuvo que sufrir la traición y el exilio durante largos años. La situación de incertidumbre. Atropellos, y el exilio vivido, contribuyeron a que algunos de los Duarte se afectaran con enfermedades mentales. 

Recordemos que El Padre de la Patria, en su labor independentista, había comprometido buena parte de su patrimonio y el de su familia; que su enfermedad menguó considerablemente los recursos de que disponía la misma; y que después de su muerte, en 1876, sus hermanos se quedaron sin su apoyo económico. De manera que, aunque no eran pobres de solemnidad, como afirma la antropóloga e historiadora Cecilia Ayala, los Duarte Díez atravesaban quizás su peor momento económico en el año 1883.

En una carta de fecha 14 de mayo de ese año, dirigida al Congreso, el tío de los Duarte José Prudencio Díez explicaba la difícil situación por la que atravesaban las hermanas de Duarte y hablan de “penas, trabajos, peregrinaciones, miserias y enfermedades de su hermano”, y él decía que era el único apoyo que ellas tenían. Realmente es una carta angustiosa, que refleja la situación que vivieron en ese momento.

Al leer y analizar los acontecimientos y documentos históricos, no existe dudas sobre la paternidad de Duarte, para ser llamado: “Padre de la Patria”. 

Él sacrificó todo: vida, bienes de su familia, dejó atrás su patria y todo lo que él amaba.  Aún bajo el efecto de las traiciones, regresó junto a su hermano Vicente Celestino para ponerse al servicio de la Patria en el proceso de las luchas restauradoras, pero se marchó convencido de que los políticos dominicanos no le hicieron caso. Y si bien es cierto que se quedó en Venezuela, lo hizo convencido de que no quería ser reitero: “manzana de discordia” entre los políticos dominicanos. Un mal del que todavía hoy padecen los políticos en nuestra lacerada Patria. 

Nadie más que Duarte, actuó con tanta fortaleza, fervor, desprendimiento y pasión patriótica. Celebremos un año más del cumplimiento de su extraordinaria obra: 177 años de la Independencia Nacional. Loor a los hombres heroicos que nos legaron junto a él, la nacionalidad dominicana.