PALABRAS DE MANUEL DIEZ CABRAL, PRESIDENTE DE LA AIRD, DURANTE EL ACTO DE LANZAMIENTO DE LA POLÍTICA INDUSTRAL EFECTUADO EL 7 DE MARZO DEL 2007.
“UN COMPROMISO CON EL FUTURO”
Excelentísimo Señor Presidente de la República Dr. Leonel Fernández Reyna.
Honorable Presidente de la Cámara de Diputados, Lic. Julio César Valentín y demás legisladores presentes.
Miembros del cuerpo diplomático del país.
Distinguidos Secretarios de Estados y funcionarios de Gobierno
Dignos representantes de las iglesias.
Estimados colegas presidentes de Asociaciones Industriales y empresarios dominicanos.
Amigos de la prensa
Señoras y señores Industriales
Amigos todos.-
Hay cambios en el ambiente. Se nos olvida que hace apenas diez años, la manera más rápida y eficiente de enviar un documento era por fax, la Internet sólo empezaba a florecer. Hoy, la Internet y la tecnología tocan prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas: desde comprar una película a través de una computadora, hasta correr una máquina industrial a larga distancia. ¡Cómo se ha transformado el mundo en tan poco tiempo!
Imaginémonos un equipo de producción industrial con tecnología de punta, conectado de manera permanente por Internet a la fábrica en Canadá que lo produjo. El suplidor del equipo monitorea de manera continua las condiciones operacionales de la maquinaria y ante la más mínima indicación de inestabilidad de cualquier pieza del equipo, se transmite una señal de alarma a un centro de asistencia técnica en Toronto. Después de un diagnóstico, la persona encargada, a través de la misma conexión directa, hace los ajustes necesarios para que ese equipo siga trabajando con un 99.9% de eficiencia.
Este es el nuevo paradigma para generar riquezas en un mundo sin fronteras. Un mundo en el que para meramente sobrevivir, hay que producir productos de calidad mundial y generar empleos que requieran de alto conocimiento especializado. La gran sorpresa es que pocos imaginamos que equipos como esos, operan hoy en día, en naves industriales Dominicanas.
Uno de los grandes logros del Internet y del acceso a la información, es la democratización del pensamiento y la oportunidad que le crea a países como el nuestro, de dar saltos en su desarrollo productivo. Saltos que normalmente tomarían décadas, hoy se pueden lograr en apenas años y hasta meses.
El Dr. James Appleberry, siendo Presidente de la Asociación Norteamericana de Colegios y Universidades Estatales, en una importante ponencia en al año 2000 sobre el conocimiento humano señalaba que a partir del comienzo de la era cristiana, el conocimiento se duplicó por primera vez en el año 1750. Esa duplicación del conocimiento humano se volvió a lograr en el año 1900, nuevamente en el 1950 y al momento del discurso, se entendía que se duplicaba cada cinco años. Las proyecciones de algunos expertos indican que para el 2020 el conocimiento humano se duplicará cada 73 días.
No sé si esto será una realidad para esa fecha, pero si puedo asegurar que no podemos darnos el lujo de mantenernos aislados del conocimiento humano. La inserción global es una imperiosa necesidad para poder duplicar el conocimiento y generar riquezas para todos los dominicanos.
Los únicos que podrán parar esa creación de riquezas son los líderes que impongan trabas y muros a sus sectores productivos y que no permitan el acceso a la oportunidad del conocimiento. Conocimiento y cambio permanente son las nuevas reglas de juego.
En el día de hoy no nos cansaremos de decir que el sector industrial es el principal generador de riquezas en el país. Y estamos dispuestos a decirlo a los cuatro vientos, porque llegó la hora de hacernos sentir. Llegó la hora de enfrentar juntos los desafíos de la industria nacional ante el DR-CAFTA y así evitar los efectos negativos que hasta ahora hemos obtenido en los demás acuerdos comerciales firmados por nuestro país.
No podemos permitir que el DR-CAFTA sea un tratado más de la lista de firmas de acuerdos. Los tratados comerciales son para sacarles provecho, no para suplantar nuestros sectores productivos y mucho menos al sector industrial que representa la clave para obtener beneficios de los mismos.
La historia ha demostrado que las naciones que han podido alcanzar un crecimiento sostenido y mayor nivel de prosperidad para su población, son aquellas que han sustentado su desarrollo económico en el impulso del sector industrial. Un estudio elaborado por el Profesor Jeffrey Sachs mostró que un sector industrial fuerte fue el motor fundamental para el crecimiento de países en desarrollo. En el análisis de 78 países en desarrollo, 14 países mostraron un alto crecimiento económico sostenido. De esos 14, 12 empezaron con un alto grado de crecimiento en sus exportaciones de manufactura, incluyendo Irlanda, Singapur y Portugal.
Este estudio también demostró que las exportaciones de manufactura promovieron el desarrollo social de los países, debido a los efectos positivos indirectos que generan, como fomentar la especialización y la aplicación de mejores prácticas globales.
Hoy nos encontramos en una encrucijada, donde las industrias tenemos que decidir si vamos a tomar la ofensiva hacia la competencia a nivel mundial o si, por el contrario, nos mantendremos en un contexto de indolencia externa y de conformidad interna, tratando de mantenernos en el patio de nuestra casa que empieza a ser frecuentado por todos los vecinos y socios comerciales. Esta decisión es inminente, y representa escoger entre el viejo modelo o el nuevo modelo de competir.
El viejo modelo se centra en una competencia basada en mercados protegidos y ventajas comparativas, y su éxito depende de temas como los recursos naturales, las economías de escala, y un gobierno que actúa de manera paternalista como el “gran estratega”.
El nuevo modelo, en cambio, se enfoca en la competitividad a nivel micro económico; donde la innovación y la diferenciación dentro de la estrategia empresarial se constituyen en creadores de riqueza, donde las ventajas que establecemos son competitivas, el capital humano y el conocimiento se tornan en herramientas fundamentales y se trabaja en una visión compartida entre el sector privado y el sector público; es decir, pasamos de la reactividad a la pro-actividad.
Hoy, señoras y señores, hemos decidido asumir este nuevo modelo.
Para lograrlo estamos obligados a provocar una transformación de nuestro aparato productivo y del marco en que operamos. No se trata de una tarea de largo plazo. Estamos tarde. El mundo avanza vertiginosamente. Las economías se transforman de día en día. La competencia verdadera ya no estará en nuestro patio, ahora nos vendrá de empresas al otro lado del mundo.
La decisión de adoptar un nuevo modelo es muchas veces traumática, sobre todo en medio de un proceso de apertura comercial en donde no todas las empresas sobrevivirán. Esta situación genera incertidumbre en muchos de nosotros, porque nos abocamos a cambios con los que no siempre sabemos lidiar. Además, tenemos un profundo temor a la facilidad con que se suelen variar las reglas de juego en función de intereses coyunturales.
Sin embargo, nuestro sector ha vivido todo un proceso en que hemos ido adquiriendo clara conciencia de nuestra importancia para el desarrollo económico y social, por un lado, y la necesidad de soñar y apostar por estos cambios, por el otro. Para reforzarnos en esta posición, otras experiencias nos han mostrado que los países que tomaron la decisión de apostar por su aparato productivo nacional, triplicaron su productividad en las últimas décadas,
Estos países que apostaron a fortalecer sus sectores productivos han tenido dos elementos en común: Primero, Coraje: no hicieron cambios graduales, tuvieron una visión sobre lo que podrían lograr y no existieron obstáculos suficientemente grandes para desalentarlos. Segundo, Imaginación: Sus visiones fueron creativas e iban en contra de los paradigmas existentes. Se dieron el lujo de soñar y no miraron hacia atrás.
Ese coraje e imaginación es lo que queremos transmitir en la nueva política industrial que todo el sector unido está dispuesto a defender.
A nivel nacional, la nueva estrategia de desarrollo industrial implicará cambios importantes, como son: lograr un eficiente servicio eléctrico, mejorar las aduanas, la infraestructura portuaria, los procesos de exportación, garantizar acceso a financiamiento competitivo y limitar las excesivas cargas impositivas. Y aún más importante, ayudar a las empresas a crear una generación de dominicanos con las habilidades necesarias para competir en este mercado.
Para que estas mejorías tengan impacto, los empresarios dominicanos deberemos trabajar juntos para crear una marca de velocidad y flexibilidad como país, pues la competitividad ya no se encuentra en empresas aisladas, se encuentra en las empresas interrelacionadas que se apoyan mutuamente
Este proceso, señoras y señores, es una transformación difícil, un cambio de modelo mental que tenemos que asumir dentro de nuestras industrias.
Si creemos que es suficiente con sobrevivir y ver degradar, a veces poco a poco y otras veces violentamente, las posibilidades de competir exitosamente en el nuevo orden mundial, entonces podríamos cruzarnos de brazos y vernos desaparecer lenta o rápidamente.
En cambio, si asumimos las lecciones que nos está dando la economía mundial, incluyendo el papel fundamental de la competitividad industrial en la prosperidad de la población y en el desarrollo económico, entonces es hora de dar un giro en el timón, de cambiar el rumbo que llevamos.
Este giro significará que el crecimiento de la industria estará determinado por la capacidad que mostremos, tanto los empresarios como el gobierno, en aumentar la competitividad, ya no sólo hacia el mercado doméstico, sino también para iniciar, consolidar o ampliar nuestra presencia en los mercados de nuestros socios comerciales y en ese “mundo ancho y ajeno” que es la economía global.
Se trata de cómo convertir la economía nacional en una economía exportadora y competitiva –y no simplemente importadora-, de modo tal que todo el sector industrial, sea el local o el de zonas francas, tenga las mejores condiciones para insertarse en los mercados internacionales. Reitero, de todo el sector industrial, porque debemos hablar de toda la industria, no solamente de las zonas francas.
Estamos en un momento propicio para hacernos la siguiente pregunta ¿Si a pesar de todos sus beneficios, las zonas francas tienen actualmente serias dificultades, podríamos imaginarnos los graves problemas que confronta la industria local en la actualidad? Una industria que está permanentemente acosada por el cambio de las reglas de juego.
Por eso, señoras y señores, para revertir esta situación debemos juntos generar los cambios de políticas que con urgencia deben ser introducidos para garantizar nuestra competitividad, porque no sólo son las zonas francas, la industria del calzado y la industria textil que están llamadas a mantener en alto la bandera de las exportaciones; sino toda la industria nacional, grande, mediana y pequeña, haciendo del exportar un compromiso de todos.
El aparato productivo tiene una dinámica que trasciende, que va más allá de uno que otro gobierno. En ese sentido, si queremos sentar las bases para que el sector se constituya en un eje fundamental del desarrollo económico y social, es necesario definir una política de competitividad del sector industrial. Es nuestra propuesta: La Política Industrial 2015.
La misma tiene dos vertientes complementarias, insuficientes cada una de ellas por separado, y que han de ser empleadas a fondo.
En la primera vertiente está la defensa del aparato productivo nacional. Es fundamental que la estrategia de competitividad ante la apertura del mercado doméstico establezca, como uno de sus componentes, la defensa de la planta productiva ante la competencia desleal, mediante la aplicación de los mecanismos para evitar las prácticas desleales de comercio. Parece mentira que luego de 5 años de aprobada Ley de Prácticas Desleales de Comercio, la misma no se esté aplicando. Ya empiezan a sentirse las quejas de nuestros productores de casos de competencias desleales provenientes de otros países. Un claro ejemplo de esto es cuando permitimos que productos se importen al país con etiquetas en idiomas que pocos dominicanos pudieran leer, mucho menos entender. Nos preguntamos, si tenemos que adaptarnos a las normas de otros países, ¿lo justo no sería que lo que entre a nuestro país se adapte a las normas nuestras? A esto debemos prestarle gran atención.
En la segunda vertiente, la estrategia de competitividad debe ser activa. Es, por lo tanto, una ofensiva integral que busca elevar la capacidad competitiva del país en general y de la industria nacional en particular.
Entre los elementos de la ofensiva que estamos proponiendo se encuentran: la necesidad de una reconversión industrial; el desarrollo de clusters; la superación de factores externos a la industria, tales como la electricidad y trámites aduanales; aspectos de políticas macroeconómicas como el acceso a financiamiento y, finalmente, aspectos de carácter institucional, incluyendo el marco legal en que se desenvuelve la industria nacional.
Es necesario que el gobierno envíe una señal clara, pensando y poniendo en práctica una política firme que permita a los industriales reconvertir sus empresas.
Somos conscientes de que la modernización de nuestras actividades productivas requiere, como punto de partida, el esfuerzo del sector empresarial en sí mismo. Deberemos mejorar nuestros procesos de control de calidad; superar el bajo nivel de capacitación; especializar nuestra fuerza laboral e incrementar el desarrollo de habilidades gerenciales con métodos modernos de administración. Además, cada industrial está obligado a entender el contexto –nacional e internacional- en que se mueve el sector o área de productos en que se ubica su empresa.
Para el desarrollo de clusters en el sector industrial, las experiencias existentes y las que puedan implementarse deben estar enfocadas a lograr un mayor encadenamiento productivo. Incluso, consideramos que nuestro sector agropecuario nacional debe ser un eslabón importante de la cadena industrial, siendo parte de un Programa Nacional de Proveedores Industriales, lo cual junto a la creación de parques industriales, logrará integrar mejor nuestra cadena productiva.
Hace más de tres décadas en nuestro país estaba de moda un merengue típico, del Cieguito de Nagua, que decía: “Yo tenía una luz, que a mi me alumbraba y venía la brisa, fuá y me la apagaba”… al parecer, hoy la critica situación eléctrica que vivimos amenaza con apagar muchas de nuestras industrias. La pequeña llama de los usuarios no regulados pretende ser ahogada por el ente regulador que, en muchos casos, pone resistencia al cumplimiento de la Ley. Algo inadmisible si se pretende desarrollar e institucionalizar el país, especialmente el sector industrial. Hemos reiterado, hasta el cansancio, lo caro del suministro eléctrico en el país, las ineficiencias y la necesidad de un verdadero plan de solución del sector que se inicie con el cumplimiento de la Ley General de Electricidad vigente y con el fortalecimiento del ente regulador.
Por otro lado es lamentable que tengamos sistemas de transporte de carga con fletes muy elevados debido a prácticas monopólicas, como las encabezadas en el transporte terrestre de mercancías; deficiente administración de puertos, entre otros problemas que hacen poco aprovechable la proximidad y que nos igualan y hasta nos dejan por debajo en tiempo de entrega con países tan lejanos como China.
Hemos señalado en innumerables ocasiones que una de las grandes debilidades de nuestro país lo constituyen las excesivas cargas impositivas al proceso productivo. No es cierto que la carga fiscal en este país es baja; para los que pagan sus impuestos, es simplemente altísima. Producto histórico de una baja eficiencia en el gasto público y de una recaudación pública concentrada en pocos contribuyentes.
Llevamos 5 reformas fiscales en los últimos 6 años y en ese tiempo se ha quintuplicado el tamaño del presupuesto nacional, a costa de reducir la capacidad competitiva del país. Debemos pensar seriamente en reorientar nuestra política tributaria para que futuros aumentos en nuestro presupuesto, se basen en desarrollo y crecimiento de nuestros sectores productivos.
Señor Presidente, distinguidas autoridades legislativas y ejecutivas; les pedimos apostar al éxito de una estrategia competitiva integral. Les pedimos conducirnos de modo tal que nos alejemos del camino del fracaso que está significando nuestra perdida de competitividad. Les pedimos, como una señal de que vamos por buen rumbo, recibir la propuesta de Política Industrial 2015 y el anteproyecto de Ley que hoy depositamos en sus manos, los cuales tienen como base impulsar la modernización industrial.
Como parte de este marco, es necesario crear un fondo de garantía de crédito bancario para las empresas, para que estas puedan acceder al crédito y a un financiamiento con tasas competitivas. La falta de acceso al crédito es sobre todo un grave problema para la micro, pequeña y mediana empresa. A pesar de que el sector de la manufactura local representa el 23% del PIB, apenas el 9% de los préstamos dirigidos a los sectores productivos están colocados al sector industrial. ¿Por qué solo puede una empresa industrial financiar un 30% del valor de un equipo, cuando su homologo en otros países puede conseguir hasta un 90% del financiamiento del mismo? ¿Por qué no podemos acceder a préstamos a más de dos anos en nuestra propia moneda local? Hoy en día, ni las cuentas por cobrar, ni el capital de trabajo sirven como garantías ya que solo se acepta el 30% del valor de las mismas. Entonces las condiciones están dadas para que sólo los negocios que puedan comprometer garantías hipotecarias tengan acceso a financiamiento a largo plazo. Precisamente a esos que sí se le otorgan prestamos, son los sectores más pujantes hoy en día a pesar del altísimo costo de registro de dicha hipoteca.
Sin embargo, el valor del sector industrial no esta en su terreno, sino en su maquinaria y equipo, en su capital de trabajo, en sus marcas y en su historial de pago. Lamentablemente, valen muy poco estos activos hoy en día. Si para pagar el impuesto a los activos todos los años, se utiliza el 100% del valor de los mismos, es ilógico pensar que a la hora de tomar un préstamo, solo valgan un 30% del valor que se utiliza para calcular ese impuesto. Algo anda mal, y hay que trabajar en conjunto para mejorar el acceso al crédito.
Otro elemento fundamental para el desarrollo industrial, es la necesidad de que se apliquen mecanismos expeditos para devolver los impuestos a las empresas exportadoras, porque de lo contrario seguiremos exportando impuestos que es la forma más segura de apostar al fracaso. No nos olvidemos que exportamos gravámenes como los selectivos a las transacciones financieras, seguros y telecomunicaciones, impuestos a los activos, a los prestamos del exterior y otras innumerables tasas ocultas.
Hablamos de una estrategia de modernización de nuestra planta nacional. Sin embargo, para hacer esto posible es necesario que el gobierno envíe una señal clara, pensando y poniendo en práctica una política firme que permita a los industriales modernizar sus empresas en un período de al menos cinco años. En nuestra propuesta apuntamos a mecanismos que estimulen la adquisición de nuevas maquinarias y equipos, permitiendo el uso de reinversión de las utilidades; al establecimiento de la herramienta de depreciación acelerada para aquellas industrias que deciden invertir en su reconversión; a la eliminación del cobro del ITBIS de las materias primas y bienes de capital en Aduanas a fin de evitar el adelanto de capital de trabajo; así como a modificar el impuesto que grava los activos de modo que no penalice las maquinarias y equipos que se adquieran con la finalidad de modernizar las industrias.
Estos elementos de política que estamos enunciando, entre otros, están recogidos ampliamente en el documento de política industrial y habrán de plasmarse en lo que será la Ley de Competitividad e Innovación Industrial. Dicha ley, contiene como propuesta más importante para nuestro sector industrial, la reestructuración y readecuación de la actual Corporación de Fomento Industrial en el Centro de Desarrollo y Competitividad Industrial, o PROINDUSTRIA, para llamarlo de modo simple.
Esta institución tendrá por objetivo fundamental fomentar el desarrollo competitivo de la industria nacional, mediante la definición de políticas públicas enfocadas a fomentar la articulación productiva; crear un ambiente propicio de negocios con un marco jurídico acorde a las necesidades del sector, y sobre todo, impulsar la incorporación de la innovación y el desarrollo tecnológico en las empresas industriales, a fin de generar productos con mayor valor agregado que propicien el encadenamiento productivo.
La nueva corporación, sería una institución pública con un consejo directivo integrado por representantes tanto del sector público como privado y presidida por la Secretaria de Industria y Comercio.
Los industriales dominicanos, pese a todas las vicisitudes, nos hemos mantenido firmes y muy convencidos de que es posible aportar al bienestar de todos, pero también estamos seguros de que lo podemos hacer mejor y en mejores condiciones. Para esto se requiere el trabajo conjunto del sector público y el sector privado.
Para concluir, en nombre de las mas de veinte asociaciones industriales y de los mas de dos millones de dominicanos que dependen directa o indirectamente de las mismas, les exhortamos que hagan suya la causa de una industria que requiere transformaciones internas y de su contexto, para consolidarse como una industria que cree mayores riquezas para todos. Riquezas materiales y riquezas de conocimiento.
Existe la necesidad de un abrazo nacional para crear una visión país. Una visión capaz de lanzar nuestras fortalezas. Una visión que una a nuestra gente. Una visión que nos dé sentido de dirección y nos permita emprender nuestro compromiso con el futuro.º
Hoy, el sector industrial hace su aporte a esa visión. De forma proactiva asume su parte, marca el paso y el ritmo del merengue que quiere bailar, para que nadie le diga cómo hacerlo.
Muchas gracias y muy buenas noches a todos…
2007-03-10 22:25:22