Mi Voz, Portada

¿CUESTIONABLE ASESORÍA HAITIANA?

Por Héctor Martínez Fernández

  Se entiende que un gobierno no puede responder todas las críticas e imputaciones de sus críticos. Ad impossibilia nemo tenetur (nadie está obligado a lo imposible), decían los latinos. Hay, sin embargo, señalamientos que bien merecen respuesta oportuna, detallado y precisa, por sus implicaciones comprometedoras. Tal el asunto del multimillonario haitiano Gilbert Bigio, empresario fundador de GB Group, conglomerado matriz de doce o más empresas industriales y comerciales con sede en Puerto Príncipe, y operaciones en varios países, incluida la República Dominicana.  

  Por supuesto, la presencia en República Dominicana de los negocios de Bigio no debe de extrañar, dada la vocación transnacional del capital…. Lo que calienta los cueros radica en la conducta non sancta que se atribuye al sujeto; lo que vendría a agravarse con la denuncia, no desmentida, de que el presidente dominicano tendría al susodicho como consejero o asesor oficioso. Acaso, una imputación afrentosa. De ahí la necesidad del desmentido, si fuere infundio.  

  Como se sabe, el pasado día 5, el gobierno canadiense sancionó a Bigio, junto a otros miembros de la élite haitiana, a los que acusa de proteger y dar apoyo financiero y logístico a las bandas que asuelan Haití, lo que sugiere involucramiento en el tráfico de armas, estupefacientes, personas…, secuestros, robos, crímenes, etc.. ¡Con tal de obtener máximas ganancias, el capital es pobre en escrúpulos!  

  Ya antes, el 4/ll/22, Estados Unidos y Canadá habían sancionado a Joseph Lambert, entonces presidente del senado haitiano, y al ex senador Youri Latortue, por tráfico de drogas. También lo fue Joël Khawly, rico empresario del sureste del país, por posesión de armas de guerra y “sospecha” de traficar con narcóticos.  

  Son algunos casos; solo algunos. En realidad, la “crema” haitiana está corrompida hasta la médula, sin que por ello deje de contar con el respaldo de EEUU y Canadá, entre otros. Crispa la malanga el hecho de que los organismos internacionales se contenten con maldecir a la plebe, que integra la parte baja, operativa, de las bandas, mientras se muestran miopes y remisos a la hora de objetivizar a los culpables mayores, sus cómplices.