Efemerides, Portada

Próceres proclaman la restauración de la Independencia de República Dominicana

Gregorio Luperón

Gaspar Polanco

Gaspar Polanco

Benito Monción

Benito Moción

Por Héctor Tineo Nolasco

Diariodominicano.com

SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, el 14 de septiembre de 1863, tras la victoria de los restauradores en la Batalla de Santiago, proclamaron el acta que declaró restaurada la Independencia de la República Dominicana.

    En el acta,  los próceres reunidos en Santiago de los Caballeros, resaltan los motivos que tuvieron para tomar las armas y restaurar la República, en razón de que la Anexión a España no fue la voluntad del pueblo dominicano.

     «.. nuestra anexión a la Corona  no fue la obra  de nuestra espontánea voluntad, sino  el querer  fementido del general Santana y de sus secuaces, quienes en la desesperación de su indefectible caída del poder, tomaron el partido de entregar la República, la obra de grandes y cruentos sacrificios, bajo el pretexto de anexión al poder de España, permitiendo  que descendiese el pabellón cruzado, enarbolado por el mismo general Santana, a costa de la sangre del pueblo dominicano, con mil patíbulos de triste recordación».

    Consideraron que por  magnánimas que hayan sido las intenciones y acogidas de la reina  Doña Isabel II, respecto del Pueblo Dominicano, al atravesar el Atlántico, y al ser ejecutadas por sus mandatarios subalternos, ellas se han transformado en medidas bárbaras y tiránicas, que el  pueblo  dominicano no ha podido ni debido sufrir.

     «Para así probarlo, basta decir   que hemos sido mandados por un  Buceta y un Campillo, cuyos hechos son bien notorios.

         Los restauradores consideraron que «Si el gobierno de España es político, si consulta sus intereses y también los nuestros, debe persuadirse de que a un pueblo que por largo tiempo ha gustado y gozado la Libertad no es posible sojuzgársele sin el exterminio del último  de sus hombres. De ellos debe persuadirse la augusta y cuyos filantrópicos sentimientos  confesamos y respetamos; pero Su Majestad. ha sido engañada por la pérdida del que fue nuestro Presidente, el general Pedro Santana y la de sus Ministros, y lo que ha tenido un origen vicioso, no puede ser válido por el transcurso del tiempo».

          Resaltan  que «La anexión de la República Dominicana a la Corona de España ha sido la voluntad de un solo hombre  que ha domeñado; nuestro más sagrados derechos, conquistados con 18 años de inmensos sacrificios, han sido traicionados y vendidos; el gabinete  de la Nación Española  ha sido engañado y  engañados también muchos de los dominicanos de valía e influencia, con promesas que no han sido cumplidas, con ofertas luego desmentidas, pronunciamientos, manifestaciones de los pueblos arrancadas por la coacción, ora moral,  ora física de nuestro opresor  y los esbirros que  le rodeaban, remitidas al gobierno español, le hicieron creer falsamente nuestra espontaneidad para anexarnos; empero, muy a breve, convencidos los pueblos del engaño y perfidia, levantaron su cabeza y principiaron a hacer esfuerzos gloriosos, aunque por desgracia  inútiles, al volver de la sorpresa que les produjera tan monstruoso hecho, para recobrar  su independencia perdida, su Libertad anonadada, Díganlo sino, las víctimas de Moca, San Juan, Las Matas, El Cercado, Santiago, Guayubín, Montecristi, Sabaneta y Puerto Plata.

     Los restauradores expresaron que durante la Anexión a España imperó la opresión de todo género, las restricciones y la exacción de contribuciones desconocidas e inmerecidas.

    «… los hábitos de un pueblo libre por mucho años han sido contrariados impolíticamente, no con aquella luz vivificadora y que ilustra, sino con un  fuego quemante y de exterminio. Escarnio, desprecio, marcada arrogancia, persecuciones y patíbulos inmerecidos y escandalosos, son los únicos resultados  que hemos obtenido, cual corderos, de los subalternos  del  Trono español, a cuyas manos se confiara nuestra suerte».

    En la declaración de Independencia recuerdan:

          «El incendio, la devastación de nuestras poblaciones, las esposas sin sus esposos, los hijos sin sus padres, la pérdida de todos nuestros intereses, y la miseria en fin; he aquí los gajes que hemos obtenido de nuestra forzada y falaz anexión al Trono Español. Todo hemos perdido; pero nos queda nuestra Independencia y Libertad, por las cuales estamos dispuestos a derramar nuestra última gota de sangre.

     Entre los firmantes del acta de Independencia de la Restauración de la República están: Gaspar Polanco, Gregorio Luperón, José A. Salcedo, Benito Monción, Benigno Filomeno Rojas,  P. Pujol, J. Belisario Curiel, Pedro Francisco  Bonó, Genaro Perpiñán, Juan Antonio Polanco, Ricardo Curiel y  Pedro A. Pimentel.

Ulises Francisco Espaillat

     De igual modo, Ulises F. Espaillat, H. S.  Riobé, F. A. Salcedo, Esteban Almánzar, Juan V. Curiel, Cirilo Castellanos, Juan A. Villa, F. Shefremberg, Ramón Almonte, Doctor M. Ponce de León, Francisco Casado, J. Epifanio Márquez, Dionisio Troncoso, Pablo Miguel Quezada, R. Velázquez, Gavino Crespo, Francisco Reyes, Anastasio Mercado y  José Herrera.

    El día 14 de septiembre de 1863, cuando se firmó el acta de Independencia, las tropas restauradoras disponían de 500 hombres en las elevaciones que se encuentran a ambos flancos del poblado de Altamira y de 1,000 hombres dentro del poblado, al mando del Coronel Latour.

    Los españoles avanzaban con el Batallón La Corona, a la vanguardia, los batallones Madrid y San Quintín, en el centro y los Cazadores del Batallón Isabel II, en retaguardia.

    El informe militar indica que los dominicanos iniciaron el fuego a las 14:30 horas, cuando la vanguardia española entró en la zona de muerte. Los españoles trataron de emplazar sus piezas de artillería a la entrada del pueblo, pero una columna de 500 hombres restauradores lo impidió.

   En esa circunstancia, la vanguardia española se vio obligada a replegarse hacia la retaguardia, pero para esto fue necesario que calaran sus bayonetas y al arma blanca obligaron a los restauradores a dispersarse hacia los flancos.

   Las fuerzas dominicanas que se encontraban  en las alturas, continuaron su fuego de hostigamiento contra las tropas españolas, que  ripostaban con fuerza de artillería.

Benigno Filomeno Rojas

     El texto del Acta de Independencia es el siguiente:

                         Acta de independencia

    «Nosotros los habitantes de la parte de España de la Isla de Santo Domingo, manifestamos por medio de la presente acta de Independencia, ante Dios, el mundo entero y el Trono de España, los justos y legales motivos  que nos han obligado a tomar las armas para restaurar  la República Dominicana y reconquistar  nuestra libertad;  el primero, el más precioso de los derechos  con que el hombre  fue favorecido por el Supremo Hacedor  del Universo, justificando así nuestra  conducta  arreglada y nuestro imprescindible obrar, toda vez que  otros medios suaves y persuasivos, uno de todos muy  elocuente,  no han sido bastantes para persuadir  al trono de Castilla, de que nuestra anexión a la Corona  no fue la obra  de nuestra espontánea voluntad, sino  el querer  fementido del general Santana y de sus secuaces, quienes en la desesperación de su indefectible caída del poder, tomaron el partido de entregar la República, la obra de grandes y cruentos sacrificios, bajo el pretexto de anexión al poder de España, permitiendo  que descendiese el pabellón cruzado, enarbolado por el mismo general Santana, a costa de la sangre del pueblo dominicano, con mil patíbulos de triste recordación.

          «Por magnánimas que hayan sido las intenciones y acogidas de S.M. Doña Isabel II (Q.D.G.), respeto del Pueblo Dominicano, al atravesar el Atlántico, y al ser ejecutadas por sus mandatarios subalternos, ellas se han transformado en medidas bárbaras y tiránicas, que este pueblo no ha podido ni debido sufrir. Para así probarlo, basta decir   que hemos sido mandados por un  Buceta y un Campillo, cuyos hechos son bien notorios.

          «La anexión de la República Dominicana a la Corona de España ha sido la voluntad de un solo hombre  que ha domeñado; nuestro más sagrados derechos, conquistados con 18 años de inmensos sacrificios, han sido traicionados y vendidos; el gabinete  de la Nación Española  ha sido engañado y  engañados también muchos de los dominicanos de valía e influencia, con promesas que no han sido cumplidas, con ofertas luego desmentidas, pronunciamientos, manifestaciones de los pueblos arrancadas por la coacción, ora moral,  ora física de nuestro opresor  y los esbirros que  le rodeaban, remitidas al gobierno español, le hicieron creer falsamente nuestra espontaneidad para anexarnos; empero, muy a breve, convencidos los pueblos del engaño y perfidia, levantaron su cabeza y principiaron a hacer esfuerzos gloriosos, aunque por desgracia inútiles, al volver de la sorpresa que les produjera tan monstruoso hecho, para recobrar  su independencia perdida, su Libertad anonadada, Díganlo sino, las víctimas de Moca, San Juan, Las Matas, el Cercado, Santiago, Guayubín, Montecristi, Sabaneta y Puerto Plata.

          «¿Y cómo ha ejercido la España el dominio  que indebidamente adquirió sobre unos pueblos libres? La opresión de todo género, las restricciones y la exacción de contribuciones desconocidas e inmerecidas, fueron muy luego puestas en ejercicio.

          «¿Ha observado por ventura para con un pueblo que se le había sometido, aunque de mal grado, las leyes de los países cultos y civilizado, guardado y respetando cual debía las conveniencias,  las costumbres, el carácter y los derechos naturales  de todo hombre en Sociedad? Lejos de eso: los hábitos de un pueblo libre por muchos años han sido contrariados impolíticamente, no con aquella luz vivificadora y que ilustra, sino con un  fuego quemante y de exterminio. Escarnio, desprecio, marcada arrogancia, persecuciones y patíbulos inmerecidos y escandalosos, son los únicos resultados  que hemos obtenidos, cual corderos, de los subalternos  de Trono español, a cuyas manos se confiara nuestra suerte.

          «El incendio, la devastación de nuestras poblaciones, las esposas sin sus esposos, los hijos sin sus padres, la pérdida de todos nuestros intereses, y la miseria en fin; he aquí los gajes que hemos obtenido de nuestra forzada y falaz anexión al Trono Español. Todo hemos perdido; pero nos queda nuestra Independencia y Libertad, por las cuales estamos dispuestos a derramar nuestra última gota de sangre.

          «Si el gobierno de España es político, si consulta sus intereses y también los nuestros, debe persuadirse de que a un pueblo que por largo tiempo ha gustado y gozado la Libertad no es posible sojuzgársele sin el exterminio del último  de sus hombres. De ellos debe persuadirse la augusta y cuyos filantrópicos sentimientos confesamos y respetamos; pero S.M. ha sido engañada por la pérdida del que fue nuestro Presidente, el general Pedro Santana y la de sus Ministros, y lo que ha tenido un origen vicioso, no puede ser válido por el transcurso del tiempo.

    «He aquí las razones legales y muy justos motivos que nos han obligado a tomar las armas y defendernos como lo haremos siempre, de la dominación que nos oprime  y que viola nuestros sacrosantos derechos, así como las leyes opresoras que no  han debido imponérsenos.

    «El mundo conocerá nuestra justicia y fallará. El Gobierno Español deberá conocerla también, respetarla y obrar en consecuencia.

Santiago de los Caballeros, Septiembre 14 de 1863

      Firmados: Gaspar Polanco, Gregorio Luperon, José A. Salcedo, Benito Monción, Benigno F. Rojas, P. Pujol, J. Belisario Curiel, Pedro Francisco  Bonó, Genaro Perpiñán, Juan Antonio Polanco, Ricardo Curiel, Pedro A. Pimentel, Ulises F. Espaillat, H. S.  Riobé, F. A. Salcedo, Esteban Almanza, Juan V. Curiel, Cirilo Castellanos, Juan A. Villa, F. Shefremberg, Ramón Almonte, Doctor M. Ponce de León, Francisco Casado, J. Epifanio Márquez, Dionisio Troncoso, Pablo. Miguel Quezada, R. Velázquez, Gavino Crespo, Francisco Reyes, Anastasio Mercado, José Herrera, Juan María Jiménez, Santiago Petitón, José Miguel Reyes, Jacobo Rodríguez , José J. Reyes, Tamón Polanco,  Andrés Reyes Tolentino, Francisco de Peña,  Manuel Tejada, Ramón López, Bonifacio Saviñón,  Ulpiano de Córdoba, Eugenio  Valerio, Domingo  Miguel Pichardo, Ramón Batista, Remigio Batista, Evaristo Aybar, José Espaillat, Fedérico Miranda, Tancredo Fondeu,Miguel Múñoz,  Faustino García, Wesceslao Reyes, M.R. Rodríguez,  Juan de Jesús  Megía, Manuel López, Francisco Javier Guridi, Francisco Angela, Furcy Fondeur, Esteban Aybar, José J. Méndez, Santos Quesada, Miguel A. Romón, Martín de Moya, Virgilio López, Sebastián, Pichardo, Manuel A. Román,  Eugenio  Fondeur, Vicente Morel, Emeterio Disla, Alejandro A. Reyes, Vicente Tavares, Manuel de Jesús Tavarez, José A. Olavarrieta, Macario de Lora. Juan E. Gil, Antonio  Ureña, Juan Antonio Pichardo, Clisancio de los Santos, Pedro Tapia, Tomás Cocco hijo, Manuel de Jesús Vargas,  Juan José de Vargas, Sebastián Valverde, Agustín F. Bidó, Santiago de Lora, Florentino Calderón, Telésforo Reynoso, Manuel María Grullón,  Buenaventura  Grullón, Juan Ricardo Justiniano Curiel, José R. Curiel, Manuel Ma.  Curiel, Manuel María Abreu, Joaquín Valcárcel, Manuel María Ramos, Faustino Caballero, Ramón Guzmán, Bone Angrand, Simón Valdés, Santiago Ureña, Siverio Almonte, Pedro A. Batista, Ramón Calderón, José Michel, Tomás Morillo, Eusebio Gómez, Santiago Tavera, Juan del Rosario, Zacarías Ferreria, Zacarías  Espinal, Adolfo de Lara, Benigno de Lora, Gregorio Ureña, Fermín Cepeda, Manuel de Jesús Raposo, Tomás Aybar, Raymundo Camejo, Narciso Román, Manuel de Jesús Núñez, Emeterio Morel, Joaquín Silva, José Gabriel García, Santos Murasachi, Narciso Quintero, Fedérico Morel, José María García, Filomerno Beato, Marcos Mejía, etc., etc. (Siguen más firmas).