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El Gobierno haitiano del presidente Boyer provoca la salida del Arzobispo Valera

Jean Pierre Boyer

Las relaciones entre el Arzobispo de Santo Domingo y el Presidente haitiano se desarrollaron con ciertas diferencias de criterios, a pesar de que el día que inició la ocupación de Santo Domingo, le dio el recibimiento formal.

Por Héctor Tineo Nolasco

Diariodominicano.com

SANTO DOMINGO, el  28 de julio de 1830,  el Gobierno haitiano del Presidente Jean Pierre Boyer, provocó la salida del arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Pedro Valera, quien no ocultaba su simpatía con la Monarquía  Española.

    Las relaciones entre el Arzobispo de Santo Domingo y el Presidente haitiano se desarrollaron con ciertas diferencias de criterios, a pesar de que el día que inició la ocupación de Santo Domingo, le dio el recibimiento formal.

   El sacerdote jesuita Antonio Lluberes, precisa que a comienzos de 1830 se agravó la situación. En el mes de enero llegó a Puerto Príncipe un comisionado del Gobierno español, Felipe Fernández de Castro, a reclamar la devolución de la antigua colonia de Santo Domingo a España.

    “El Gobierno haitiano no cedió a la exigencia, y aún más, se preparó para una eventual intervención militar española en la isla.

    “Una de las primeras medidas sería forzar la salida a la Habana del Arzobispo Valera (28 de julio de 1830), considerado un potencial aliado español, a quien sustituyó un sacerdote de Santiago, Tomás de Portes Infante, con el cargo de Vicario General y Gobernador eclesiástico.

     “Sin embargo, Boyer no quiso reconocer su autoridad  hasta el 1 de septiembre de 1833, cuando tras la muerte de Valera se supo que desde 1826 el Papa León XII había dispuesto así la sucesión del Arzobispo”.

    Jean Pierre Boyer entró a la ciudad de Santo Domingo, el 8 de febrero de 1822, en medio de salvas de artillería y repique de campanas.

    El historiador y sacerdote jesuita Antonio Lluberes, refiere en su obra “Breve Historia de la Iglesia Dominicana 1493-1997”, qué en el acto civil celebrado en el Ayuntamiento, José Núñez de Cáceres le entregó las llaves de la ciudad, y le argumentó sobre la imposibilidad de unión de ambos pueblos en un mismo y único Estado.

     “A continuación, en la Catedral,  el  Arzobispo Valera  cantó  un Te-Deum en acción de gracias”.   Luego el clero y las autoridades más representativas de la ciudad felicitaron al Presidente Jean Pierre Boyer.

     No obstante, durante la ocupación haitiana del Santo Domingo Español, los sacerdotes y autoridades católicas tenían posiciones encontradas. Unos como el Arzobispo Pedro Valera eran monárquicos y otros defendían los principios democráticos.

    Al tratar sobre su posición, el sacerdote Carlos Nouel, en su historia de la Iglesia dominicana, sostiene que el Arzobispo Pedro Valera era un ejemplo evidente de los que se oponían a todo cambio político porque creía que con la alteración del orden legal se paralizaría la marcha progresiva, aunque lenta de la colonia.

   Anota que la adhesión de Valera a los principios monárquicos frisaba en la exageración.

  El sacerdote Antonio Lluberes recuerda que por esa misma razón, algunos miembros del clero, en particular religiosos, prefirieron abandonar el país. Otros participaron en conjuras anti-haitianas, como las de Santo Domingo, Samaná y Los Alcarrizos (15 de  febrero de 1824). Pero la mayoría contemporizó con el régimen en espera de cambios.

    El Presidente Boyer había tratado de que el Arzobispo Valera extendiera su jurisdicción hasta Haití y que se estableciera allí, pero el prelado siempre rechazó la petición.

    “Tras mucho insistir y con la ratificación del Papa León XII, logró que el Arzobispo nombrara  el 16 de abril de 1823 un vicario en la zona occidental del país, en la persona del canciller Bernardo Correa y Cidrón (1757-1837), ex rector de la Universidad, aunque su gestión no estaría libre de dificultades por parte del Gobierno de Haití”.

    En a mediados del  año 1824, el Gobierno haitiano que buscaba bienes raíces para sus oficiales militares, confiscó entre otros los conventos de dominicos, franciscanos,  mercedarios, dominicas  (Regina) y Franciscanas (Santa Clara), así como las casas, hatos, ganadería, solares, incluyendo las dependencias y propiedades de los hospitales de San Andrés, San Lázaro y San Nicolás”.