Cultura, Efemerides

ANÉCDOTAS POLÍTICAS DE AQUÍ Y DE ALLÁ (y 6)

Cristobal Colon

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Sobre los restos de Cristóbal Colón

A través del tiempo se han creado una y mil polémicas sobre el lugar donde están los restos del Almirante Cristóbal Colón. En ocasiones el asunto ha tenido aspectos anecdóticos de dimensiones históricas y políticas.

Catedral Primada de América,

Unos opinantes persisten en rechazar que sean de ese personaje las cenizas encontradas el 10 de septiembre  del 1877 en la Catedral Primada de América, ubicada en la ciudad de Santo Domingo.

Dicen los que así piensan, usando divagaciones y sandeces, que los restos del primer Cristóbal Colón están en Sevilla, España.

Hay muchas anécdotas, tal vez por haberse mantenido flotando durante siglos la polémica sobre ese tema.

Algunos, con no poco ingenio y sí mucha picardía, han tratado de zanjar de manera anecdótica esa controversia sobre el destino de los residuos corporales de Colón, sin entrar en los detalles de aquello que hace más de 2,250 años resumió el filósofo griego Aristóteles al reflexionar sobre el ser humano con su materia y su alma.

Dicen los bromistas aludidos que los restos que los turistas curiosean en Sevilla (si es que son tales) corresponden al Colón niño, y que el polvo que reposa en la República Dominicana es lo único que queda de la verdadera arquitectura ósea del almirante genovés Cristóbal Colón cuando murió en la ciudad española de Valladolid, el 20 de mayo de 1506, a los 54 años de edad.

Un informe farragoso preparado por el historiador y jurista Manuel Colmeiro Penido, publicado en el 1879, a petición de la Real Academia de la Historia de España, compendia el prejuicio de ciertos sectores de ese país al señalar, sin ninguna prueba mínimamente aceptable, que lo divulgado en el siglo 19 desde la República Dominicana sobre los dichos despojos mortales colombinos no es más que “una maraña” y añade con tinta venenosa que eso es “un fraude piadoso.”

Esas conclusiones amañadas del señor Colmeiro fueron avaladas por el Reino de España, abriendo así un conflicto con la República Dominicana que aún se mantiene sin señales de cerrarse.

Faro a Colón en Santo Domingo Este, República Dominicana.

Contrario a lo anterior, muchos de  los que han estudiado bien el tema sostienen que dichas cenizas están en la República Dominicana, siendo esa versión la que con más probabilidad encaja con la verdad de los hechos, pues se sustenta en pruebas documentales de raigambre histórica.

Los historiadores de la región de Liguria, en el noroeste de Italia, tierra natal de Colón, así como diversas academias de Historia, como las de Washington y New Jersey, dan por válido que es aquí que está lo que queda del cuerpo del cartógrafo y navegante que fue gobernador general de las Indias Occidentales.

Diego Colón

Su hijo Diego Colón, en su testamento redactado el 23 de septiembre de 1523, consignó lo siguiente: “La segunda traslación de las cenizas del Descubridor tuvo por objeto dar a sus mortales despojos sepultura perpetua en la Isla Española y ciudad de Santo Domingo. Tal fue su voluntad y así lo encargó.”

En los infolios amarillos del Monasterio sevillano de Santa María de las Cuevas hay (tal y como publicó hace más de cien años el eminente dominicano Alejandro Llenas) una nota que dice así:

“En este año 1536 los restos de Don Cristóbal Colón fueron entregados para ser llevados a la isla de Santo Domingo.”

Es pertinente señalar que el 5 de noviembre del 1683, en un texto del Sínodo Diocesano del Arzobispado de Santo Domingo, el Arzobispo y teólogo fray Domingo Fernández Navarrete afirmó que los huesos del llamado descubridor de América “yacen en una caja de plomo en el presbiterio al lado de la peana del Altar Mayor de nuestra Catedral.”

Hay que agregar que desde el 1992 esa reliquia está en el mastodóntico monumento Faro a Colón, situado al este de la desembocadura del río Ozama en el mar Caribe.

¿La Casa Blanca pintada de negro?

Cuando el 7 de diciembre de 1941 la aviación japonesa atacó la base militar estadounidense de Pearl Harbor, en la isla Oahu, en el archipiélago de Hawái, el gobierno de los EE.UU. consideró la posibilidad de proteger con medidas extremas edificios importantes dentro del mismo territorio continental de ese gran país.

Fue así como se produjo una propuesta anecdótica de pintar de negro la sede del gobierno más poderoso del mundo, la Casa Blanca.

La Casa Blanca en Washington

Se pensó que eso la protegería de eventuales ataques aéreos, al menos de noche. El poderoso Ejército estadounidense aprobó esa extraña propuesta.

De haber prosperado aquello hubiera sido como una regresión a las divinidades del antiguo Egipto, que por más de tres mil años tuvieron los colores como parte de su protección frente a enemigos imaginarios:

Los dioses mitológicos Ammón y Shu fueron vestidos de azul; el atuendo de Tot era verde con azul claro, mientras que Osiris era representado con el verde y con el negro.

Imagen del Dios egipcio Osiris

El rey mítico Osiris era el más importante personaje del panteón egipcio. En la civilización faraónica era el dios de la agricultura, la fertilidad, la resurrección y la regeneración del río Nilo, a cuya agua fue lanzado en trozos luego de ser asesinado por su hermano Seth.

Los dioses Osiris y Tot terminaron con indumentaria olivácea, al decir del periodista y escritor italiano especializado en civilizaciones antiguas Peter Kolosimo, en su obra titulada Tierra sin tiempo.

Finalmente la idea de pintar de negro la mansión presidencial situada en la avenida Pensilvania 1600, de la ciudad de Washington, no pasó de ser un proyecto anecdótico, pues el presidente Franklin Delano Roosevelt rechazó esa idea. Fue un acierto de él, pues ningún ataque extranjero llegó para esa época a dicha ciudad.

Buenaventura Báez

Buenaventura Báez

El cuarto gobierno de Buenaventura Báez, llamado de los Seis Años, tuvo un final con sabor anecdótico, pues quienes dieron al traste con el mismo no fueron sus enemigos del Partido Azul.

En ese sangriento período de la política criolla se acuñaron las expresiones “hombres de orden”, para calificar a los que consideraban al caudillo Báez como imprescindible para gobernar, y tildaban como “hombres de desorden” a los que le adversaban.

El primero de mayo de 1869 el país fue víctima de una gran estafa de parte del representante de Buenaventura Báez en Inglaterra, un extranjero de nombre Edward  H. Hartmont, quien comprometió  por décadas las finanzas dominicanas y se alzó con una fortuna.

Ulysses S. Grant

Buenaventura Báez, en contubernio con el presidente estadounidense Ulysses S. Grant y los truhanes Joseph Fabens y William Cazneau, hacían todo lo posible para que la República Dominicana fuera anexionada a los EE.UU., lo que afortunadamente no ocurrió porque en el 1871 el Senado de ese último país rechazó eso.

En esa época la crisis económica iba en crecimiento, así como el malestar social entre la población dominicana que cada vez más repudiaba a dicho gobernante.

En cambio, a Báez lo apoyaban los caudillos comarcanos, una parte importante de los comerciantes y principalmente los productores de tabaco del Cibao que se beneficiaban de los altos precios internacionales de ese producto agrícola que exportaban hacia Europa, especialmente por los puertos alemanes de Hamburgo y Bremen.

La tirantez política y económica desató enfrentamientos sangrientos en los cuales los del Partido Rojo (conservadores) en el gobierno aplastaban a los opositores del Partido Azul (liberales).

En la región oriental del país la última rebelión opositora contra Báez fue encabezada por el héroe restaurador nativo de Yamasá Eusebio Manzueta, quien fue  capturado y fusilado el 12 de noviembre de 1873 por órdenes del general José Caminero, el jefe político y militar del baecismo en esa zona.

En el suroeste el dictador Buenaventura Báez formó bandas de asesinos dirigidos por unos tales Llinito, Mandé, Solito, Musié y Baúl. Esos sujetos y sus secuaces masacraron a cientos de opositores.

Ni el general José María Cabral ni los demás líderes del Partido Azul lograron articular las fuerzas necesarias para vencer al caudillo rojo.

Por eso tiene categoría de anécdota política que el desplome del cuarto gobierno de Báez comenzó cuando el 25 de noviembre de 1873 se rebelaron sus partidarios Ignacio María González (entonces gobernador de Puerto Plata) y Manuel Altagracia Cáceres, quien era el político baecista más prominente en el Cibao.

Enrique IV, una misa y un trono

Enrique III, de la dinastía de los Valois, fue asesinado el 2 de agosto de 1589 cuando sólo tenía 37 años de edad. Le correspondió sucederlo como rey de Francia el que hasta entonces era el monarca de Navarra, que era de la estirpe Borbón.

Enrique III

Había un problema religioso porque el sucesor era protestante y no podía reinar sobre una sociedad católica.

Esa situación desató una guerra, con ríos de sangre en  gran parte de la geografía francesa. Hubo proclamas de prominentes líderes católicos que decían preferir la muerte antes que coronar como rey de Francia a un protestante.

Frente al empantanamiento de la situación militar se escogió la vía diplomática, pues todos tenían presente “la matanza de San Bartolomé”, comenzada bajo la capa de la noche del 23 de agosto de 1572 contra miles de protestantes que vivían en Francia.

El 1589 la capital francesa estaba sitiada por los hugonotes, como se les llamaba a los seguidores de la doctrina del teólogo protestante Jean Calvino.

El jefe de las tropas francesas que defendían a la gran ciudad del río Sena, Charles de Lorraine (Carlos de Lorena), también llamado el duque de Mayenne, proclamó que el pretendiente a la Corona tenía dos opciones: o mataba, si podía, a todos los rebeldes o se convertía al catolicismo.

Poco después Enrique IV abjuró del protestantismo. Se declaró católico y comenzaron los preparativos para su instalación como monarca francés.

Fue en ese momento que Enrique IV produjo una anécdota que ha perdurado hasta el presente, con múltiples aplicaciones en el quehacer humano:

-“París bien vale una misa.”

Mediante el Edito de Nantes de 1598 el  referido rey fijó el catolicismo como la religión del Estado francés, con tolerancia abierta al protestantismo.

Los registros históricos consignan que fue un soberano querido por la mayoría de los franceses. Tenía como uno de sus lemas populares: “” Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos.”

Su final fue trágico.Un fanático católico lo asesinó de dos puñaladas el 14 de mayo de 1610.

Teófilo Lappotteofilolappot@hotmail.com