Opiniones

Balance de la situación económica salvadoreña en 2006

Balance de la situación económica salvadoreña en 2006

Raúl Moreno

ALAI AMLATINA, 10/07/2007, San Salvador.- Durante más de una década la economía salvadoreña ha estado sumergida en un proceso de recesión que se hace evidente en la progresiva reducción de las tasas de variación del Producto Interno Bruto (PIB). En el último sexenio el ritmo de crecimiento promedio de la actividad económica se sitúa en torno al 2.4%, niveles muy por debajo de los umbrales necesarios para reducir la situación de subempleo y empobrecimiento de la población.

Las explicaciones gubernamentales a este pésimo desempeño de la economía salvadoreña durante la última década, y en particular el último sexenio, obvian los determinantes estructurales y sistémicos que están a la base del fenómeno. En ningún momento se reconoce públicamente la situación de recesión en que se encuentra la economía salvadoreña, mucho menos que esta etapa sea producto del mismo agotamiento del modelo neoliberal. Los discursos oficiales y empresariales, a lo sumo reconocen una situación de “desaceleración” en el ritmo de la actividad económica, según ellos generada por factores exógenos, que están al margen de su control.

Las argumentaciones oficiales explican la tendencia de la economía salvadoreña en eventos fortuitos como las pérdidas ocasionadas por los desastres naturales –como el huracán Mitch y los terremotos de 2001–; la afectación de las exportaciones por la caída en los precios internacionales del café; el incremento en el precio del petróleo y sus derivados; además de las tardías aprobaciones del Presupuesto General de la Nación que afectan los proyectos de inversión pública; y la “inseguridad” generada en los inversionistas privados por la posibilidad del triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las pasadas elecciones presidenciales de 2004.

En la misma línea argumentativa, parecería ser que de no haber acontecido estos eventos, la economía salvadoreña experimentaría altos niveles de crecimiento, tendríamos un escenario expansivo totalmente opuesto a la tendencia recesiva que se observa. Vale preguntarse entonces si son estos “elementos casuales” los que explican la actual situación del sector real de la economía, o más bien la problemática económica nacional está determinada por elementos históricos de carácter estructural, que se han agudizado con las mismas políticas económicas implementadas.

Es evidente que a la base del proceso recesivo de la economía salvadoreña se encuentran un conjunto de políticas públicas implementadas sistemática y progresivamente por los sucesivos gobiernos de ARENA, inspiradas en un patrón “neoliberal”, que lejos de resolver los históricos problemas estructurales que abaten la economía y sociedad salvadoreña, buscan la consolidación de un nuevo patrón de acumulación del capital, coherente con la dinámica y naturaleza misma del sistema capitalista.

Las reformas “neoliberales”, implementadas a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAE) y los Programas de Estabilización Económica (PEE), transformaron radicalmente la economía salvadoreña en poco más de tres lustros. La puesta en práctica de políticas fiscales regresivas, el fomento a las exportaciones, el mantenimiento de un tipo de cambio fijo, y posterior dolarización de la economía, y la política financiera, privilegiaron los productos no tradicionales de exportación, incluyendo maquila, en detrimento de la producción agropecuaria.

Así, se configuró una economía de “terciarizada” cuya principal fuente de divisas no descansa en sus exportaciones, sino en el flujo de remesas familiares. Las actividades agropecuarias e industriales han cedido su importancia a los servicios, principalmente el comercio.

El actual patrón de acumulación de la economía salvadoreña se fundamenta en dos pivotes: por un lado en la producción primaria exportadora y la industria manufacturera de bajo nivel de valor agregado (maquila textil y de confección); y por el otro, en la atracción de inversión extranjera directa (principalmente maquila y corporaciones transnacionales que se han beneficiado de la privatización de las empresas públicas).

¿Fin de la recesión o declaración propagandística del Gobierno?

En contraposición a la tendencia recesiva registrada por la economía salvadoreña, el 14 de diciembre de 2006 el Gabinete de Gobierno anunció en conferencia de prensa que la economía salvadoreña habría crecido en este año un 4.2%, cifra que contrasta con las mismas expectativas oficiales que establecían un crecimiento del 3.4%, en coincidencia con las proyecciones estimadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

A partir del seguimiento del PIB trimestral y el desempeño de sectores claves de la economía salvadoreña, el crecimiento del 4.2% en 2006 resulta ser una cifra irreal e inadmisible. Durante el primer semestre la industria manufacturera mantuvo un ritmo de crecimiento en su actividad económica (1.0%) tan bajo que habría tenido que crecer 5.4% en el último semestre como para compensar las bajas tasas iniciales y justificar el crecimiento anunciado por el Gobierno.

La Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI) discrepa con las cifras de crecimiento económico publicadas por el Gobierno. El presidente de la ASI sostiene que “ellos manejan cifras distintas a las reveladas por la presidenta del Banco Central de Reserva”; además, plantean que “el bajo crecimiento del sector industrial se debe a los altos costos de la energía eléctrica, al contrabando y la piratería, y a la competencia china a la industria de maquila textil, factores que se suman a los gastos en seguridad y a los elevados precios del petróleo”.

Es evidente que para romper con la tendencia recesiva de la economía se requiere de medidas deliberadas de políticas públicas, proyectadas para el mediano y largo plazo en coherencia con objetivos del desarrollo.



Esta situación dista mucho de la actuación del Gobierno, dado que sus políticas económicas y sociales lejos de replantear el esquema de acumulación vigente en que se larva la fase recesiva, lo reproduce y lo profundiza.

En todo caso, un crecimiento del 4.2% resulta ser insuficiente y estéril para un país que requiere de fuertes niveles de inversión económica y social, con el agravante que los beneficios del crecimiento están concentrados en reducidos sectores empresariales, cuya actividad económica se ubica en los servicios: el comercio y la actividad financiera, principalmente.

Contrastes en el “país de las maravillas”

A juzgar por las cifras oficiales y los discursos gubernamentales, en El Salvador existiría un panorama macroecómico de estabilidad y crecimiento; que contrasta con la precaria situación económica de miles de pequeñas, medianas y microempresas; pero especialmente la realidad de la mayoría de los hogares salvadoreños, que durante 2006 han visto deteriorarse aceleradamente sus condiciones de vida.

La precarización de las condiciones laborales, la incapacidad de la economía salvadoreña de generar empleos dignos y bien remunerados, la profundización de la desigualdad y la exclusión, así como la creciente dependencia de las remesas familiares, son solo algunos elementos de la cotidianeidad que se contraponen al panorama que pintan los discursos oficiales.

Dichas políticas deberían estimular las ramas estratégicas de la economía, las actividades de Investigación y Desarrollo (I+D), la

generación de condiciones factoriales que estimulen la competitividad nacional, el impulso de una profunda reforma fiscal de carácter progresiva, en función de la cual sea posible elevar considerablemente la inversión pública en áreas que estimulen la competitividad nacional y reduzca las enormes brechas de desigualdad social.

La obtención de altas tasas de crecimiento económico requiere de la voluntad política del Gobierno a efecto que asuma acciones y medidas encaminadas para ese propósito, lo cual supone transformar el actual patrón de asignación de los ingresos, en el cual casi el 70% del PIB se destina hacia consumo público y privado, aunque éste se reparte muy asimétricamente entre las hogares salvadoreños; mientras que sólo el 19% de la producción se exporta, y lo más restrictivo para el crecimiento, es el hecho que sólo el 11.6% se destina a la inversión.

Tres lustros de reformas económicas neoliberales han mutilado el sistema económico salvadoreño y lo transmutaron en una economía que no depende del propio excedente económico que genera, sino principalmente de una fuente exógena: las transferencias unilaterales privadas, que en forma de remesas familiares envía la población emigrante expulsada por el mismo sistema económico.

La reducción de los niveles de pobreza registrados en las estadísticas oficiales durante los últimos años observan un comportamiento simétrico a la tendencia de las remesas familiares. El porcentaje de hogares en situación de pobreza sería mucho mayor de no existir ese importante influjo de ingresos que perciben más de la quinta parte de los hogares salvadoreños, y que les permite calificar por encima de las líneas de pobreza extrema y relativa, base utilizada para la medición de este fenómeno.

* La versión completa de este artículo, incluidas las referencias, se encuentra en: http://alainet.org/active/18540

– Raúl Moreno: El Observatorio de las Políticas Públicas y los DESC,

FELPAD http://www.fespad.org.sv

2007-07-11 15:47:30