Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO

de



Mario Rivadulla

Hasta el momento, los reportes que recibimos desde diferentes puntos del paìs revelan que salvo en dos o tres localidades en que aparentemente se hicieron estallar bombas caseras, el paro convocado por un grupo de las llamadas organizaciones populares que contò con el apoyo de los partidos de oposición, transcurriò en razonable calma.

No es que al parecer no existiese la intención de elementos extremistas de utilizar el escenario huelgario para cometer fechorías y llevar a cabo actos terroristas, como ha ocurrido en ocasiones anteriores.  Fue una fortuita circunstancia trágica que no se concretase, cuando a tres jòvenes les estallaron los artefactos explosivos que preparaban la víspera del paro sufriendo gravísimas lesiones. 

El hecho ocurriò en la barriada de Cienfuegos, considerado uno de los lugares màs calientes de la ciudad de Santiago.  Es posible que se tratase de una acciòn aislada.  Pero es màs probable que el accidente que, por otra parte, debe haber alertado una gran movilización policial y militar, hubiese frustrado un proyecto de mayor envergadura.

Al pasar balance preliminar a los efectos del paro nos atreveríamos a señalar que el gobierno fue exitoso en cuanto a preservar el orden pùblico, para lo cual desplegò un gran operativo policial y desplazò de sus cuarteles a miles de guardias.  Pero en cambio, fallò en lo tocante a garantizar el transporte pùblico, cuya paralización es un ingrediente fundamental para el èxito de todo movimiento de huelga. 

Quienes no disponen de medios propios de transporte no hicieron ningún intento por asomarse a la calle. No tenìa el menor sentido al carecer de medios de locomoción.  Simplemente se quedaron  en sus casas, contribuyendo con su ausentismo a la sensación de que el mismo fue acatado en un elevadìsimo porcentaje pese a que sus organizadores son pequeños grupos que exhiben mucho activismo pero poseen poca representatividad popular.

 

Ciertamente en la calle hay motivos de queja, no pocos de ellos de viejo arrastre como son los apagones y la crisis en el suministro de agua que ha sido muy mal manejada desde el punto de vista mediático. El costo de la vida agravado por la suma de nuevos y mayores impuestos,  como el ampliado y aumentado ITBIS. La agobiante sobrecarga tributaria que soportan los precios de los combustibles.  Y la misma seguridad ciudadana que a despecho de esfuerzos y estadísticas, no ha logrado desterrar la sensación de indefensiòn  y  auge de la criminalidad que prevalece en la ciudadanìa.

Sin embargo, salvo como expresión de descontento que por demàs se manifiesta a diario a travès de las màs diversas formas y medios de comunicación en un paìs como el nuestro abierto a la crìtica, no creemos que los paros nacionales sean el medio idóneo para solucionar ninguno de los problemas puntuales que nos aquejan.

La experiencia en este sentido de las muchas huelgas generales que hemos tenido en los últimos años y bajo diferentes gobiernos,  son una demostración palpable de ello. Hoy continuamos arrastrando los mismos problemas que se han enarbolado como bandera de lucha para apelar a un recurso tan usado y abusado sin que haya alcanzado satisfacción para ninguna de sus reivindicaciones.

En cambio ha sumado cuantiosas pèrdidas económicas a un paìs que por el contrario, lo que requiere es sumar y no restar.  En muchos casos, provocado innecesarias y violentas confrontaciones entre airados grupos de manifestantes y tensos agentes de la fuerza pùblica.  Actos de vandalismo.  Vìctimas inocentes, cuya muerte queda impune porque el rastro del crimen se pierde en el anonimato de la muchedumbre. Todo esto sin que, a cambio, se pueda presentar como logro concreto la solución de ninguno de los problemas que aquejan a la población y que exhibe la agenda del paro.

Quiera Dios que en este ocasión no tengamos que contabilizar vidas perdidas. Que el gobierno, al margen de la contaminación partidaria del movimiento huelgario, entienda que hay reclamos que amerita atender de manera impostergable.  Y que entendamos tambièn todos, de una vez y por todas, que lo sensato es no seguir apelando a un medio de lucha que ha demostrado ser sòlo vàlido en circunstancias especiales y con fines muy específicos que no se dan al presente,   pero ineficaz en cuanto a resultados prácticos cuando carece de esos elementos,  y en cambio siempre costoso a la hora de pasar balance tanto en perjuicios materiales como en daños físicos y morales. 

2007-07-11 15:49:19