Cultura, Portada

José Martí En R.D. I

Por Teófilo Lappot Robles

Es necesario señalar algunas cosas antes de penetrar en los detalles vinculados con las tres visitas que hizo el ilustre cubano José Martí a tierra dominicana. 

Se trata de uno de los personajes de primera fila en la historia de los pueblos que forman lo que se conoce como el Caribe insular. Su ejemplo de vida transciende, además, hacia toda América, la del norte, la del sur y la del centro. 

Martí siempre será un referente, por su trayectoria como pensador, escritor, poeta, filósofo, periodista y activista por la libertad de Cuba, su tierra natal. 

Su importancia se proyecta, también, por sus afanes en procura de aglutinar a los pueblos antillanos, para hacerlos más fuertes ante los enemigos comunes. 

Fue un fiel partidario de la Confederación Antillana, sumándose a la causa enarbolada por Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances, Gregorio Luperón y otras personalidades caribeñas. 

Con la República Dominicana tenía vínculos muy estrechos desde antes de conocerla físicamente. Esa cercanía con nuestra tierra brotó en él desde que era un adolescente cargado de inquietudes patrióticas, sociales, políticas y culturales, tal y como se comprueba en sus escritos de mocedad. 

En sus “Apuntes de viaje”, publicados 37 años después de su muerte, hace múltiples descripciones de nuestras bellezas naturales y de la calidez con que fue recibido en el país en cada una de sus tres visitas.

Al nacer en la ciudad de La Habana, Cuba, el 28 de enero de 1853, fue registrado con el nombre de José Julián Martí Pérez. Fue el único varón de una prole de 8 hijos de la tinerfeña Leonor Antonia Pérez Cabrera y el valenciano Mariano Martí Navarro.

El 23 de enero de 1869, antes de cumplir 16 años de edad, Martí publicó una pequeña obra dramática que tituló Abdala, en la cual expresaba su visión sobre el amor a su patria y su opinión sobre los opresores de su pueblo. En ese texto comenzaba a perfilarse su juvenil “sustancia espiritual.” 

Muy pronto se hizo sospechoso ante las autoridades de Cuba. Fue encarcelado y obligado a realizar trabajos forzados en canteras.

La persecución en su contra comenzó desde que se divulgó Abdala en las calles habaneras. El contenido de ese drama era en sí un firme cuestionamiento al sistema colonial español, que incluía la esclavitud, la cual él descubrió en el 1862, cuando tenía 9 años de edad y su padre lo llevó a los campos de caña en Matanzas. 

Fue expulsado de su país hacia Madrid, España. Allí publicó en el 1871 un ensayo titulado “El presidio político en Cuba.” Es un testimonio crudo sobre los sufrimientos que él vivió en carne propia durante su prisión. 

Extrapoló esa amarga experiencia, haciendo una conexión con la que tuvieron muchos otros jóvenes que como él no fueron sumisos a los colonizadores españoles. Ese ensayo fue otra de sus obras iniciales que lo definirían como el luchador sin tregua que siempre fue. 

Esas brevísimas notas introductorias permiten tener una idea del calibre humano del hombre que dejó impactantes impresiones en la República Dominicana. 

La primera vez que José Martí pisó tierra dominicana fue en el 1892, la segunda en el 1893 y la última en el 1895, el mismo año de su trágica muerte, ocurrida el 19 de mayo, en la comunidad de Dos Ríos, en el oriente cubano. 

Allí fue mortalmente herido de bala por un desconocido soldado colonialista español del Regimiento de Caballería Hernán Cortés, que operaba en la zona como parte de las tropas al mando del coronel José Ximénez Sandoval. Tenía poco tiempo que se había montado en su caballo de nombre Baconao. En su saco negro encontraron la carta inconclusa que comenzó a escribirle el día anterior de la tragedia a su amigo mexicano Manuel Mercado. Murió de “de cara al sol.”  

En cada visita que hizo al país el objetivo principal de Martí era persuadir a Gómez para que volviera a luchar por la libertad de Cuba. El poeta sabía que la valentía y la capacidad militar de ese dominicano eran vitales para revertir los resultados negativos de las dos anteriores guerras independentistas cubanas.  

Martí tenía razón para esforzarse en persuadir al bizarro dominicano. En efecto, le correspondió de manera principal a Máximo Gómez Báez llevar hacia la victoria al pueblo cubano, en lo que se conoce como la Guerra Necesaria.  

Gómez fue el General en Jefe del Ejército Mambí que se batió glorioso en dicho sangriento conflicto; en el cual también se destacaron los generales Antonio y José Maceo Grajales, Ramón Calixto García Íñiguez, Serafín Sánchez Valdivia, Juan Bruno Zayas, José María Rodríguez, el polaco Carlos Roloff Mialofsky y muchos otros combatientes de diferentes rangos. 

Martí, con su carga de humanidad, en la cual se conjugaban sentimientos encontrados de angustia y anhelo, fue el propagador por excelencia de la importancia de esa tercera y victoriosa guerra, como muy bien describe Jorge Mañach en su obra titulada “Martí, El Apóstol.” 

Probablemente los primeros vínculos de Martí con la República Dominicana surgieron después de que el 10 de octubre de 1868 se lanzó en la finca La Demajagua, en Manzanillo, en el oriente de Cuba, el famoso Grito de Yara, que dio inicio a una prolongada guerra independentista que duró 10 años, teniendo como uno de los más célebres comandantes a Máximo Gómez, bajo las órdenes del patricio cubano Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente de la República en Armas. 

Esa primera fase de la lucha liberadora de Cuba terminó en fracaso. Una parte de los dirigentes políticos y militares cubanos firmaron el 10 de febrero de 1878 el llamado Pacto del Zanjón. 

Martí, analizando los hechos de esa lucha que duró diez años, quedó impactado con la excepcionalidad marcial de Gómez.   

En esa ocasión, a poco tiempo de salir de Cuba el ilustre banilejo, el presidente de Honduras Marco Aurelio Soto lo nombró General de División y jefe del Ejército de ese país centroamericano. 

En esa circunstancia José Martí decide escribirle a Gómez una primera carta (que por los motivos que fueran no llegó a su destino) en la cual le pedía informaciones personales: “como algún día he de escribir su historia….Aquí vivo muerto de vergüenza porque no peleo…Seré cronista, ya que no puedo ser soldado.” 

En una segunda comunicación, fechada en el 1882, Martí le dice a Gómez, entre otras muchas cosas, que: “Porque usted sabe, General, que mover un país, por pequeño que sea, es obra de gigantes…”Al señalar que estima a Gómez y que considera que el dominicano también lo estima a él, remata su carta así: “Creo que lo merezco, y sé que pongo en un hombre no común mi afecto.”1 

Dos años después, en octubre del 1884, se produjo la primera entrevista entre ambos. Fue en la ciudad de New York. El encuentro tuvo ciertos niveles de aspereza, como podría ser previsible entre un curtido hombre de guerra y un poeta de fino estro. No siempre sintonizan el numen y las armas. 

Allí fue que surgió la famosa frase martiana: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento…” y la respuesta de Gómez: “Ese hombre no me conoce…Como se verá, este hombre me insulta de un modo inconsiderado…” 

Esa es la verdad de los hechos. Ese es el sustrato filosófico de dos personajes que se reencontraron luego en la República Dominicana para sellar un capítulo importante en el convulso anteayer de América Latina. 

Esa es la historia, la cual, para decirlo con palabras del historiador, filósofo y político italiano Benedetto Croce, “aparece como el único juicio portador de la verdad, incluyendo en sí la filosofía, pues la filosofía no puede vivir  fuera de la historia y no se manifiesta más que como historia.”

En el referido año 1884, cuando Martí tenía 31 años, una parte de su obra ya era conocida entre los lectores dominicanos, especialmente sus escritos titulados La vuelta de los héroes de la Jeannette y Maestros Ambulantes.

El José Martí pensador y escritor tuvo como primer publicista en la República Dominicana al poeta José Joaquín Pérez quien, además, en su condición de ministro de Educación en el gobierno de Francisco Gregorio Billini Aristi, puso en práctica el mensaje contenido en la segunda obra arriba mencionada.

Fue el mismo José Joaquín Pérez quien en el 1883 lo calificó como “el eminente escritor cubano José Martí, cuya pluma embellece todo cuanto toca y cuya profundidad de pensamiento es notabilísima…”2

En las próximas entregas de esta breve serie señalaré los principales pormenores de las tres visitas que en la última década del siglo XIX realizó José Martí a la República Dominicana.

Bibliografía:

1-Carta de Martí a Máximo Gómez, 1882.

2-Revista Científica y Literaria.1883.Comentario sobre Martí. José Joaquín Pérez

José Martí En R.D. I

José Martí En R.D. II

José Martí En R.D. III