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¿Por qué las potencias occidentales callan ante el drama haitiano?

diariodominicano.com

Por Manuel Díaz Aponte

Santo Domingo, R. D., 9 de noviembre, 2021.- Todavía no hay una señal desde Occidente hacia la búsqueda de una salida a la crisis de Haití, contrario a lo ocurrido el pasado domingo en Nicaragua, en que el régimen de Daniel Ortega, orquestó una farsa electoral, rechazada de inmediato por Estados Unidos, Unión Europea y varios países latinoamericanos, entre ellos, República Dominicana.

También el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ha rechazado los “ilegítimos” resultados de las elecciones presidenciales de Nicaragua, en las que el presidente, Daniel Ortega, obtuvo la reelección,” en el marco de un proceso que no cumplió ninguno de los elementos esenciales de la democracia”.

¿Acaso Haití no cuenta para nada en la agenda de las potencias de Occidente, o simplemente se busca jugar al cansancio para generar un conflicto en toda la región?

Ni siquiera el brutal asesinato del presidente Jovenel Moïse, el siete de julio pasado, ha motivado acciones concretas del liderazgo internacional en la redefinición de una estrategia dirigida a afrontar el terrible, complejo y peligroso cuadro social haitiano.

Con sobradas razones, las autoridades de la República Dominicana, a la cabeza del presidente Luis Abinader, vienen advirtiendo al mundo las consecuencias del mutismo e indiferencia de la comunidad internacional ante la peligrosa escalada de violencia y de ruptura institucional que azota al vecino país.

La barbarie no debe ser incentivada con una deliberada política de indiferencia de los influyentes actores internacionales que está cruzando los límites de la paciencia, a tal punto, que para muchos se trata de una ponderada y bien orquestada provocación hacia el pueblo dominicano con fines inconfesables, llegando ya a exacerbar los valores patrióticos de los dominicanos.           

Africanización en el Caribe

Una agudización de la crisis política, económica y social en Haití, que controlan las bandas y grupos pandilleros, colocaría a la región del Caribe en una peligrosa encrucijada que nos podrían llevar hacia la “africanización”, con escenarios de conflictos políticos y sociales habituales en países del Continente de África.      

Las cuantiosas inversiones de capitales estadounidenses y europeos que hay actualmente en el territorio dominicano, especialmente en el sector turístico y zonas francas estarían amenazadas.

Por tanto, no se explica la pasividad exhibida hasta el momento por los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Alemania y España ante el caos imperante en Haití.          

Nadie puede ignorar e intentar minimizar los grandes sacrificios que ha tenido que asumir la República Dominicana ante la grave crisis política, económica y social que sacude a Haití hace ya varios años, la que, se ha agudizado tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse.

Solidaridad de RD

Incluso, ningún otro país ha sido tan solidario con los haitianos como el pueblo dominicano, albergando a millones de esos ciudadanos que están esparcidos a nivel nacional, huyendo de la miseria, inseguridad y desestabilización de ese territorio.

Hay otros que vienen a estudiar a las universidades dominicanas, incluidas la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en academias privadas.

Por eso, la irrespetuosa y desconsiderada declaraciones del canciller haitiano Claude Joseph al intentar compararnos con los niveles delincuenciales de su país, merece nuestro repudio e indignación.

Se trata de una grosera y torpe acción de un funcionario que en vez de estar concentrado y preocupado por el precipicio en que se enrumba su nación, pretende sarcásticamente igualarnos con ese desorden institucional y de violencia que estrangula a los haitianos.

No podemos dejar pasar por alto ahora ni nunca tan desafortunado comentario.

Es inaceptable que se pretenda justificar el clima de inseguridad, destrucción y violencia callejera que socava a Haití, aduciendo como lo hizo el canciller Joseph, cuando dijo que República Dominicana vive un “aumento de la delincuencia”.

Luego de su histórico discurso en septiembre pasado ante la Asamblea General de la ONU, en la que demandó auxilio urgente de la comunidad internacional a Haití, el presidente Luis Abinader ha dado seguimiento, y recientemente visitando a Panamá, donde firmó con el presidente de esa nación y su homólogo de Costa Rica, una declaración pidiendo el desarme de bandas haitianas.

Esta semana Abinader volvió a pedir a la comunidad internacional, en particular Estados Unidos, Canadá, Francia y la Unión Europea, actuar en Haití con urgencia. Advirtió que la República Dominicana continuará el plan anunciado con medidas migratorias más estrictas.

Ante todo este panorama, el Papa Francisco pidió al liderazgo mundial no abandonar a Haití.

“Pienso en la población de Haití, que vive en condiciones extremas. Les pido a los líderes de las naciones que apoyen a este país, que no lo dejen solo. Cuánto sufrimiento, cuánto dolor hay en esta tierra. Oremos juntos por Haití, no los abandonemos”, escribió el pontífice.

El momento histórico que nos rodea demanda de la unión de todos los ciudadanos dominicanos que se sientan comprometidos con el presente y futuro de su Patria.

El presidente Abinader con mucha firmeza ha planteado las medidas excepcionales adoptadas en la frontera que separa a República Dominicana de Haití, advirtiendo que la seguridad nacional está por encima del comercio y el intercambio consular con nuestro vecino.

Ante la gravedad de la situación haitiana, ello explica porque el Gobierno dispuso el despliegue de 11 mil efectivos de los cuerpos de seguridad del Estado en los alrededores de la franja fronteriza, movilizando, además, aviones, helicópteros y drones.

«Mi responsabilidad es proteger la seguridad del pueblo dominicano y la frontera está segura», ha dicho el jefe de Estado dominicano.

Toda la sociedad dominicana al unísono tiene que respaldar esas medidas dirigidas a la protección de nuestro espacio territorial.

Nos convoca el amor hacia el terruño y la seguridad de nuestros propios hijos.

 Artículo de Manuel Diaz Aponte