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Jorge Zalamea, colombiano universal (+Fotos)

Bogotá (Prensa Latina) Cuando el jurado calificador del concurso “Casa de las Américas” en 1965 acordó otorgar el premio de ensayo al colombiano Jorge Zalamea por su trabajo titulado La poesía ignorada y olvidada, declaró que había tenido en cuenta no sólo los méritos literarios de la obra, sino la originalidad del tema y la destreza del autor “para arquitecturar y ordenar un panorama de la poesía universal en el que se advierten los ejemplos más brillantes de la expresión lírica y épica de diferentes culturas y de diferentes épocas históricas”.    

  • enero 28, 2023
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José Luis Díaz- Granados*, Colaborador de Prensa Latina

Con este libro monumental- en el que rescatan del olvido expresiones poéticas de esquimales, huitotos, navajos, algonquinos, pigmeos, tibetanos, samoyedos, malayos y pascuanos, entre otros-, Zalamea se propuso demostrar sencilla y llanamente que “en poesía no existen pueblos subdesarrollados”.

Había nacido en Bogotá el 8 de marzo de 1905, hijo y nieto de prósperos comerciantes, impresores y letrados. Su primo hermano doble, Eduardo Zalamea Borda (1907-1963), escribió en 1930 una de las novelas cardinales de Colombia: Cuatro años a bordo de mí mismo, y posteriormente, como director del magazín dominical de El Espectador, fue el descubridor del talento literario de un joven desconocido llamado Gabriel García Márquez. Las memorias recientes del Nobel están colmadas de citas, alusiones y demostraciones de afecto y gratitud hacia Eduardo y de inmensa admiración hacia Jorge.

Este último realizó desordenados e inconclusos estudios de milicia, agronomía y ciencias económicas. Tenía 20 años y andaba obsesionado con la poesía, el teatro, el surrealismo, el psicoanálisis y el cine de Buster Keaton. En 1927, después de haber publicado una farsa dramática titulada El regreso de Eva, viajó por Centroamérica y luego se radicó en España donde se relacionó con los poetas de la “Generación del 27”, especialmente con Federico García Lorca, Rafael Alberti y Miguel Hernández. El primero le dedicó a Zalamea su “Poema de la soleá” en su libro Poema del cante jondo (1931).

En el gobierno progresista del liberal Alfonso López Pumarejo (1934-1938), Zalamea ejerce el Ministerio de Educación y en tal carácter dirige la más audaz reforma educativa, luego de imperar en Colombia medio siglo de mandato conservador e inquisición clerical. Funda la Biblioteca de Cultura Aldeana y difunde la literatura y las artes plásticas de su país. Más adelante dirige programas culturales en la Radio Nacional e instituye en compañía de León de Greiff, Baldomero Sanín Cano y Gerardo Molina el Instituto Cultural Colombo- Soviético . En 1944 es nombrado embajador en México y dos años más tarde embajador en Italia.

El 9 de abril de 1948, tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, Zalamea se toma la Radio Nacional junto con otros intelectuales izquierdistas y con su voz vigorosa invita al pueblo a marchar hacia Palacio y derrocar al presidente Ospina Pérez. El ejército reprime de manera cruenta la insurrección popular y centenares de miles de colombianos son masacrados, perseguidos y apresados. Zalamea escribe un cuento satírico titulado La metamorfosis de Su Excelencia, que publica en su revista Crítica burlando la censura oficial. Meses más tarde sale exiliado hacia Argentina.

En Buenos Aires se dedica con ahínco a la literatura y a la traducción de obras de Saint-John Perse, Sartre y Faulkner, entre otros. Escribe su poema satírico contra Laureano Gómez- quien preside un gobierno sanguinario y represivo en Colombia- , titulado El gran Burundún-Burundá ha muerto (1952), el cual le dio notoriedad en más de veinte idiomas. Durante esa década viaja a la URSS, China Popular y los países socialistas de Europa Oriental. Luego se desempeña como secretario del Consejo Mundial de la Paz bajo la dirección del sabio Federico Joliot-Curie. Viaja a la India y allí, entre la miseria y la desesperanza de los peregrinos del río Benarés, compone el poema imprecatorio El sueño de las escalinatas, en el cual acusa y condena a todas las satrapías y formas de opresión, y culmina con un hermoso poema de amor y de esperanza en el ser humano. Este texto es leído muchas veces por su autor ante grandes audiencias y su grabación fonográfica se agotó a los pocos días de su lanzamiento en Bogotá.

En los años 60 adhiere con todas sus energías creadoras la naciente Revolución Cubana. Viaja a Cuba en varias ocasiones y participa como jurado en el premio de poesía “Casa de las Américas” en 1966. Por esos años escribe un libro juicioso y documentado: Cuba oprimida y liberada y se reencuentra con amigos entrañables como Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Marinello y Roberto Fernández Retamar.

Su adhesión a las causas justas y nobles de la humanidad le depararon el desprecio oficial en las clases dominantes de su patria, en donde instauraron un extraño sistema bipartidista que excluía a los movimientos de izquierda. Zalamea es apartado de los eventos y antologías estatales y sus libros de apoyo a Cuba socialista y a Vietnam heroico son ignorados por los reseñadores de los grandes medios de comunicación. En 1967, bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, su casa es allanada por el ejército y el escritor es apresado durante varias semanas.

En compensación, sus libros se editan mediante suscripción popular y sus conferencias y recitales de poesía se colman de estudiantes y poetas jóvenes que lo escuchan con devoción fervorosa. “Crece, crece la audiencia”, exclamaba en su poema capital. Y así pensábamos sus amigos y lectores. En 1968 recibe el Premio Internacional Lenin por la Paz. Zalamea estaba minado por una grave enfermedad hepática. Sin embargo, pronunció un valeroso discurso contra el gobierno imperante y contra las injusticias sociales predominantes. Por primera vez, el elegante Teatro Colón de Bogotá se colmó de obreros, trabajadores, universitarios y gentes humildes. Mientras el galardonado peroraba contra el sistema, en el palco de honor el presidente Lleras Restrepo, con la banda tricolor cruzada sobre su pecho, lo escuchaba con expectante respeto. Fue la apoteosis del poeta. Al fin, Zalamea había logrado vencer el desdén institucional.

Antes de morir, en mayo de 1969, había declarado con su voz ya quebrada por la enfermedad: «Sé que mi vida y mi obra no han sido vanas”.

rmh/jldg

* Poeta, novelista y periodista colombiano.

(Tomado de Firmas Selectas)