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REY FELIPE II

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

El rey Felipe II de España siempre estará vinculado a la historia de la etapa colonial española en el Caribe, aunque su papel no se limitó a lazos de subordinación entre el imperio que representó por décadas y esta parte del mundo, pues su poder monárquico se extendió a otros lugares.

Felipe II también fue rey de Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Inglaterra e Irlanda, así como duque de Borgoña y Milán y soberano de los Países Bajos.

Su reinado de 42 años (desde el 15 de enero de1556 hasta su muerte el 13 de septiembre de 1598) no estuvo libre de escándalos. Las estadísticas demuestran que fue un pésimo administrador de los fondos públicos, los cuales provenían en alta proporción de las colonias españolas en América.

Como rey en la época del Renacimiento auspició un aflojamiento en la rigidez de los métodos medievales que se practicaba en gran parte de Europa, lo cual hay que acreditarlo a su memoria.

Fue un mecenas de proyectos científicos, tal y como lo describe Enrique Martínez Ruiz en su obra titulada Felipe II, impulsor de la Ciencia y la Técnica.

Bartolomé de Las Casas, en sus crónicas coloniales, defiende a capa y espada al nieto de Isabel de Castilla, de quien dice que a petición suya firmó varias cédulas reales para salvaguardar a los indígenas y fomentar el cristianismo en la América española. En realidad eso sirvió de poco, al menos en las Antillas.

Simancas, 12/9/2010. Geofrey Parker. Foto Ricardo Otazo.

En su minuciosa obra titulada Felipe II. La biografía definitiva, el historiador inglés Geoffrey Parker hace un largo recuento de los esfuerzos de ese monarca español tratando de que Inglaterra volviera al seno de la Iglesia católica. Él era un fervoroso católico.

Ese monarca, que dejó su impronta en la historia, proclamó a la ciudad de Santo Domingo, capital de la actual República Dominicana, como la “llave, puerto y escala de todas las Indias.” Esa fue una opinión sensata y ajustada a la realidad del momento en que la dijo.

A Felipe II le pusieron como sobrenombre el Prudente. No se sabe el origen de ese apelativo, pero lo cierto es que en el 1588 él desoyó las sugerencias de cortesanos que le pedían que invadiera China, a pesar de que hacía poco tiempo que la Gran Armada española había sido vencida por los ingleses. Carecía de sentido militar en esos momentos emprender una acción bélica de esa magnitud.

Sobre ese particular el académico inglés David Abulafia vincula esa negativa a otros motivos. Así lo explica: “Felipe comprendió que debía poner preponderantemente el acento en la promoción de los intereses comerciales que España tenía en el Pacífico occidental, en lugar de soñar con la conquista de un nuevo imperio exótico…” (Un mar sin límites. Pp858, 859. Primera edición mayo 2021).

Lo cierto es que Felipe II fue un gobernante expansionista. Extendió los dominios de España por gran parte del mundo, convirtiéndola en su época en la primera potencia de Europa, con incidencia económica, militar y política en territorios de los océanos Pacífico y Atlántico, e incrementado su presencia en las islas y puertos del mar Caribe.

Por sus actos de gobierno está claro que Felipe II asimiló muy bien las llamadas Instrucciones de Palamós, que desde esa población catalana le hizo su padre, el rey Carlos I, en dos sustanciosas cartas fechadas los días 4 y 6 de mayo de 1543, en las cuales le señalaba especialmente el aseguramiento militar de los territorios bajo su dominio.

Conectado con lo anterior es pertinente señalar que las historiadoras Consuelo Naranjo Orovio, María Dolores González-Ripoll y María Ruiz del Árbol Moro describen en su interesante obra titulada El Caribe: Origen del mundo moderno, que Felipe II se dio cuenta que era necesario modificar antiguos medios de defensas, disponiendo “un nuevo sistema de fortificación basado en una novedosa disposición de los muros defensivos, en el tamaño y grosor de estos y en su ubicación frente al enemigo…”

No es ocioso decir que el archipiélago de Las Filipinas lleva ese nombre en su honor. Así lo decidieron los conquistadores españoles cuando todavía Felipe II no era rey, sino heredero del trono de Castilla.

Luego de su muerte sus adversarios escribieron páginas ásperas sobre él. Sus admiradores, en cambio, lo biografiaron de manera almibarada, resaltando en su persona virtudes como gobernante y explayándose sobre su calidez humana.

No fueron pocos los enfrentamientos que durante su largo reinado tuvo España con Francia e Inglaterra por las rapiñas que contra galeones españoles cargados de oro provenientes de las colonias americanas cometían en el Atlántico y el Mar Caribe corsarios y piratas de esos países.

Fernando Benitez

Sobre la muerte de Felipe II el historiador mexicano Fernando Benítez describe que: “…murió en una celda del Escorial. Era una llaga viva y lo hería el roce de una sábana. Yacía sobre sus excrementos y su podredumbre despedía un olor fétido. Cardenales y arzobispos, arrodillados, le leían en voz alta el Evangelio y así pasaba días interminables.”(1992¿Qué celebramos, qué lamentamos? Editora Taller.P219).

En resumen, en sus momentos finales quien fuera un poderoso monarca con gran incidencia en territorios de Europa, América y Asia era en realidad “una maraña inmóvil de piel y huesos.”

Con Felipe II también se cumplió aquella expresión latina:” Así pasa la gloria del mundo.”

Teófilo Lappot

teofilolappot@hotmail.com