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OVANDO EN LA HISTORIA DEL CARIBE (1 de 2)

El monumento Nicolás de Ovando en la ciudad Colonial de Santo Domingo, República Dominicana.

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES

Nicolás de Ovando fue el quinto gobernador general de las Indias. Despachaba los asuntos del gobierno colonial desde la ciudad de Santo Domingo, principal centro poblacional, económico, político, religioso y militar de la isla La Española.

Ese personaje, trascendente en la historia del Caribe insular y más allá, fue designado en dichas funciones mediante un edicto de la Corona española emitido el 3 de septiembre de 1501, en la ciudad de Granada, al sur de España.

Gobernó la segunda isla en extensión del archipiélago caribeño desde el 15 de abril de 1502 hasta el 10 de julio de 1509, cuando fue sustituido por Diego Colón.

Imagen de Nicolás de Ovando

Su biografía está llena de detalles interesantes sobre su origen familiar. Nació un día cualquiera del año 1460 en el poblado de Brozas, en una casa con vista al río Salor, uno de los principales afluentes del gran río Tajo, en la provincia de Cáceres, Extremadura.

Muy joven se inclinó por los asuntos militares y religiosos, motivo por el cual ingresó a una de las principales órdenes militares que existían en España, la de Alcántara.

El análisis de los hechos de Ovando como gobernador colonial permite decir que era de mal carácter, despiadado, codicioso y con una visceral inclinación hacia la maldad.

Nicolás de Ovando

Sus crímenes a mansalva contra miles de indígenas son la más elevada expresión de lo que él fue como autoridad. Actuaba como un déspota.

Dicho lo anterior sabiendo que varias de las biografías edulcoradas sobre él obliteran la sangre de inocentes y resaltan más su faceta de fundador de pueblos y organizador de las estructuras del gobierno colonial, lo cual abordaré en la próxima entrega.

Sustituyó en el referido alto puesto, que colocaría su nombre en la historia de los dos lados del Atlántico, al comendador Francisco de Bobadilla, cuya hermana Beatriz era marquesa de Moya y formaba parte de la corte de la reina Isabel I de Castilla.

Se sabe que Bobadilla, aunque apresó a Cristóbal Colón en el 1500, no tuvo éxito al enfrentar el alzamiento de Francisco Roldán, un rebelde que antes había sido miembro prominente de la corte del rey Fernando, y cuya insurrección tuvo mucho que ver con sus frustradas expectativas de adquirir grandes riquezas.

Roldán, que había sido mayordomo del almirante Colón, incitó a muchos indígenas para que lo acompañaran en el levantamiento que hizo en diferentes puntos de la isla. Eso era inaceptable para la Corona española, por el efecto imitación que provocaría en otros territorios coloniales.

Una de las primeras decisiones de envergadura del gobernador Ovando fue apresar a Roldán y enviarlo de vuelta a España conjuntamente con el ex gobernador Bobadilla. Ambos murieron en días diferentes del mes de julio de 1502, en el canal de La Mona, víctimas de un huracán que azotaba esta zona de América.

 Los cinco cacicazgos en que se dividía la isla llamada por Colón La Española fueron escenarios de espantosos crímenes ordenados por Ovando. Los dos casos más conocidos, por la sevicia, fueron las matanzas de Jaragua e Higüey.

Hizo que en el poblado Jaragua, del cacicazgo de igual nombre, se preparara una fiesta con motivo de su visita. Fue una trampa para asesinar a los indígenas allí congregados.

Al frente de esa siniestra labor designó a su lugarteniente Diego Velásquez. La víctima más conocida de lo que comenzó una tarde de jolgorio fue Anacaona, jefa de aquel cacicazgo, hermana de Bohechío, esposa de Caonabo y tía de Enriquillo, figuras prominentes, como ella, de los taínos.

De la hecatombe de Jaragua pudo escaparse el cacique Guaroa, logrando establecerse en uno de los cerros de la sierra de Bahoruco. Fue acorralado por los españoles. Prefirió suicidarse antes que rendirse, no sin antes cobrar cara su vida, dando de baja a varios de sus perseguidores.

El cacicazgo de Jaragua era el más grande de los cinco en que estaba dividida la isla, a la llegada de los españoles, en el 1492. Su conquista se produjo entre septiembre de 1503 y febrero de 1504. Para lograrlo Ovando empapó de sangre los diversos caseríos distribuidos de un confín a otro del mismo.

El cacicazgo de Higüey, el último bastión de la rebeldía indígena, bajo el mando del cacique Cotubanamá, fue objeto de dos guerras ordenadas por Nicolás de Ovando. Encabezó el grupo de matones el capitán Juan de Esquivel, quien cumplía con gozo criminal las órdenes del principal jefe colonial.

Amadeo Julián Cedano

El jurista e historiador higüeyano Amadeo Julián Cedano, en un enjundioso ensayo titulado La conquista de Higüey, en el cual hace acopio de datos bien fundados, señala que la segunda acción sangrienta contra el cacicazgo de Higüey la ordenó Ovando “el verano de 1504…Su duración ha sido estimada en ocho o diez meses, al cabo de los cuales fue apresado Cotubanamá, y ahorcado en la ciudad de Santo Domingo.” (Clío No.182, año 2011.P.30).

Los nativos del cacicazgo de Higüey que pudieron salvarse de las dos guerras ordenadas por Ovando en su contra fueron sometidos a los peores tratos, por seres carentes del más mínimo sentimiento de bondad.

Massimo Levi Bacci,

El demógrafo e historiador italiano Massimo Levi Bacci, para citar una voz autorizada que avala lo anterior, señala que: “…la fortaleza de Santo Domingo se construyó con mano de obra originaria de Higüey tras la pacificación del área.”(Los estragos de la conquista: quebranto y declive de los indios de América. Editorial Crítica, Barcelona, 2005).

Teófilo Lappotteofilolappot@hotmail.com